El partido de Artaleku entre el Bidasoa y el Kolstad terminó cayendo del lado local, después de varias rachas diferentes en ambos equipos. Ofrecieron las dos versiones posibles. Momentos estelares frente a otros que no lo fueron y que pusieron en solfa la suerte del resultado. Finalmente, el triunfo quedó en casa (30-27) tras un encuentro en el que ambos cuadros mostraron in situ su verdadero nivel, la mejor información con la que afrontarán el decisivo partido de vuelta la semana que viene.

El Bidasoa saltó a la cancha con el pecho frío y pronto se encontró con el territorio que marcaban el rival y las árbitras alemanas (exclusión de Tesoriere). Los noruegos aprovecharon los errores de lanzamiento locales para buscar, en el otro área, la soñada diferencia. Los desdoblamientos de los extremos, la entrada de los jugadores de la primera línea (Langeland y Smarason), las paradas de Bergerud y el atolondramiento irundarra llevaban el partido por unos derroteros nada recomendables (3-7). 

Jacobo Cuétara pidió un minuto que no era de gloria, sino de cabreo mayúsculo. No lo disimuló al dirigirse a los jugadores cuya reacción no se hizo esperar. Hasta tal punto que cuatro goles consecutivos reflejaban en el marcador una igualdad (7-7) más lógica. El Bidasoa entró en la dinámica que le gusta. Dio un paso al frente en defensa, contando con la inestimable actuación del meta Harbaoui. Jugó las acciones ofensivas con la calma necesaria, madurando las acciones que terminaban en la red del equipo de Christian Berge, quien también solicitó un minuto para tratar de evitar que el encuentro siguiera por la nueva ruta. La dinámica no cambio y el Bidasoa llegó al descanso con su mejor ventaja (16-13) después de un parcial de 13-6 tan inesperado como el comienzo del encuentro. 

Los primeros minutos de la reanudación ampliaban la sonrisa de la grada de Artaleku (21-15), porque seis goles de diferencia suponían una ventaja considerable y más trascendente. Eran los minutos eficaces de Cavero y Azkue. Entre los dos subían veinte goles al tanteador con unos altísimos porcentajes de acierto. La defensa tiraba de orgullo y casta en unos minutos de muy buen juego guipuzcoano. Berge solicitó otro tiempo muerto y la resultante supuso un cambio drástico en el paisaje. Los locales sufrieron un apagón y encajaron un parcial de 2-8 casi sin enterarse. Los extremos asumieron protagonismo y tanto Setterblom como Gudjonsson encontraron el camino, con la ayuda inestimable de Aalberg y Smarason desde la distancia. A partir del empate (23-23) el encuentro fue por los derrotaros de la esperada disputa. Volver a empezar, pero con muchos menos minutos por delante. 

Cada balón era un clavo ardiendo y cada gol un respiro profundo, pensando en el partido de vuelta y en la suerte de la eliminatoria. En ese tramo vibró Artaleku porque su equipo lo daba todo frente a un rival de alto nivel físico que trataba de imponer su fortaleza. Al socaire de la grada y de las propias señas de identidad, el Bidasoa poco a poco fue labrando la victoria y en ella tres goles de renta para el partido del próximo martes en Trondheim ante, no lo olvidemos, el líder de la liga noruega. ¿Serán suficientes?