Se la conoció como la niña prodigio del baloncesto estatal. Sus números avalan este calificativo a Iris Junio Mbulito, ya que debutó en la Liga Femenina cuando apenas tenía 14 años y medio. Fue en las filas del Gran Canaria y curiosamente en el Gasca, donde tiene lugar la entrevista con este periódico. En una larga charla desgrana los últimos doce años de su vida, en los que se mezclan la precocidad, el éxito deportivo, las lesiones graves, la ansiedad y la depresión. Dejó el basket y volvió a las canchas. Regresó a su casa, Gran Canaria, este pasado verano y ahora está en el IDK Euskotren. Todo con 24 años aún en su DNI. “A veces me parece que llevo 40 años jugando. Me han pasado tantas cosas...”.

Dos semanas aquí. ¿Cómo está? 

–Estoy bien. En Liga Femenina siempre he jugado para el Spar Gran Canaria, así que venir ha sido bastante cambio para mí, pero me han acogido súper bien, me siento parte del equipo y estoy muy contenta.

Cogió un poco por sorpresa su rescisión con Gran Canaria. 

–Bueno, el plan inicial era hacer toda la liga completa con el Spar Gran Canaria, pero surgen cosas, cada persona tiene unos valores y quería estar bien física y emocionalmente. Así que decidí que cambiar de aires me vendría bien.

Tiene 24 años, pero lleva muchos en el basket. ¿Se considera joven o ya una veterana? 

–Me sigo considerando joven y casi novata en la Liga Femenina. Debuté cuando era muy pequeña, me fui fuera y en este tiempo la Liga Femenina se ha vuelto más competitiva, más física. Hay más nivel y muchas jugadoras muy buenas. Me considero novata total en esta competición.

Debutó en octubre de 2013 con menos de 15 años, precisamente aquí en el Gasca. ¿Qué recuerda de aquel día?

–No me lo esperaba. Había hecho la rueda de calentamiento y yo creía que iba a estar en el banquillo, pero en un momento dado el entrenador se giró y me dijo: Iris, sales. Me quedé en shock. Salí y no recuerdo exactamente cómo fue el partido, pero jugué unos minutos y en vídeos he visto que estaba muy contenta, con la sonrisa en la cara. En el Gran Canaria estaba Yurena Díaz (compañera actual en el IDK, aunque ahora está lesionada). Es un bonito recuerdo.

Tiene un vínculo especial, por tanto, con este pabellón. 

–Cuando decidí irme del Gran Canaria, miré dónde podía encajar y surgió la opción del IDK. Tengo buena conexión con Azu y conocía a compañeras como Yurena, María España y Alba Prieto, que es de mi quinta. Pensé que sería un buen lugar para jugar, coger confianza y sentirme bien.

No ha cambiado mucho el Gasca... 

–Ya veo que no mucho, pero tiene su encanto. El partido contra el Araski, que fue mi debut en casa, vino bastante gente a vernos, animando un montón. Me gustó el ambiente.

Debuta en 2013 y entre ese año y 2014 acumula también dos Europeos y un Mundial, todos con medalla, con selecciones de categorías inferiores de España, siempre con jugadoras uno o dos años mayores que usted. 

–En ese momento no eres consciente de todas las oportunidades que tienes. Entrenar y competir con las generaciones del 97 y el 98 fue un privilegio. Entonces ni lo pensaba, jugaba y ya está. Tuve la suerte de estar ahí y ganar medallas.

Se le empieza a conocer entonces como la niña prodigio. ¿Cómo se lleva eso? 

–No piensas mucho en ello. En ese momento me salían las cosas, pero mi madre (también jugadora de baloncesto, Puri Mbulito) siempre me decía: Humildad y seguir trabajando. Y eso es algo que sigo teniendo muy dentro. He tenido diferentes lesiones y momentos, y he estado in and out, como digo yo, desaparecida por momentos... soy muy autoexigente, perfeccionista, y eso te puede afectar. Intento seguir trabajando y estar abierta a lo que venga, escuchar a los entrenadores.

Ha mencionado las lesiones. En 2015 se rompe la rodilla izquierda, vuelve demasiado rápido, según reconoció usted misma, y se vuelve a romper. 

–Fue duro. Estaba en un momento que me sentía muy bien, a un nivel baloncestístico bastante bueno... digamos que no estaba en mis planes parar. Cuando me rompí el ligamento cruzado, volví sin hacer caso a los médicos. Aprendí de mala manera a que hay que cumplir unos plazos. Si me dicen que son diez meses sin jugar, tienen que ser diez, y no siete. Desde ahí cada lesión que he tenido luego me he tomado mi tiempo, porque aprendí de aquello.

Vuelve a las canchas con el Gran Canaria y en 2018 decide ir a Estados Unidos, a la Universidad de Arizona. 

–Entonces había derechos de formación y muchos equipos no podían ficharme, porque tenían que pagar. Venía de buenas temporadas y salía muy caro ficharme. Quería algo diferente, no jugar toda mi vida para el mismo equipo, y me fui a Estados Unidos. No me arrepiento.

No fueron fáciles sus años allí. Lesiones, problemas de ansiedad, depresión... ¿todo tiene relación? 

–Me gustaría puntualizar una cosa. Se ha solido decir que lo pasé mal allí, pero no es así. Lo pasé bien. Los años de Arizona, cuatro, me lo pasé muy bien. Tengo muchísimos amigos con los que mantengo contacto y fue una experiencia muy importante para mí. Hay aspectos que se torcieron como las lesiones y la salud mental, pero sí lo pasé bien. El primer año allí caí mal en un partido, me hice daño en el menisco y al final de temporada me operé. Ahí iba ya tocadilla, porque eran tres operaciones con 20 años. El segundo año me rompí el peroné y los ligamentos del tobillo de la pierna derecha y me operé. Y al acabar la tercera temporada me operé del hombro. Fueron tres veces al quirófano, pierdes peso, músculo, tienes que recuperar... mentalmente es duro. Me costaba recuperar peso después de las operaciones, pero pensaba en no comer mucho para no engordar. Ese fue el año que dije: Necesito parar. Relacionaba deporte con hacerme daño. Me provocaba ansiedad entrenar, me daba miedo. Lloré mucho. Fue duro y me tomé un año y pico de descanso. Necesitaba desconectar del baloncesto.

En Estados Unidos me operé tres veces en tres años. Tuve que parar porque relacionaba deporte con hacerme daño, me provocaba ansiedad.

¿Cómo fue ese proceso? 

–Me autopresionaba mucho. Venía de hacer buenos números en España, pero en Estados Unidos la dinámica es diferente. Yo era la pequeña, la jugadora de primer año, y allí juegan más las veteranas. Yo creía que era porque no lo estaba haciendo bien. Empecé a ver el baloncesto como una obligación y encima me lesionaba, así que relacionaba el deporte con el estrés, con hacerme daño, con sufrimiento. Te metes en un círculo del que no sabes salir y me dio mucha ansiedad. No se lo dije a nadie y aquello desembocó en una depresión. Se dio cuenta la fisioterapeuta del equipo y entre todos decidimos que lo mejor era alejarme un tiempo, estuve casi año y medio sin jugar, hice cosas fuera del basket, no vi nada de basket, disfruté de muchas cosas, y eso me dio la energía necesaria para volver a jugar.

Fue en 2021, cuando tenía 22 años, cuando publicó en sus redes sociales que dejaba el baloncesto. Tengo que cuidarme, escribió. 

–Había hablado con los entrenadores, la médico y la psicóloga de Arizona, y decidí alejarme de las canchas. En ese momento odiaba el baloncesto, no quería saber nada de entrenar ni jugar, y no sabía cuánto me iba a durar. Mi mejor amiga, Lola Pendande (también jugadora de baloncesto), creía que no iba a volver. Mi madre me apoyaba, mis amigas también. Yo solo tenía claro que no quería saber nada de baloncesto. Al final pasó un año y cinco meses, estuve viajando por EEUU, haciendo vida normal de estudiante, y el 15 de marzo de 2022 ya me vi preparada para volver a jugar. En agosto fui a la Universidad de Long Island (Nueva York) y jugué allí la temporada 2022-23.

Este pasado verano volvió al Gran Canaria, a casa. 

–Estaba motivada para volver. Tenía opciones, pero quería estar en casa. Llevaba cinco años fuera y soy muy cercana a mi familia, sobre todo mi madre. Por eso volví. Han sido buenos meses. He estado mucho con mi familia, han venido a verme a los partidos... me gustó vivir eso otra vez.

El siguiente paso ha sido venir a Donostia. 

–Estaba nerviosilla, porque nunca he estado fuera del Gran Canaria salvo mis años en Estados Unidos. Le preguntaba a María España cómo eran los entrenamientos, qué tal esto o lo otro... Sigo con mi adaptación al IDK. Lo estamos haciendo bien en Liga y entrenamos todos los días de forma intensa, que es algo que me gusta. Estoy súper contenta de haber venido.

Jugar la Copa y tener opciones también de ‘play-off’ habrá sido una motivación para venir... 

–El IDK tiene muy buena fama en la Liga. No esperaba irme de Gran Canaria y tener una oferta de un equipo tan bueno. Vamos a jugar la Copa y queremos jugar también el play-off. No pude decir que no. Había muchos motivos para venir.

Se compara su caso con el de Ricky Rubio: por precocidad y por hablar tan abiertamente de salud mental. ¿Se siente identificada con él? 

–No me puedo comparar con Ricky. Lo tengo como un ídolo, desde muy pequeño lo he admirado. Cuando él decidió apartarse de las canchas, como yo también he tenido el mismo bache, me emocionó. Él puso su salud mental por delante del basket y de todo lo demás, a día de hoy hay gente que sigue sin entenderlo. Yo, si tuviera que volver a hacerlo, lo haría sin pensármelo dos veces. Espero un día poder charlar con él.

Usted empezó a ir al psicólogo en Estados Unidos. Entonces no era tan habitual en deportistas, al menos aquí. 

–Yo nunca había ido y tampoco nadie de mi alrededor. En Estados Unidos me lo recomendaron en el equipo, a mí ni se me había ocurrido, pero me ha ayudado un montón y a día de hoy sigo teniendo psicólogo. Lo recomiendo, para mí es tan importante como dormir.

Con apenas 24 años, ¿en ocasiones tiene la sensación de que acumula varias carreras profesionales por todo lo que le ha pasado? 

–Parece que llevo jugando 40 años y solo tengo 24. Me han pasado tantas cosas aquí y en EEUU que podría decir que he tenido varias carreras profesionales en una.

¿Qué objetivos se plantea dentro de la cancha? 

–Estoy disfrutando. En los dos partidos que llevo en el IDK estoy sonriendo en la cancha No me encuentro aún al 100%, pero me siento bien. Mi objetivo es recuperar del todo la ilusión de seguir jugando, de que me guste el baloncesto y después iré viendo. Ojalá pueda volver algún día a la selección, pero para eso tengo que trabajar mucho.

¿Y fuera de la cancha? 

–Estudié Traducción e interpretación. Hablo inglés y portugués fluido y también algo de chino. Por cierto, me encanta el euskera, me parece muy bonito. Aprovecho para saludar a Sara Iparragirre y María Eraunzetamurgil (pronuncia a la perfección los apellidos), que me enseñaron cosas en euskera cuando coincidimos en selecciones de categorías inferiores. Me llevo muy bien con ellas. Pero, volviendo al futuro, me veo más como entrenadora, para enseñar lo que he aprendido a las futuras generaciones.