se están convirtiendo en una pareja ya clásica en los banquillos de la ACB. Hicieron tándem en el Baskonia, en el Gran Canaria y en el Fuenlabrada, y vuelven a compartir horas y horas de trabajo en Badalona, al frente de un histórico como el Joventut, rival del Lagun Aro GBC este domingo. Son Salva Maldonado, con casi 400 partidos de ACB a sus espaldas, y José Ángel Samaniego, Sama, donostiarra de 45 años, uno de los entrenadores ayudantes más reputados del baloncesto estatal.
Jordi Villacampa, presidente de la Penya, llamó a la puerta de Maldonado en verano y le ofreció hacerse cargo de un equipo histórico pero en un contexto delicado, ya que el año pasado se acogió a la Ley Concursal. El técnico barcelonés aceptó e inmediatamente llamó a Samaniego, que también asumió encantado el reto. El cuarto proyecto conjunto. Su relación profesional comenzó en el Baskonia, donde Samaniego entró como integrante del staff técnico en 1997. Dos años después llegó Maldonado, pero su estancia en Vitoria fue breve, concretamente hasta la jornada doce. Una aventura fallida, pero que le sirvió para conocer al donostiarra.
Sus caminos no se volvieron a unir hasta ocho años después. Maldonado transitó por la LEB (Manresa, Ourense y Tarragona). Sama probó suerte como primer entrenador en el Inca y en el Calpe. Luego estuvo unos años alejado del baloncesto. "Salva me llamó cuando estaba en la LEB, pero entonces decidí no ir por motivos personales". Le volvió a llamar en el verano de 2007. El catalán, ya asentado en el Gran Canaria, donde había sido quinto y sexto en las campañas 2005-06 y 2006-07, le pidió que se uniera al proyecto isleño. A Samaniego la oferta le pareció tan tentadora como para volver a los banquillos. Cumplieron dos años allí. En el primero, el Granca fue noveno y en el segundo, sexto. "Cumplimos las expectativas", señala Samaniego, "me incorporé a un proyecto ya en marcha y el segundo año nos metimos en el play-off, donde estuvimos cerca de eliminar al Unicaja (el equipo malagueño se impuso por 2-1 en cuartos de final)".
Eso fue en 2009. Dos campañas a gran nivel que, sin embargo, no les valieron para seguir en la ACB. "Nos fuimos los dos al paro", recuerda el donostiarra. Maldonado encontró acomodo en Fuenlabrada mediada la siguiente campaña, pero ya tenía el cuerpo técnico formado. Mantuvo al equipo y el siguiente verano tuvo la oportunidad de reclutar a Samaniego. Ambos comandaron desde el banquillo la espectacular temporada del equipo fuenlabreño, que acabó séptimo con un equipo diseñado para no descender. "Superamos las previsiones. Nadie esperaba que ese equipo se fuera a meter en el play-off y que se quedara tan cerca de entrar en la Copa". Les abrió las puertas de un histórico, la Penya.
"El Joventut es para nosotros un reto ilusionante y atractivo, pero también complicado. Estamos trabajando con gente muy joven, con mucho margen de mejora, y como equipo necesitamos un trabajo y un tiempo para consolidar un bloque. Estamos disfrutando enormemente sufriendo, y vemos que poco a poco el equipo va cogiendo su línea de juego. Si el tiempo lo permite, porque aquí mandan los resultados, el equipo va a crecer y va a ser más competitivo según avance lo temporada. Puede que vengamos de hacer nuestro mejor partido de la temporada la semana pasada, contra el Cajasol", explica Samaniego.
El donostiarra y Maldonado se entienden perfectamente: "Es un tema de confianza, él considera que mi trabajo le aporta cosas a la hora de desarrollar el suyo. Con el paso del tiempo, hemos consolidado una relación personal más allá de la profesional. Yo sé cómo piensa él y él sabe cómo pienso yo. Tenemos ideas similares de baloncesto porque nos hemos influido mutuamente. Desde luego, si Salva mantiene la confianza en mí, seguir trabajando juntos es mi prioridad como entrenador".
Samaniego no cree que haya un entrenador o un cuerpo técnico que sea garantía de éxitos: "Salva es un entrenador con una experiencia y un método de trabajo que los resultados han demostrado que es válido, pero esto no quiere decir que vaya a ser así siempre. Cada día uno se tiene que ir reinventando. Las circunstancias son tantas que es discutible que un entrenador sea una garantía de resultados óptimos siempre". Por ahora, Sama disfruta en Badalona: "Es un lugar especial, donde se respira baloncesto, la esencia del juego. Es un placer ir al pabellón y ver todo el día a niños jugando a baloncesto".