La increíble historia del Obradoiro
El club gallego está en la elite del baloncesto estatal tras ganar una batalla legal que duró la friolera de 17 años; en un verano ha pasado de jugar a nivel amateur a hacerlo en la mejor liga de Europa.
asu lado, la proeza del Gipuzkoa Basket -capaz de triplicar su presupuesto, cambiar el Gasca por Illumbe, cuadruplicar su número de socios y hacer un equipo de ACB en apenas un verano- se queda pequeña. Porque lo del Xacobeo Blu:Sens (Obradoiro CAB), rival del Lagun Aro mañana, es un milagro. Sólo así puede calificarse lo realizado por este club gallego, que en mayo militaba en Primera Nacional, una categoría amateur por debajo de la EBA, y que ahora se codea con la elite de la ACB.
La historia para entender el actual Obradoiro se remonta a la temporada 1989-90. El equipo de Santiago de Compostela militaba en la Primera División B y se jugó el ascenso a la ACB en un play-off a cinco partidos contra el Júver Murcia. Ganó el conjunto murciano, pero el Obradoiro descubrió la alineación ilegal de Esteban Pérez, que figuraba con pasaporte español pero que en realidad era argentino.
Entonces comenzó la batalla legal del club compostelano. La vía de la justicia deportiva no funcionó y el Obradoiro estuvo muy cerca de desaparecer. José Ramón Mato y José Ángel Docobo, actual presidente, tomaron las riendas del club y llevaron el caso a la justicia ordinaria. Quince interminables años de pleitos después, en noviembre de 2007, el Tribunal Supremo dio por fin la razón a los gallegos y obligó a la ACB a admitir al Obradoiro, extremo que se confirmó a principios de este año.
Ahí comenzó otra batalla, menos larga pero igual de difícil. Tenían de plazo hasta el 15 de junio para formalizar su inscripción en la ACB 2009-10. Es decir, antes de esa fecha debían pagar un canon de inscripción de 600.000 euros (el correspondiente a la campaña 1990-91), crear de la nada una estructura ACB, completar un presupuesto superior a los 3,5 millones de euros y fichar una plantilla y un cuerpo técnico nuevos.
El asunto tuvo en vilo a todos los equipos modestos de la ACB, ya que, si el Obradoiro finalmente no lograba inscribirse en la liga, sólo un equipo, y no dos, bajaría a la LEB. Los dirigentes del club gallego trabajaron con gran discreción, los días pasaban y el mutismo era absoluto. Esto provocó una situación lamentable, ya que la ACB terminó el 10 de mayo y el penúltimo clasificado, el ViveMenorca, tuvo que esperar hasta el 15 de junio para saber si descendía o no. Tras multitud de rumores en uno y otro sentido, finalmente el día límite el Obradoiro entregó su inscripción como equipo de la ACB con el nombre de Xacobeo Blu:Sens, es decir, con un patrocinio que mezcla lo institucional y lo privado, y con un presupuesto de unos 3,7 millones.
un equipo hecho desde la ilusión
Un inicio sorprendente
Los encargados de hacer el equipo a contrarreloj fueron el director general, Miguel Juane; el director deportivo, Alberto Blanco, y el entrenador, Curro Segura, ex del CAI Zaragoza y el elegido para dirigir la nave compostelana. Los tres trabajaron sin prisa pero sin pausa, tratando de no dar pasos en falso para ajustarse a su presupuesto. A mitad de verano, algunos equipos, como el Bilbao Basket, ya tenían la plantilla completa y el Xacobeo aún no había anunciado ningún nombre.
Kostas Vasileaidis, un alero griego que había militado en el Unicaja, abrió la veda. Luego fueron llegando Bulfoni, Djedovic, Alfonso Sánchez, Pasalic... es decir, jugadores descartados por otros equipos, cesiones o apuestas arriesgadas. La guinda de la plantilla la pusieron los dos interiores americanos: Reyshawn Terry y Marc Jackson.
Con una plantilla hecha en verano y con una nula experiencia como club en la ACB, el Xacobeo empezó la liga como un firme candidato al descenso, pero lo cierto es que, a día de hoy, el conjunto gallego tiene tres victorias por seis derrotas y está fuera de peligro. La buena labor de Vasileaidis, Stanic o Marc Jackson está manteniendo a un equipo que echa en falta una mayor aportación del otro extracomunitario, Terry. Con los jugadores que no quiso nadie y la ilusión de sus 4.400 aficionados que llenan el pabellón Fontes do Sar, el Obradoiro sueña con lograr una permanencia que dejaría boquiabierta a la ACB y en evidencia a cualquier equipo que quede por debajo.