¿Vamos a ser capaces de modificar nuestro modelo socioeconómico para afrontar el reto del cambio climático? Para avanzar en la reflexión sobre los inevitables cambios que como sociedad debemos afrontar, esta semana se ha desarrollado una nueva sesión de trabajo del Think Tank Green Recovery, el laboratorio de ideas puesto en marcha por el departamento de Medio Ambiente de la Diputación Foral de Gipuzkoa en julio de 2020. Al hilo de esta cita, conversamos con José Ignacio Asensio, diputado Foral de Medio Ambiente y Fernando Valladares, investigador del CSIC y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos.

Vivimos momentos especialmente convulsos, intentando recuperarnos de los daños sociales y económicos que nos ha dejado la pandemia, y ahora también con una terrible guerra en Europa. ¿El desacoplamiento del precio de la energía puede ayudarnos a paliar esta situación?

Asensio: Desde el Gobierno central, el presidente Pedro Sánchez está intentando recabar apoyos en la UE para rebajar el precio de la luz. La decisión, que debe adoptarse a nivel comunitario, pasa por el “desacoplamiento” del gas del precio final de la luz, es decir, acabar con un sistema que supone pagar la energía necesaria para producir electricidad al precio de la fuente más cara, aunque sea la que menos contribuya a la generación de luz. A día de hoy, ese precio lo marca el gas, con un precio desbocado. Hay que tener en cuenta que el mix energético español está cubierto al 46,6% con energías renovables, y que estamos en una situación muy diferente a la de Alemania, con una enorme dependencia del gas ruso, o de Francia, con un importantísimo peso de la energía nuclear. En Gipuzkoa, la coyuntura actual ha puesto en evidencia la gravedad de dos carencias que ya conocíamos: nuestra dependencia del exterior y de los combustibles fósiles. Solo producimos el 8% de la energía que requerimos. Y más del 80% de esa energía que consumimos procede de los combustibles fósiles. Por ello, debemos acelerar todos los esfuerzos que ya habíamos iniciado en relación a los cambios de modelos energéticos, hacia energías limpias y formatos de autoconsumo y generación distribuida.

Valladares: Hay un desacoplamiento que depende de nosotros, y no de lo que hagan los países. No deberíamos aceptar como inevitable que el precio de los productos esté determinado por el precio de la energía, porque como ciudadanos tenemos alternativas. Por ejemplo, si sube la gasolina, puedo usar más el transporte público. Y a la hora de producir, la eficiencia energética es clave para que las subidas no repercutan directamente en el precio final de los productos.

A: Precisamente, en Gipuzkoa el uso del transporte público se ha incrementado un 8,8% en marzo respecto a febrero, un cambio de hábitos que cabe atribuir directamente a la subida del precio de la gasolina. Como ciudadanos, tenemos alternativas que podemos utilizar y que nos benefician individualmente y como sociedad.

Ante la gravedad de los retos que entraña el cambio climático, ¿cómo de profundos deben ser los cambios económicos y sociales?

V.: El cambio de hábitos es ineludible, pero podemos controlar cuándo y cómo van a ocurrir. El colapso es uno de los escenarios posibles, pero también podemos ralentizar su llegada, evitarla o acelerarla. Las 8.000 millones de personas que habitamos este planeta no podemos seguir con las actuales tasas de contaminación, de emisiones de gases de efecto invernadero… no se puede sostener. Yo prefiero ver el vaso medio lleno y pensar que todavía estamos a tiempo, pero también es verdad que cada vez nos quedan menos opciones de corregir el rumbo. A lo largo de la historia, la humanidad no ha sido demasiado buena anticipando y previniendo los problemas, pero si hemos sido capaces de adaptarnos. Ojalá el siglo XXI sea la excepción y también podamos evitar los gravísimos daños que puede provocar el cambio climático si no reaccionamos.

A.: Es preciso comenzar aquí y ahora a mitigar los efectos del cambio climático. El 47% de las emisiones de CO2 en Gipuzkoa corresponden al transporte. Una parte será transporte internacional, pero el transporte intraterritorial depende de nosotros. Qué consumimos, dónde compramos, qué apuesta hacemos por los productos de kilómetro 0, hasta qué punto apostamos como sociedad por el transporte colectivo… Son preguntas claves para afrontar esa transformación.

V: Caer en el “Es que nosotros no podemos hacer nada” es otra forma de negacionismo. El cambio climático ya está en marcha, pero aún podemos ralentizarlo. La reflexión, como en la Antigua Grecia, es qué tipo de sociedad queremos tener, qué estamos dispuestos a hacer.

A.: En Gipuzkoa, es necesario que la sostenibilidad se convierta en el patrón principal de nuestras decisiones. Debemos avanzar hacia sistemas más equilibrados en los que seamos capaces de producir la energía que necesitamos de forma próxima y recurriendo a fuentes renovables. Es lo que estamos proponiendo desde la Diputación foral con las comunidades energéticas que promueven el autoconsumo de la ciudadanía, que se agrupa para producir y consumir su propia energía con instalación de placas solares. Desde las instituciones debemos seguir apoyando este proceso con la cesión de las cubiertas de edificios públicos, asesoramiento y apoyo económico.

¿Es preciso un nuevo modelo de sociedad?

A.: Cuando hablábamos hace unos años de cambio climático todavía no teníamos tan claras las consecuencias directas. Hoy las tenemos aquí. La sobreexplotación de recursos naturales afecta al planeta y también tiene consecuencias sobre nuestra salud, sobre el bienestar de las personas y sobre los desequilibrios y tensiones sociales que puede provocar. Por ello, hay que hacer importantísimas correcciones al sistema, pero manteniendo nuestros valores, nuestra calidad de vida. Tenemos que cambiar nuestros hábitos, porque esa transformación es muy importante, pero al mismo tiempo hay que mantener los derechos laborales y sociales, y la prestación de servicios públicos.

“Las crisis nos dan la oportunidad de ser valientes, porque tenemos mucho que ganar y poco que perder”, asegura Valladares

V.: Como científico percibo un equilibrio muy complicado en lo que dices, entre la necesidad de cambio y el deseo de que muchas cosas sigan igual. La política es el arte de hacer posible lo imposible, pero creo que es mejor asumir que debemos quitar cosas de nuestra mochila. ¿De qué podemos prescindir? Lo primero, aquello que sea incompatible con el futuro, como la dependencia del carbono.

Otro paso muy interesante puede ser redefinir palabras como éxito o crecimiento. El éxito no es el PIB, ni tener muchos coches. Igual debemos empezar a medir el éxito o el indicador de desarrollo de una sociedad por la felicidad de la población. Lo mismo ocurre con la idea de crecimiento, no es sostenible. Si todos los seres humanos viviésemos como un español medio, consumiríamos el equivalente a 2,5 planetas por año. No siempre es bueno crecer, yo apuesto por un decrecimiento organizado, que puede ser gradual y por áreas de actividad.

A.: Yo no soy partidario del decrecimiento, sino del crecimiento ordenado. Hay líneas rojas que no debemos saltarnos, como la igualdad, la libertad y el respeto de los derechos humanos. Es cierto que no podemos crecer apoyándonos en la desigualdad, pero hay mucho margen de mejora. Por ejemplo, en Gipuzkoa hemos dado ya algunos pasos en la definición de una red de infraestructuras verdes. La recuperación de estos hábitats naturales y la continuidad ecológica de nuestros ecosistemas es una de las mejores “vacunas” para hacer frente a los efectos del cambio climático.

Uno de los principales retos que afronta la humanidad es la biodiversidad: la mitad de las especies están amenazadas con la desaparición

A.: La crisis de la biodiversidad es uno de los principales retos que tenemos como humanidad. En muchas ocasiones, no nos damos cuenta que el ser humano forma parte de esa biodiversidad, que es una especie y que el proceso de extinción o deterioro de las condiciones de vida también nos afecta. No todo está perdido, pero hay efectos como la subida de temperaturas y del nivel del mar que han llegado a un punto de no retorno. Por eso es de capital importancia que prioricemos la adaptación al cambio climático en el centro de las agendas políticas, porque la calidad de vida de las presentes y futuras generaciones depende de ello.

V.: El ser humano no provoca deliberadamente la extinción de otras especies, lo hace porque les deja sin su espacio, sin su hábitat, como consecuencia de nuestro modelo socioeconómico. Yo propongo hacer caso a los expertos, que tienen información para saber qué es lo más sensato en cada caso para garantizar una sana coexistencia con otras especies. Debemos incluir a la naturaleza en nuestros proyectos y respetar la biodiversidad.

Queda claro que queda mucho trabajo por hacer desde las instituciones, pero también desde las empresas y la ciudadanía

A.: Desde las instituciones, es necesario que la sostenibilidad se convierta en el patrón principal de nuestras decisiones. Y todos debemos asumir que es urgente hacer las cosas de otra manera. Es momento de apostar por opciones como el reciclaje, la reutilización de productos, las energías renovables o el transporte colectivo. Tenemos que tratar el planeta como si fuéramos inquilinos, y el día que nos toque irnos, dejarlo al menos en las mismas condiciones de habitabilidad que encontramos.

V.: Las crisis nos dan la oportunidad de ser valientes, porque tenemos mucho que ganar y poco que perder. Creo que tenemos que cambiar de modelo socioeconómico, y nuestra motivación debe ser alcanzar más salud y felicidad. No será fácil ni inmediato, pero sabemos lo que hay que hacer, el rumbo está trazado.