“Lo que está contando Iñaki ya no es el programa. Es la consecuencia del mismo. El programa acabó y se mantiene la relación. Ése es el objetivo”, reconoce orgulloso Karlos Ordóñez, uno de los promotores de este programa de Mentoría Social, Izan Harrera, que celebra su tercera edición. La misión ahora para SOS Racismo Gipuzkoa y Zehar Errefuxiatuekin es buscar personas que quieran colaborar en el proyecto, “que quieran ser refugio”. Este año, el proyecto se llevará a cabo en Irun, Errenteria, Villabona, Pasaia y Tolosa. “Sin el voluntariado, nosotros no seríamos nada”. Ordóñez habla claro, aunque también es consciente de la dificultad que conlleva encontrar voluntarios. “Tenemos nuestras vidas llevas de actividad, de prisa, de cosas por terminar de hacer. No es fácil incluso encontrar tres horas a la semana de tu vida, que tampoco tendría que ser tan difícil”, analiza. En su opinión, lo “más importante es tener esa predisposición de querer hacerlo, no solo porque quiero dar, sino porque quiero recibir”, puntualiza.

La pandemia “a punto ha estado de tumbarnos el programa, pero hemos sido muy tozudos y hemos seguido insistiendo. No hemos ido a la velocidad que nos hubiera gustado, pero ahí estamos”, destaca. Y es que en su opinión, “estamos hablando de derechos humanos”. Es más, “todas las personas tienen derecho a sentirse acompañadas. El acompañamiento es un derecho”, entiende.

Este proceso de conocimiento no es un camino de rosas. “Las relaciones a veces tardan más, a veces menos, incluso no siempre sale bien, pero se van forjando y en la medida en la que se realizan, la persona refugiada tiene un interlocutor para buscar su propio camino en la sociedad en la que está, alguien que puede abrirle oportunidades”, valora. Y no se refiere solamente a enseñarle cuestiones prácticas. Es más de sentimientos: “Si me siento mal, triste o contento. O si he recibido una foto de mi hija y no se la voy a enseñar al funcionario de migración, y compartir esa relación. Tenemos comprobado que esto empodera a las personas, trabajan directamente sobre su bienestar psicosocial”, señala.

Es muy importante, para que todo funcione, la formación, porque “no hay que caer en el paternalismo”, aconseja. “Trabajamos mucho la calidad. Tenemos que explicar bien qué es la Mentoría Social, invertir en eso, bastante, porque es importante no caer en el me da pena”, expone.

Encuentros individuales

El Covid ha cambiado el escenario. Ahora ya no trabajan con familias. “No solo por la pandemia. Es que hay mucha persona sola”, se sincera Karlos. “Son historias complicadas, de supervivientes, de héroes. Son supervivientes de situaciones muy complicadas, o bien por alguien que está huyendo de las maras en Honduras, de la violencia del LGTBI de Colombia, o de Ghana o de Benin. Son personas que han llegado solas hasta aquí. Nosotros no hacemos mucho distingo entre los refugiados reconocidos como tal y los migrantes, porque nos parecen que estos son refugiados económicos, no tienen ese estatuto y lo tienen más complicado. Están en una situación de fragilidad, Encontrar alguien que les escuche, que comparta contigo, es muy importante”, sentencia, sin olvidarse, claro está, de la situación de la mujer, “mucho más complicada y con historias dolorosas”.