a fotógrafa Irantzu Pastor Ordoki (Lesaka, 1985) y la periodista y antropóloga Igone Mariezkurrena Fernández (Pasai Donibane, 1985) acaban de publicar el libro Luminiscentes La obra recoge “diversas formas de violencia contra las mujeres y la historia vital y fotografías de 63 mujeres que no tienen cabida en los grandes discursos”, comentan ambas autoras. Se trata de un proyecto llevado a cabo en India, Palestina, la nación Lakota y Euskal Herria.

Las protagonistas de los relatos viven o crecen en ambientes violentos como la ocupación militar, el empobrecimiento, los desplazamientos forzados, el genocidio o la asimilación cultural. Sin embargo, estas violencias estructurales se complican con otras más sutiles que condicionan la vida cotidiana de las mujeres y no tienen ese reconocimiento. El proyecto Luminiscentes pretende sacar a la luz estas últimas, visibilizando a menudo violencias sin registro ni nombre, poniendo en valor la resiliencia de los protagonistas y rechazando el romanticismo del sufrimiento. “El título Luminiscentes hace referencia a la capacidad que tienen las protagonistas de esta obra de seguir brillando en la oscuridad; en los contextos más desfavorables”, señala Mariezkurrena. “Se trata de un intento de romper los discursos homogenizadores en torno a las mujeres y, en lugar de ellos, plasmar miradas más complejas. Es un intento de comprender cómo una amplia gama de manifestaciones de la violencia patriarcal se cruzan con las de género, la raza, la etnicidad, la clase y sexualidad”. El libro es un trabajo en común que han realizado ambas desde 2018. Según Pastor, “cada año hemos aprovechado nuestras vacaciones para llevar a cabo este proyecto que hemos realizado por nuestra cuenta. El primer viaje fue a Palestina. Teníamos una idea general de lo que queríamos hacer, pero a la vuelta de ese viaje vimos con más claridad a quién dedicaríamos el trabajo, cómo contaríamos esas historias de mujeres. Todos los años hemos realizado un viaje, el último fue a principios de 2020, a Dakota del Sur, y a su regreso comenzó la pandemia. Desde el principio teníamos claro que en Euskal Herria también queríamos tratar el tema, así que en el último año de la pandemia hemos aprovechado para hacerlo”.

Ha sido un trabajo complejo. Como refiere Mariezkurrena, “a lo largo de estos cuatro años, me he sentido incómoda y fuera de lugar a menudo, como alguien que no comprende nada de lo que sucede a su alrededor. Creo que, para una periodista, eso es una buena señal; porque este proyecto me ha llevado a explorar miradas y narraciones más allá de todo lo que daba por sabido. Presenciar determinadas escenas o recibir determinadas respuestas me ha llevado a desaprender y repensar muchas cuestiones que creía saber. En Palestina conocimos a muchas madres a las que reconocimos nuestra admiración por su extraordinaria fortaleza. Alguna me interpeló contundente que por qué nos empeñábamos las europeas en edulcorar su sufrimiento, que ellas no sufren menos de lo que sufriríamos nosotras en su lugar, que no quieren ser ni tan valientes, ni tan luchadoras, que lo hacen porque, simplemente, no ten otra opción”.

complicidad

Pastor comenta que en la mirada de las mujeres siempre surge una complicidad, “pero que hay que buscarla para encontrarla. Es imprescindible acercarse a estas mujeres con humildad y respeto. Les hemos pedido que nos cuenten sus traumas y nos han abierto esa puerta porque hemos trabajado desde el respeto y la cercanía. Creo que hace falta empatía para escuchar los testimonios de las mujeres y luego plasmarlo en la fotografía. Todas las miradas que se ven en las fotos son puertas abiertas, una mirada recíproca, entre esa mujer y yo, y en todas tienen un punto de admiración por mi parte. Porque son mujeres que viven en situaciones difíciles o que han sufrido traumas violentos, y sin embargo han tenido la capacidad de levantarse y de mirar al frente con dignidad”.

El hecho de que ambas autoras sean mujeres también ha influido, ya que según comenta Mariezkurrena, “de mujer a mujer se entiende mejor lo que se siente en diferentes tipos de violencia. Sin embargo, tenemos claro también que es un trabajo realizado desde nuestro privilegio, somos mujeres sí, y sufrimos opresión por ello; pero somos blancas, hemos nacido en Euskal Herria, hemos recibido educación, nuestras necesidades básicas están cubiertas etc... Es necesario tomar conciencia de ello. De hecho, en muchas ocasiones, mientras escuchaba y tomaba nota de lo que estas mujeres nos relataban, he pensado que las brechas económicas, sociales, raciales.... me alejaban de la mujer que tenía en frente mucho más de lo que nos unía el hecho de ser mujeres”.

Irantzu Pastor ha trabajado en muchas zonas conflictivas en las que los protagonistas de primera línea suelen ser hombres. “Los vemos con armas, mandando en los gobiernos, en las calles, en las reuniones, en las fotos de los presos políticos... -señala- pero, ¿dónde están las mujeres? Cuando la guerra ha terminado oficialmente, ¿Quién rehace sus redes sociales? ¿Quién ha mantenido a la familia? ¿Quién está haciendo un trabajo silencioso? ¿Quién cuida de las personas a su alrededor? Siempre son mujeres. Pero no las vemos en medios, no sabemos cuanto sufren. He visto lo mismo en todos los países en los que he estado, en Colombia, Kurdistán, Guatemala, Palestina,...”.

Es difícil destacar su experiencia más dura, pero Pastor recuerda que “lo que vi en 2017 en Grecia y Serbia fue duro. Miles de jóvenes migrantes afganos decididos a saltar la frontera europea... a sobrevivir en los barracones abandonados en pleno invierno. Había niños de unos 10 años solos. También en la India vimos de cerca diferentes formas de prostitución. Estuvimos en los barrios rojos con las mujeres que trabajan allí y entramos en los burdeles, fue duro”.

“Hace falta empatía para plasmar sus testimonios en las fotografías”

Fotógrafa