Que la digitalización no solo no frene sino que acelere ha sido una constante en las dos primeras décadas del presente siglo. El mundo es un lugar cada vez menos analógico y la pandemia no ha hecho sino acentuar esta tendencia, con transformaciones empresariales y sociales a velocidades sin precedentes en los primeros meses del 2020. Aunque año y medio después parece que el ritmo de esta convulsa conversión haya disminuido, es innegable que Internet va a seguir siendo una herramienta indispensable para el futuro de la humanidad.

Es por ello que, a medida que lo digital gana espacio en el día a día, también crece la necesidad de comprender las amenazas a las que la red nos expone y cómo combatirlas. A nadie se le permite salir a la carretera sin saber conducir, pero no parece que haya requisitos para navegar por la web. Quizás por la novedad del sector, pues la democratización de la tecnología digital no llegó hasta hace apenas dos décadas, existe una evidente falta de concienciación sobre los riesgos que suponen los ciberataques.

Las defensas

Lo primero que es necesario comprender es cuáles son las herramientas de protección que existen en el plano digital. La primera línea de defensa es la propia tecnología; es decir, los equipos que utilicemos y, sobre todo, las medidas de seguridad con las que cuenten. Aunque hoy en día existen diversos sistemas de protección, ningún ordenador sale de fábrica siendo seguro.

Si bien los equipos recién adquiridos sí llevan alguna medida de seguridad básica, no suelen ser suficientes a la hora de evitar accidentes graves. Contar con un buen antivirus o cifrar completamente el disco duro mediante sistemas de encriptación pueden ser buenas opciones si lo que se quiere es blindarse frente a ciberataques. La tecnología existe y es eficaz, pero también es voluntaria: alguien tiene que elegirla e instalarla.

Por tanto, resulta evidente concluir que la segunda línea de defensa, la más importante, es el propio usuario final. Aún con los mejores sistemas de protección, los ciberataques siguen siendo un peligro para el ciudadano de a pie, que sin tener ningún tipo de conocimiento en ciberseguridad, en la red tiene que vérselas con verdaderos expertos en técnicas de hacking.

El conocimiento

Los expertos en ciberseguridad vienen alertando desde hace un tiempo de la importancia de dotar al usuario de nociones lo más completas posibles sobre los tipos de ataque más comunes que sufren los ordenadores particulares.

Uno de los principales problemas a los que se puede enfrentar un usuario es al robo de información confidencial y a la suplantación de identidad una vez se han adquirido las credenciales. Casi siempre se trata de una estafa dirigida a obtener los datos bancarios de la víctima, pero también puede resultar en el robo de cuentas de redes sociales para chantajear a los afectados.

Entre las técnicas más empleadas para la apropiación indebida de datos se encuentran los troyanos (programas que se camuflan en el ordenador del usuario), el phising (páginas web fraudulentas en las que se pide al usuario introducir sus datos) y el malware keylogger (que permite al atacante conocer lo que la víctima está escribiendo en su teclado, dirigido al robo de contraseñas).

En estos casos, la principal recomendación es mantener el sistema operativo actualizado y protegido con software antivirus. Una vez la tecnología ya juega a nuestro favor, el resto de consejos están dirigidos a que el usuario mantenga buenas prácticas a la hora de usar Internet.

En primer lugar, es muy recomendable el uso de contraseñas seguras, cuanto más complejas mejor. Para ello, lo más cómodo es contar con un programa de administración de contraseñas fiable, de forma que cree claves al azar y las guarde de manera local.

También conviene cuestionarse constantemente qué hiperenlaces clicar. Nunca deben abrirse archivos adjuntos de correos electrónicos no deseados, ni pinchar en enlaces que no sean fiables. Si bien la mayoría de programas de mensajería bloquea o cataloga como spam los correos sospechosos, la decisión última de abrirlos (o de no hacerlo, en el mejor de los casos) recae en el usuario.

Pero en casos como el del phising, quien proporciona la información al ciberdelincuente es la propia víctima, creyendo que esta rellenando sus datos en un portal legítimo.

Debido a esto, es fundamental cerciorarse de que las URL (las direcciones web que pueden comprobarse en la barra superior del navegador) de los sitios visitados sean legítimas y no parezcan sospechosas. Un buen indicador es que comiencen por https, signo de que la web en cuestión cuenta con un protocolo seguro de transferencia de información entre el servidor y el cliente.

Además de todos estos riesgos genéricos, también existen peligros de Internet que afectan especialmente a niños y adolescentes, como el ciberbullying, las compras no autorizadas con tarjetas bancarias de los progenitores o la adicción a las nuevas tecnologías. Aunque queda mucha concienciación por delante, un buen primer paso puede ser comenzar a hablar de ello.

Breve guía

El acelerado proceso de digitalización de las últimas décadas hace que cada vez sea más relevante que los usuarios sepan cómo enfrentarse a las formas de ciberataque más comunes. Como muestra, a continuación dejamos una breve guía de buenas prácticas a la hora de navegar por Internet:

-Instalar un antivirus con correo 'antiphising' para correo y páginas web.

-Mantener el software y el sistema operativo actualizados.

-Utilizar algún programa antimalware de confianza.

-Usar, siempre que sea posible, contraseñas complejas y seguras. Si fuera necesario, utilizar un gestor de contraseñas.

-Desconfiar por defecto del contenido de los correos no deseados; bajo ningún concepto abrir sus archivos adjuntos.

-No pinchar en URL que parezcan ilegítimas o sospechosas, sobre todo si carecen de certificado de seguridad (HTTPS).

-Si se recibe una solicitud de información sospechosa de una empresa conocida de la que se es cliente, tratar de contactar con ella a través de otros medios.

-No dejar a los niños que naveguen sin supervisión en la red.

-Transmitir a jóvenes y adolescentes (y a los adultos también) la importancia de proteger su privacidad personal, evitando que publiquen más información de la necesaria en sus redes sociales.

-Controlar que los más pequeños no tengan acceso a las credenciales bancarias de los progenitores para evitar compras sin autorización.

-Hacer uso de las configuraciones de control parental que ya tienen muchos dispositivos.

Es vital que los usuarios tengan nociones básicas de ciberseguridad para protegerse a sí mismos