rrar es humano. Ocultar los errores es imperdonable. No aprender de ellos no tiene justificación". (Sir Liam Donaldson).

En julio del pasado año, un grupo de expertos sanitarios se preguntaba en una carta publicaba en la revista científica The Lancet, de la que se hacía eco recientemente Diario Médico, las razones por las que España, con un buen sistema sanitario asistencial, en líneas generales, podía estar entre los más afectados por la pandemia de Covid-19, reclamando una evaluación de la respuesta que se estaba ofreciendo al problema a nivel estatal y autonómico, realizada por expertos independientes e imparciales, incluso extranjeros que podrían ofrecer otra visión más global, con el único objetivo de mejorar la respuesta sanitaria. Un ejercicio que debería hacerse de forma sistemática en el ámbito de todas las políticas públicas y que algunos países como Suecia o Nueva Zelanda lo hacen, para aprender de los errores. Tienen otro nivel.

Algunas razones son conocidas. La falta de preparación, la poca consideración presupuestaria y política que tiene la salud pública históricamente infradotada, que no detectó el problema hasta que la epidemia estaba descontrolada, el retraso en la toma de decisiones, los problemas de coordinación entre gobiernos central y autonómicos, especialmente en las de diferente sintonía política, que ocasionaron retrasos de hasta seis meses para armonizar criterios y decisiones, las carencias en recursos humanos y financieros y la falta de previsión en las residencias de ancianos son algunas de ellas. También han influido factores como el envejecimiento de la población, la desigualdad social o los efectos de una década de austeridad que ha mermado las capacidades del sistema sanitario. Algunos factores admiten cambios.

Se deberían analizar los medios empleados, las capacidades de los sistemas de información, la metodología en la toma de decisiones, infraestructuras disponibles y utilizadas o el papel de la investigación en la respuesta a la crisis.

La Interterritorial Sanitaria, salvo Euskadi, aprobó por unanimidad la creación de una comisión evaluadora de la gestión de la pandemia, integrada por cuatro personas, una de las cuales, profesora del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid y presidenta de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) es de dudosa independencia o neutralidad por haber sido directora general de Cooperación Autonómica del Ministerio de Administraciones Públicas con la ministra Salgado.

Hace unos días, el lehendakari Urkullu alababa la gestión de la pandemia en Euskadi dando a entender que aquí no nos hace falta ninguna evaluación, en unas declaraciones triunfalistas y exentas de autocrítica que, humanamente comprendo, pero no comparto, como sospecho les ocurren a muchos profesionales de la salud pública, entre los que incluyo, lógicamente, a los farmacéuticos y veterinarios. Admito que ha tenido que bregar en un estrecho campo de juego en cuanto a la gestión se refiere y aparentando en casa, una autonomía que por derecho constitucional le corresponde, pero que no ha podido ejercer, convirtiéndose en un mero delegado territorial durante un estado de alarma que, a ninguno ha sorprendido, fuera inconstitucional, por causas ajenas a su voluntad y que puede afectar a la Ley Antipandemia vasca. Y lo ha hecho ofreciendo una lección de dignidad ante su pueblo. Pero la transparencia, incluso con el secreto a voces de la composición del LABI "técnico-científico", no se debe confundir con la propaganda. La organización de las vacunaciones masivas ha resultado excelente. Pero en lo que respecta a la comunicación, área en la que ha podido ejercer con absoluta libertad, ha sido un desastre y una parte de los que no quieren ser vacunados, incluso personal de la propia Osakidetza, puede ser una consecuencia.

La ciudadanía británica ha accedido a la primera auditoría de la gestión gubernamental de la pandemia elaborada por dos comisiones parlamentarias. El informe Coronavirus: Lecciones aprendidas hasta la fecha, elaborado por las comisiones parlamentarias de Ciencia y Tecnología y de Sanidad y Cuidado Social, resulta demoledor y lamenta que el enfoque inicial del país ante la crisis se basara "inflexiblemente" en un modelo de la gripe.

Recordemos que la primera estrategia consistió en una implantación gradual de los confinamientos y la distancia social, que derivó en una mayor cifra de muertes a causa del virus, cuando, en opinión de los auditores, de haberse impuesto el confinamiento puro y duro desde un principio se habría ganado tiempo para investigar el desarrollo de vacunas, tratamientos y establecer un adecuado sistema de rastreo. Además, afirman que durante las primeras semanas se expusieron deficiencias, tanto en el asesoramiento científico como en las medidas gubernamentales, sin que se tuviera una idea real del alcance de la propagación del coronavirus y restando importancia al papel de la transmisión de los asintomáticos.

Lamentan también que el Reino Unido implementara "controles fronterizos suaves" pese a que el 33% de los casos registrados en la primera ola se introdujeron desde España y el 29% desde Francia. Destacan también la alta tasa de muerte entre personas de las comunidades negra, asiática y de minorías étnicas y de aquellos con "incapacidades de aprendizaje".

Y ahora la gripe que, como todos sabemos, se transmite por aerosoles, lo mismo que el covid-19. Idénticas medidas preventivas, lavado de manos, ventilación y evitar aglomeraciones. Sigue siendo recomendable la mascarilla y, sobre todo, precisamente ahora que ha comenzado la campaña, la vacunación.

Hoy, pencas de acelga rellenas, merluza en salsa verde y plátano de Canarias flambeado al ron. Crianza Viña Salceda de Elciego. Café y mantecadas de Orduña de las buenas, de Badillo, con B, no de las de los requetés, para acabar la caja.

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La ciudadanía británica ha accedido a la primera auditoría de la gestión de la pandemia