Acabo de ver la película Maixabel, de Icíar Bollaín, y continúo conmocionado. Con la lectura de Patria me pasó algo parecido. Saludé una vez a Juan Mari Jáuregui (teníamos una amiga común), causándome una grata impresión. Historia dura e incuestionable la que relata y que no por conocida deja de ser una invitación a la reflexión, al que le dejen reflexionar. A algunos presos de Pamplona, por ejemplo, no. Me comentan que, para la tarde del 27 de noviembre, víspera de la maratón y del certamen internacional de kárate para deportistas con discapacidad, la Asociación de Donantes de Sangre de Gipuzkoa, a la que pertenecí durante 30 años, prepara una gran movida para llamar la atención sobre la necesidad de donar sangre y captar nuevas víctimas para el vampiro que asuman el compromiso de acudir trimestralmente. Se titulará Pink Force Day (bilingüismo a todos los niveles) no confundir con el black friday, que incluirá un concierto y un desfile de la Legión 501, esa división de los ejércitos del Imperio de Star Wars cuya misión es acudir a causas solidarias. Amanecerá y veremos, pero me advierten de que debemos estar preparados, con la vena media del antebrazo dispuesta generosamente para la indolora punción.

Al hilo del comentario sobre la macrogranja de vacuno lechero que pretendían crear en Noviercas (Soria), me informan de que está prevista la instalación por parte de un grupo de inversión ligado al Banco Santander, en la muga entre Cuenca y Albacete, de una de las mayores explotaciones de ganadería industrial de Europa, con millón y medio de gallinas. ¡Manda huevos! Una amenaza para la vida rural que se estima pueda consumir 345.000 litros de agua al día, proveniente de unas sobreexplotadas masas de agua subterráneas de Rus-Valdelobos. Me imagino que el presidente Emiliano García-Page estará cavilando la manera de distraer la atención de los malhumorados vecinos, culpando a los vascos y su Concierto Económico, pero me temo que esta vez el manido truco no le va a funcionar. Los afectados, ajenos a cortinas de humo, se han organizado en la plataforma Pueblos Vivos de Cuenca para evitar que les pongan mirando para tal. Mi respeto y solidaridad.

Alguna vez nos hemos referido a la deseada y necesaria transparencia en la gestión de la pandemia y la independencia de los asesores técnicos-científicos, ese LABI disuelto esta semana.

Hace unas semanas, la Interterritorial Sanitaria, salvo Euskadi, aprobó por unanimidad la creación de una comisión evaluadora de la gestión de la pandemia, integrada por cuatro personas, que no resultarán incómodos a la ministra y que definirán criterios y propondrán a los técnicos evaluadores para realizar una auditoría rigurosa, cuyas conclusiones resulten útiles frente la próxima pandemia que, si no aprendemos a vivir en un pueblo global racional, puede ser pronto una realidad. La OMS y The Lancet también tienen sus propios equipos funcionando desde hace unas semanas.

Enlaza con todo esto el anuncio de la ministra Darias presentando el anteproyecto de la Ley de creación del Centro Estatal de Salud Pública que nace para mejorar la paupérrima red de vigilancia existente en la actualidad, ampliarla e interconectarla, por un lado, con las comunidades autónomas y, por el otro, con las agencias europeas al efecto. Alguien deberá idear la fórmula jurídica constitucional para encajar el centro con las competencias en materia de salud pública, en su casi totalidad, transferidas a las autonomías.

El futuro centro, una agencia estatal de salud pública, deberá gozar de la suficiente autonomía de funcionamiento que garantice su independencia, tanto política como de cualquier otro agente, para poder evaluar políticas e intervenciones, asesorar, no solo sobre emergencias, y proponer políticas de salud pública. No es un invento de la ministra. Estaba previsto hace diez años, por la Ley 33/2011 General de Salud Pública, y volvió a la actualidad por el acuerdo de los partidos políticos en la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica del Congreso de los Diputados para salir de la crisis del covid. No empezamos bien. En el anteproyecto no se menciona en absoluto a las zoonosis, la sanidad animal o las ciencias veterinarias, lo que contrasta con proyectos similares recientes para hacer frente a amenazas sanitarias, como el Grupo Asesor Científico de la Organización Mundial de la Salud para el Origen de los Nuevos Patógenos (SAGO), que tienen muy en cuenta a los veterinarios como técnicos de las zoonosis y garantes de la cadena alimentaria, desde la granja o la naturaleza, en el caso de la caza y pesca, hasta la mesa, para cubrir determinados puestos acordes con su formación y habilidades. Incluso en los puestos directivos.

Ahora, desaparecido el brote de fiebre del Nilo en Andalucía, con varias personas fallecidas, estamos padeciendo otro de carbunco bacteridiano muy transmisible a las personas con varios focos en Extremadura que, de momento, ha afectado fatalmente a bovinos, porcinos y équidos, pero es transmisible a las personas. Está pasando desapercibido en los medios, a pesar del morbo que genera el ántrax, por la erupción de La Palma.

Me imagino que en Euskadi no nos quedaremos atrás y, fieles a nuestro estilo, haremos otro equipo auditor mucho más independiente, con un coordinador de bandera, mejor de ikurriña y el centro más puntero del mundo en Bilbao, claro, para llenarlo de técnicos con fonendo, carnet y bata. A ver si se acuerdan de las Ciencias Veterinarias. Una de sus primeras iniciativas podría ser declarar obligatoria la vacunación antirrábica para los perros, porque la rabia existe cerca, hace unos días en Melilla, no tiene tratamiento y en el mundo mata a 59.000 personas anualmente, el 40% niños. Una pena.

Hoy arroz con verduritas y gambones. Merluza a la donostiarra. Queso de Erniope de Asteasu y un plátano de Canarias. Con el café, chocorrezno (chocolate con torreznos) de Soria. Txakoli Urruzola de Alkiza.