En algún punto entre la tozudez y la perseverancia se ha gestado esta historia, la de una antigua calzada cuyo origen se remonta probablemente a la Edad Media y yacía semioculta bajo tierra, barro y hierba. Una pista de monte que ahora reivindica su pasado, como camino real quizás; y durante siglos como vía para el uso de los vecinos de la zona: Idiazabal, Segura y Zegama. La vía que les conectaba con Navarra. Eso seguro.

Se trata de una calzada en toda regla, construida con piedra caliza y pizarra, elegante y bien conservada cuando se escarba el terreno que la cubre y sale a la luz, pero no está incluida en el inventario patrimonial de bienes con protección de Euskadi. ¿Un error? ¿Olvido? ¿Qué valor tiene? ¿Merece la pena protegerla como parte de nuestro patrimonio histórico? ¿Podría ser la Cenicienta de Idiazabal?

Aitor Aseginolatza, un peón de arqueología con terrenos en la zona, apasionado de la naturaleza; y el historiador local Antonio Berasategi se están dejando la piel, removiendo Roma con Santiago, para que se le dote de protección patrimonial y se regulen sus usos. En el Ayuntamiento les conocen bien.

La propia Diputación de Gipuzkoa ya ha reconocido a este periódico que está en ello, que ha tomado nota, y que la calzada “tiene valor”. El área de Patrimonio de la Diputación está elaborando ya, de hecho, un informe técnico para remitirlo al Gobierno Vasco y que este estudie si incluye la calzada de Urtsuaran en el inventario de bienes a proteger y, si es así, con qué grado de protección. Todo, a raíz de la reivindicación de estos dos vecinos.

Las referencias históricas a esta calzada son numerosas, pero la tradición popular le concede también un papel innegable, incluso como lugar de culto casi. De hecho, en este lugar se halla la famosa piedra donde dicen que la virgen puso su pie. Y aún hoy, en pleno siglo XXI, algunas personas mojan sus dedos en el agua de lluvia que se acumula sobre la huella y se santiguan.

Parece claro, desde luego, que la calzada cayó en desuso, al menos como camino real, a comienzos del siglo XIII, en el año 1200, cuando Gipuzkoa se anexionó voluntariamente a Castilla, lo que llevó al Reino de Castilla a impulsar la calzada de San Adrián, la conexión alavesa. Y de este modo, la calzada de Urtsuaran pasó del desuso al olvido con el paso de los siglos.

Hasta hace nada, de hecho, este camino era solo uno más entre tantos. Una pista de montaña; ancha, eso sí, y utilizada para los usos propios del monte, como la saca de madera, labores de limpieza, los paseos. Y ahora está sirviendo a los trabajadores que están limpiando el corredor de la línea de alta tensión, una especie de franja de seguridad para cumplir con la normativa europea. El objetivo es que no haya árboles que puedan caer sobre el tendido eléctrico y provocar incendios.

Camiones de varias toneladas circulan por allí. Y podrían circular incluso mucho más pesados, hasta de 25 toneladas podrían pasar, según la normativa aplicable a esta vía, ya que no está inventariada por Patrimonio y carece de protección.

Resurrección en pandemia

Lo que está claro es que la calzada ha sido un descubrimiento para decenas de vecinos de Idiazabal durante esta pandemia. Templo del paseo. Hasta el Ayuntamiento llegó a organizar una visita guiada el pasado mes de marzo. Los protagonistas de esta historia, desde luego, aseguran que no van a parar hasta conseguir que se valore.

“Las formas y las piedras encajan con lo que se hacía en la era medieval. No hace falta que sea romana”, reconoce Aitor. “Tampoco lo es la de San Adrián, pero es nuestro patrimonio y este es un camino muy querido por la gente de Urtsuaran”.

Aseginolatza ha lucido unos pocos tramos de piedra, dos especialmente, unos 20 metros en total. Lo ha hecho de sus propias manos y herramientas. Con frontal de luz a veces, porque la noche se le echa encima. Durante el día, poco a poco. Con sus manos, una escoba (“herramienta imprescindible”), una espátula con la que quita las hierbas de entre las piedras y un paletín de obra. Herramientas que ha utilizado en numerosas excavaciones arqueológicas en castillos de Navarra, en Aitzorrotz, Eskoriatza, Garaño y hasta en Galicia.

Trabajo de hormigas. Retiramos el balasto, escarbamos con las manos y el barro pronto deja paso a las piedras de la calzada. ¿Cómo luciría recuperada del todo? Es el sueño de Aitor, que ha llegado a organizar grupos en auzolan para aflorar este “tesoro” escondido. Darle valor. Y lo está logrando. El confinamiento ha provocado que se revalorice aún más, debido al creciente tránsito de peatones y bicicletas. Ya no es una pista cualquiera, ahora “es un paseo maravilloso, un lugar con historia”, dice.

“Protegido” con balasto

¿Pero cuál es el verdadero valor arqueológico de la calzada? Hablamos con Alfredo Moraza, geógrafo e historiador de la sociedad de ciencias Aranzadi y buen conocedor de la zona. “Lo que sí está claro es que hay una antigua calzada. Y que en los últimos años, el Ayuntamiento decidió echar balasto sobre la pista para estabilizar el terreno y facilitar el paso de vehículos pesados y todoterrenos cuando se dirijan a realizar labores de limpieza o desmonte. Y ese propio balasto es una protección inmejorable para la piedra del camino, por lo que el estado de conservación de la piedra que aún permanece tapada es bueno”, dice.

Pero es el momento de ponerse serios. Su valor arqueológico, por ahora, es una incógnita. En sus años hacía las veces que hoy en día puede hacer la carretera N-I que discurre a menos de 100 metros en paralelo, hacia el alto de Etzegarate. Moraza asegura que es imposible saber de cuándo es la piedra de la calzada.

Nos pone un ejemplo: “Es como una carretera actual, la N-I, pongamos el caso. Puede que sea de hace años, un camino antiguo, pero el pavimento que vemos no sabes de cuándo es. Y antes igual. También se hacían reparaciones y renovaciones de los caminos. Es decir, el camino podría tener cientos de años. Quizá miles, pero la calzada que se puede ver ahora si se retira la capa de monte que la cubre no sabemos cuántos años tiene y puede ser mucho más reciente”, explica.

Desde luego, añade, hay reseñar suficientes para saber que “es el mismo trazado que se dice que tenía la calzada de la Edad Media, pero eso no quiere decir que sea la de la Edad Media”. La pregunta es, ¿deberían pasar camiones por ahí sin ningún tipo de limitación?

Aseginolatza y Berasategi claman al cielo. Aseguran que dos de los tres pequeños puentes que elevan esta antigua calzada sobre unos regatos están en mal estado por el paso de los camiones. Podemos comprobarlo in situ en uno de ellos. Su grito, su insistencia, su labor, ha hecho que tanto el Ayuntamiento de Idiazabal, como la Diputación de Gipuzkoa hayan retomado el asunto con seriedad.

Dice Aseginolatza, buen conocedor de la zona, que existe una pista alternativa para que los camiones del desmonte o los propios bomberos, o los trabajadores de los tendidos, en caso de necesidad, accedan a la zona sin utilizar esta vía.