icen que la mayoría del pueblo alemán ignoraba que los nazis estaban exterminando a los judíos, por eso su pasividad frente a la Shoá (el Holocausto). Es imposible creerse que la ciudadanía israelí no se haya enterado que su Gobierno practica con los palestinos un genocidio prescrito en el Libro de Josué, sexto libro del Antiguo Testamento. Su actitud es de complicidad. Y la de Europa y los Estados Unidos, de vergüenza.

El asunto de la segunda dosis vacunal presenta un aspecto opaco, parecido a las obras del metro donostiarra y sus reiterados socavones. El penúltimo, cuyo tamaño, el alcalde Goia con el poco entusiasmo que utiliza cuando habla de ese proyecto tan estratégico y participativo, manifiesta primero, desconocer, para luego asegurar, en la misma entrevista publicada en NOTICIAS DE GIPUZKOA, que no conlleva problemas estructurales y que pronto estará solucionado. Ah, estupendo. Lo decíamos en una homilía anterior, "algo huele a podrido". Lo mismo que en la conclusión del estudio de la Srta. Pepis bautizado como Combivacs, desarrollado en varios centros hospitalarios, Cruces incluido, y coordinado por el Instituto de Salud Carlos III, sobre la sustitución de la segunda dosis de AstraZeneca por otra de Pfizer, cuyo resultado favorable ya les anticipaba a primeros de mes. La chapuza se veía venir.

Había que dar una solución a los cerca de dos millones de funcionarios menores de 60 años, vacunados con AstraZeneca, sin que lo solicitaran ni firmaran ningún consentimiento informado, y que permanecen secuestrados en el limbo vacunal por la manifiesta incompetencia ministerial.

La Comisión de Salud Pública, cuya composición es de carácter reservado, pero no independiente, se nuestra favorable al cóctel con Pfizer, a pesar de las reacciones adversas leves que ocasiona. Por otro lado, cuenta con el rechazo de siete comunidades autónomas, que cuestionan la calidad de la investigación. Euskadi se muestra cauta, en esa calculada ambigüedad jesuítica que nos caracteriza. Además, no oculta la consejera, a la que quiero imaginar incómoda en esta situación de falta de responsabilidad, ajena a su voluntad y gestión. Puede ir solicitando los viales necesarios para atender las demandas de AstraZenecas.

Los medios de desinformación estatales y paragubernamentales, ensalzan las grandes ventajas que supone la administración del cóctel inmunológico ante los posibles trombos -el miedo y el terror, bien gestionados, siempre han sido grandes aliados del poder- enumerando la lista de países que ya han adoptado esa decisión carente del menor rigor científico. Por contra, los colegios profesionales sanitarios y asociaciones científicas diversas abogan por una segunda dosis con la misma vacuna con que se comenzó el tratamiento, algo basado en la evidencia científica, único criterio aplicable.

Ante la contestación recibida a la, cuando menos extraña, iniciativa ministerial y para añadir más ansiedad y confusión, la ministra que está haciendo bueno a su antecesor, apela al Comité de Bioética, un órgano independiente y de carácter consultivo, o sea, no vinculante, al que anteriormente no consultó, para dictaminar sobre la conducta a seguir en el supuesto de que algunos de los que anteriormente aceptamos ser vacunados con AstraZeneca, porque era la que tocaba y porque no era ético elegir. Ahora exijo continuar el tratamiento con la segunda dosis del mismo laboratorio, como prescriben la EMA, entidad referente de la farmacovigilancia de Europa, el criterio científico y el sentido común.

Comparto con el presidente del Comité su criterio contrario a la elección de las vacunas por parte de la ciudadanía, entendiendo que su administración deba basarse en la eficacia y recomendaciones técnicas para los diferentes grupos poblacionales. Pero considero un truco de tahúr político, pelín mafioso, aplicar ese criterio para quienes ahora se encuentran en el limbo o estamos a la espera de la segunda aplicación. Si alguien debe firmar un consentimiento informado, debería ser aquella persona que por los motivos que fuere, decida abandonar la pauta científicamente establecida, en el supuesto de que la administración sanitaria competente pudiera acceder a su pretensión.

Quizás el Comité de Ética considere terrorismo sanitario el folleto que, según dicen, se suministrará a quienes optemos por continuar con AstraZeneca, advirtiéndonos de los riesgos que asumimos. Como si la vacuna de Pfizer no tuviera contraindicaciones. Además, nos penalizan a la cola. Parece un juego muy sucio.

A nadie se le escapa que las farmacéuticas se están jugando miles de millones. Tampoco es un secreto que estas empresas gastan mucho más en marketing que en investigación. Conocemos la generosidad de los laboratorios médicos, no tanto los veterinarios, organizando viajes a destinos turísticos o cruceros, con la excusa de un congreso, simposio o jornada de chichinabo, para los profesionales y sus parejas o los costosos regalos por supuestos seguimientos de tratamientos para estudios que no se publicarán jamás.

Hace unos días detuvieron a unos políticos de distinto signo en Valencia por unas presuntas mordidas en la adjudicación de obras. Se silenció enseguida el asunto, quizás por ser una práctica rutinaria y tácitamente aceptada con asumida indiferencia. Ahora comienza el juicio a la cleptocracia familiar catalana del clan Pujol. Se hablará más.

Influenciado por mi colmillo retorcido por la experiencia o por la serie Line of duty (Cumplimiento del deber), comienzo a atar cabos. El aparente desconcierto y los criterios cambiantes encajan perfectamente con la financiación de algunos partidos políticos por parte de un laboratorio.

Hoy domingo, cabreado con tanta sinvergüencería, no trabajo en la cocina. Ensaladilla rusa y gambones fritos en panko del bar Nevada y cordero asado a baja temperatura de Maialen. Cerezas. Inurrieta Cuatrocientos. Escocés The Glenrothes de 10 años.