a conmoción ocasionada por los asesinatos de los reporteros David Beriain, Roberto Fraile y un cooperante irlandés, y la desaparición de un nativo en Burkina Faso, pone de nuevo de actualidad el argumento de la novela del veterinario Gonzalo Giner, La bruma verde, ambientada en el Congo. Recomiendo su lectura. Es una merienda de blancos, que no de negros.

Después del parón, técnicamente injustificado, comunican con alharaca y ditirambos que la Comisión de Salud Pública hace suya la recomendación de la EMA de mantener los plazos a la hora de aplicar la segunda dosis. Sería deseable que, entre políticos y enchufados de esa Comisión, hubiera uno, siquiera uno, con conocimientos técnicos para impedir que la propuesta de alargar los plazos se hubiera planteado, o mejor, trascendido a la opinión pública, uno capaz de comprender la ficha técnica de las vacunas y entender el dictamen de la EMA para explicársela al resto. No fue así. A Abraham le ocurrió lo mismo cuando intentaba evitar la destrucción de Sodoma y Gomorra, según el capítulo 18 del Génesis.

En este momento, en todo el Estado están en el limbo medio millón de personas vacunadas en primera fase con AstraZeneca, esperando con la lógica ansiedad e incertidumbre la segunda dosis, víctimas involuntarias del tactismo monclovita en la campaña por la Comunidad de Madrid. Al igual que la prórroga del estado de alerta. Todo, supeditado a los intereses electorales de Sánchez. La que ha liado el angelito con la moción de censura de Murcia.

A iniciativa de la ministra de Sanidad, que está haciendo bueno a su antecesor, se puso en marcha un estudio con 600 voluntarios, en el que también participa Cruces, para analizar los posibles beneficios de la aplicación de una segunda dosis, que utiliza un mecanismo de acción diferente, a esos vacunados que están en el limbo y comprobar su nivel de anticuerpos. La Agencia Europea del Medicamento (EMA), entidad referente de la farmacovigilancia de Europa, ya se mostró favorable a completar el tratamiento con AstraZeneca. Habrá que esperar al resultado del estudio a finales de mes. Y pasan los días. En el mentidero sanitario ya adelantan que el resultado avalará la segunda vacunación con Pfizer. Parece un poco raro. Algo huele a podrido en el estado de Dinamarca, dice el centinela Marcelo, del castillo de Elsenor (Dinamarca), en el Hamlet de Shakespeare.

Madrid, Andalucía y alguna otra comunidad gestionaron discretamente la adquisición de la vacuna rusa Sputnik, a espaldas de la UE, sabiendo que ni está autorizada por la EMA, ni va a estarlo a corto plazo. No quiero ni imaginarme la reacción del pesebre mediático en el supuesto de que hubiera sido Euskadi la que adoptara semejante iniciativa. En realidad, todo resultó ser una baladronada de campaña electoral. Y luego, in continente, caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada, que dice Cervantes en su soneto con estrambote.

A ver si nos aclaramos. La compra de vacunas la negocia -de aquella manera-, la UE, que luego las reparte a los estados miembros, según criterios que ignoro. El suministro llega al Gobierno español. El que aterricen en Foronda o en otro lugar es anecdótico. Otra cosa es la ficción que monte el programa de desinformación y propaganda de la cadena pública vasca. El Ministerio de Sanidad reparte las vacunas a las 17 comunidades autónomas, según criterios que desconozco. Tal vez nos apliquen el 6,24, nuestra cuota de participación en los presupuestos generales, tan criticada por otros que aportan mucho menos. No lo creo. Quizás sean variables técnicas, pero lo dudo. Es factible que sean razones más inconfesables. Una muestra más de eso que falta a lo largo de toda la gestión pandémica, un programa de comunicación serio, que no consiste en politizar la pandemia, ni en aturullarnos con información inútil para el común, las curvas y porcentajes, muchas veces de dudosa credibilidad, las opiniones de los hosteleros afectados ¡que no falten!, los controles policiales y las sanciones impuestas que, en su mayoría, no se cobrarán. Propaganda. Comunicar es implicar a la ciudadanía. Las dosis recibidas las aplica Osakidetza dentro de un operativo bien organizado aunque, al ignorar de partida el número de vacunas que se van a recibir, se ocasionen algunas disfunciones lógicas y comprensibles, como recientemente han ocurrido cuando se convocó a los mayores de 70 años de Tolosaldea con un SMS para vacunar. Pero la falta de conocimientos informáticos de los yayos, brecha digital lo llaman, les generó estrés. Se alborotaron. Se pasaron el día mareando a los familiares, intentando contactar presencial o telefónicamente con el centro de salud y, cuando, al fin, lo consiguieron, les informaron de que se trataba de un error. Que se habían acabado las vacunas. Frustración, enfado, más desánimo. Algunos, incluso, lo consideraron falta de respeto, algo que a esas edades todavía se lleva. Afortunadamente, la mayoría se había decantado previamente por la llorona Carrasco de Telecinco porque, si llegan a optar por el descerebrado de La Sexta, ahora todos los abuelos eran negacionistas.

Dicho todo esto, estoy convencido de que si Euskadi negociara directamente con Bruselas, sin tanto intermediario político interesado, tendríamos el problema resuelto o en vías de pronta solución, en lo que a la responsabilidad pública se refiere, para alegría y satisfacción del sector hostelero, sidrero y ciencias afines. Otra cosa muy diferente es la responsabilidad individual, la de cada uno, para atajar la pandemia, que va un poco más allá que ponerse la vacuna y la mascarilla, a pesar del cansancio y saturación que padecemos todos.

Menú ligero. Espárragos de Novillas (Zaragoza), D.O. Navarra, recomendados por un amigo taustano y xapitos al horno con patatas panadera y refrito de ajos. Fresas. Txakoli Urruzola. Hoy el moñoño será de AstraZeneca, a primera hora de la tarde, en la plaza de toros de Illunbe.

Si Euskadi negociara directamente con Bruselas,

tendríamos

el problema resuelto