- Los niños y niñas tienen una exposición casi constante a las pantallas y a la tecnología, poseen móviles cada vez a una edad más temprana y se enganchan a las redes sociales “cuando aún no saben gestionar su identidad digital”. Un escenario que se puede encontrar cualquier familia. “Hoy en día, tenemos acceso a la tecnología en todo momento”, reconoce la tolosarra Mertxe Gordillo. Se trata, por tanto, de gestionarla mejor, tanto los adultos como los menores, tal y como explica en esta entrevista.

Tengo niñas pequeñas. ¿A qué edad les compro el primer móvil?

-Esa es la pregunta del millón que se hacen los padres. Siendo estrictos, hay que diferenciar entre el móvil y el smartphone. Ahora normalmente se compra de primeras un smartphone. Yo no compraría un smartphone hasta los trece o catorce años, el acceso libre a Internet no debería ser anterior a esa edad, entre otras cosas porque a cualquier aplicación como Tik Tok, Instagram o Twitch no se puede acceder hasta los trece años sin un permiso parental. Para mí esa es la edad adecuada para que los niños tengan un smartphone. Otra cosa es si tenemos la necesidad de comunicarnos con ellos, entonces que sea un móvil solo para hacer y recibir llamadas.

Esa es la edad que recomienda. ¿Pero a qué edad se está comprando ese primer ‘smartphone’?

-Es algo que va bajando. Estamos viendo ya que a los nueve años se ha normalizado bastante tener un móvil propio. Por debajo de esa edad son casos aislados. Es ya típico regalarlo en la comunión.

¿Qué hacen los niños con los móviles, además de llamar?

-Los niños lo que no hacen es llamar ni coger llamadas. Si ves a un chaval con el teléfono en la oreja es porque está hablando con sus padres o sus abuelos. A veces ni te cogen una llamada, hay que mandarles un wasap. Es uno de los grandes errores que hacemos los padres: les compramos un móvil porque pensamos que es un medio de comunicarnos con ellos, pero no es así, porque no lo usan para eso. Lo usan para tener acceso a las aplicaciones de moda, que son Twitch para los que juegan a videojuegos, Tik Tok, que se ha convertido en la gran aplicación del momento, e Instagram, que sigue teniendo su público, sobre todo chicas.

¿Usar redes sociales antes de los trece años nos debería preocupar a los padres? ¿Hasta qué punto es nocivo?

-Nos tiene que preocupar muchísimo, sobre todo si es sin acompañamiento. No nos gusta la palabra control, pero sí es algo que debemos controlar. Los adultos que ahora tenemos hijos que acceden a Internet no tenemos ese concepto nativo de identidad digital, la hemos construido como adultos y decidimos si algo nos gusta o si no lo usamos porque nos da miedo. Pero tenemos que entender que nuestros hijos tienen una identidad digital desde el momento en que compartimos una ecografía en Facebook. Y pueden empezar a usar redes sociales con una edad en la que no son capaces de gestionar su identidad digital, al igual que no saben gestionar su identidad física. El niño crece al lado de su familia, no se le deja solo en un parque hasta que tiene una edad, pero en las redes sociales le dejamos solo y puede tener 1.000 seguidores. 1.000 personas que le están mirando. No somos conscientes de eso, claro que hay que preocuparse, hay que acompañarle y controlar a quién sigue, quién le sigue. Los trece o catorce años son una buena edad para empezar con acompañamiento.

En los colegios se usa cada vez más el ordenador. ¿Esto les provoca más dependencia de la tecnología?

-Tenemos que tener en cuenta que los chavales asocian los ordenadores del cole a la materia del cole. Saben diferenciar muy bien. En los colegios toda esa parte tecnológica de control la tienen bastante bien estructurada. Los colegios trabajan la incorporación de la competencia digital, porque los niños y niñas se van a enfrentar a un mundo digital, y en general lo trabajan bien.

¿Qué podemos hacer los padres para evitar que estén tan expuestos a la tecnología?

-Suelo decir que hay tres patas, que son un poco el resumen de lo que yo hago. La primera pata es el tiempo. Al igual que ponemos tiempo o normas para la hora de la comida o para ver la tele, también en estos aspectos hay que poner un tiempo. No puede ser que estemos discutiendo y diciendo a nuestros hijos que están siempre con el móvil. Pongamos un límite de tiempo. El primer ejercicio que hago con las familias es cuánto tiempo estamos todos con pantallas y tecnología. De media, el chaval consume pantallas y tecnología 30-35 horas a la semana, eso es una jornada laboral. Es casi todo su tiempo libre, y eso no es bueno. La segunda pata es el contenido, es decir, qué le dejo tener y qué no le dejo tener, y para eso hay que hacer un seguimiento y controlar ese contenido. Y la tercera pata es conocer a la gente que está en su mundo virtual, quién le sigue y a quién sigue, porque su mundo físico lo conocemos. Eso en el mundo virtual no lo hacemos y lo deberíamos hacer. Y si tenemos que eliminarle un seguidor, lo hacemos. Siempre recomiendo a los padres que tengan también esas redes y sigan a la misma gente, así tendrán el criterio para decir si le dejas algo o no. Pero hasta los trece años, sin redes sociales.

“Nos debería preocupar que usen redes sociales antes de los trece años; con esa edad no saben gestionar su identidad digital”

“No puede ser que estemos discutiendo con nuestros hijos porque están siempre con el móvil; hay que ponerles un límite de tiempo”

“Compramos el móvil a nuestros hijos para controlarles, pero ellos lo usan para tener acceso a las aplicaciones de moda”