omienzo a escribir la homilía tomándome la última birra del Bera Bera Rugby Taldea de Donostia que tenía en mi despensa, regalo navideño de mi hijo. Dorada, con un pelín de aguja, con aromas frutales que se mantienen en boca, y esa turbidez que acompaña a las cervezas artesanales. Tratándose de un club deportivo, en la lata advierten de los peligros del alcohol con la leyenda en latín Primus vulnerant, ultima necat (La primera hiere, la última mata), que nos recuerda a una similar, presente en algunos relojes de campanario. Lamentablemente, los progresistas planes de estudio de las sucesivas reformas educativas desarrolladas por unos catetos ya no contemplan el latín, cosa de curas, de forma que sólo algunos viejunos acertarán a comprender el bienintencionado mensaje. Para aliviarme el disgusto, una píldora informativa de las que provocan subidón de autoestima. Euskadi bate el récord del mundo en cuanto a donaciones de órganos. Somos muchos los vascos donantes de sangre y casquería diversa y, en proporción al número de habitantes, parece que nos situamos a la cabeza de la clasificación general. Antes, en la televisión pública, solía aparecer periódicamente una consejera recordándonos que éramos los mejores del mundo en gastronomía, por supuesto, y fabricando un montón de cosas: arrastreros, tranvías, tornos, fresadoras, mandriladoras, ascensores y diversos cachivaches. Ya digo, envidia del mundo civilizado e incluso del otro. Era una gozada y te animaba mogollón cuando estabas de bajón.

Donde no quedamos tan bien clasificados es en la general de administración de vacunas anticovid. Estamos en la cola junto con Navarra y Madrid. Es cierto. Olvidemos el caso de Madrid, por sus hechos tan diferenciales, compadeciéndoles. Tanto en Euskadi como en Navarra -es curiosa la influencia de la autovía- se optó por gestionar las existencias de vacunas de manera que se asegurase la segunda inoculación para todas las personas que recibieran la primera. Una opción muy "segurola", ajena a los alardes competitivos de cara a la galería o al resto de comunidades autónomas, decisión que no fue compartida por la mayoría e incluso tachada de desconfianza para con los demás y el sistema. Sin embargo, hay indicios que nos advierten de que la decisión ha sido acertada.

La campaña de vacunación se vio retrasada en un día por problemas de logística. Las vacunas llegan ultracongeladas en cajas a las que se les coloca una pegatina grande del Gobierno de España. Para su distribución, es necesario traspasarlas a unas cajas especiales fabricadas en Reino Unido, que las mantienen a una temperatura inferior a 8ºC, con una viabilidad máxima de cinco días. Se padecieron problemas en la recepción de estas cajas por el atasco de camiones en Calais, complicando la distribución, cuando menos en Cataluña. Luego vino Filomena. Ahora, Pfizer, debido a reajustes temporales en su producción, se ha visto obligada a disminuir momentáneamente el número de viales, forzando otra desacertada decisión ministerial en el reparto, con riesgo de desatar una guerra de las vacunas. Las dos farmacéuticas se comportan como un oligopolio y ponen sus condiciones. Saben que, en las próximas semanas, surgirán otras vacunas más competitivas que modificarán las variables del mercado. Y juegan sus bazas. Es el propio Ministerio de Sanidad el que debería disponer de una reserva estratégica para gestionar una posible suspensión del suministro, pudiendo garantizar las segundas inoculaciones. En este momento, los dos laboratorios les tienen cogido de los pelendengues al ministro/candidato, sus secretos asesores y su portavoz. Y eso duele. Si tal interrupción de envíos ocurriera, intuyo la solución que arbitrarían, apelando a la solidaridad, claro, como sustituta de la previsión. No es tan lejana la situación padecida con la compra de las mascarillas en China, donde sus "intermediarias de confianza" nos demostraron sus habilidades. Al final lo solucionamos nosotros, con la ayuda de las fuerzas armadas, que transportaron las máquinas desde China hasta Euskadi. Hay que mencionarlo en justicia, aunque a algunos se les olvide.

En una negociación de compra de vacunas en la que nuestros gestores sanitarios -Osasunbidea y Osakidetza- no participan, conociendo al paisanaje, parece oportuno guardar unas mínimas cautelas. Aunque no sea políticamente correcto, me trae a la memoria aquella parábola de las vírgenes prudentes y las necias (Mateo 25: 1-13), que también se reducía a un problema de gestión, en este caso del aceite de las lamparillas. Las necias, no previsoras, lo agotaron enseguida, no nos dicen si en una ensalada o vendiéndolo de estraperlo y, cuando llegó la hora de alumbrar, reclamaban a las prudentes compartirlo, apelando a la solidaridad. Lo de siempre. Claro que, si ya no se contempla el latín en los planes de estudio, mucho menos la Historia Sagrada, asignatura que ahora nos recuerda con regocijante ironía Eduardo Mendoza en su libro Las barbas del profeta.

Es escandaloso el uso partidista de la pandemia, con la propaganda y la desinformación como aderezos. Al fontanero catalán le buscaron una canonjía en Madrid, un Ministerio tranquilo, sin apenas competencias, para promocionarlo de cara a las elecciones catalanas y, cuando comenzaba a tomar postura en el sillón, se desató una pandemia cuyas dimensiones le sobrepasan. Tampoco la oposición, unos zánganos, aquí y allí, está a la altura.

Es imprescindible la segunda inoculación. Precisamente pasadas tres o cuatro semanas (21 días), para obtener una inmunidad completa. Y es importante respetar los plazos. Alargarlos podría acelerar la aparición de mutantes, al crear un grupo de personas inmunodeprimidas que tienen suficientes anticuerpos para ralentizar el virus y evitar el desarrollo de síntomas, pero no para eliminarlos. Para entenderlo, algo parecido a la resistencia a los antibióticos. Una vez vacunados, no se acabará el problema. Deberemos continuar con las clásicas medidas de prevención, ventilación, higiene de las manos, mascarilla, ausencia de contacto físico con personas y evitando las aglomeraciones hasta que se haya vacunado un 75-80% de la población. Va para largo. Ahora nos llegará la remesa de enfermos por las conductas irresponsables de la víspera de San Sebastián. Mientras, es recomendable el autoconfinamiento blando. Salir para lo indispensable, higiénico paseo y a casa. Cada uno a su burbuja y el mochuelo, a su olivo. Lo recordaba el tristón Schopenhauer: "Siempre se gana cuando se sacrifica un placer, para evitar un sufrimiento". Pues eso.

Las dos farmacéuticas se comportan como un oligopolio y ponen sus condiciones