- Con una Euskadi blindada después de un mes de restrictivas medidas para contener el COVID, este puente se presenta decisivo para frenar la expansión del coronavirus. Sin embargo, la presión asistencial no decae y los hospitales vascos mantienen una tensa calma. Con 130 pacientes críticos, las Unidades de Cuidados Intensivos siguen en una situación delicada y marcando niveles que se resisten a bajar. Los hospitales llevan dos semanas sin poder apearse del listón de los 130 enfermos muy graves, con cifras prácticamente calcadas a algunas de abril.

En la semana 41 de pandemia, hay indicadores que empiezan a relajarse y otros que se mantienen prácticamente incólumes. De hecho, el descenso en las hospitalizaciones no se está dejando notar en las áreas de pacientes más graves. Así, por ejemplo, el sábado, el número de nuevos enfermos en los hospitales vascos pasó de 33 a 24; sin embargo, el número de personas atendidas en las UCI es el mismo que el viernes, 130, con lo que Euskadi se sitúa en un escenario de alerta 3 sobre 5. Asimismo, supera el 35% de camas ocupadas por estos enfermos, un porcentaje considerado de riesgo. Aunque el dato dé la sensación de que hay mucho margen, es una percepción errónea, ya que no incluye los espacios ocupados por pacientes críticos con otras patologías.

La escalada ha sido constante. El día 30 de octubre los nuevos enfermos llegaban a los 80 diarios y los primeros días de noviembre superaban los 70, pero aún así, los enfermos en UCI apenas rebasaban el centenar. Y hace solo un mes, el pasado 6 de noviembre, los ingresos diarios se elevaban a 74 y los ingresados en UCI eran 111. Solo nueve días más tarde, las Unidades de Intensivos volvían a tocar techo con 145 enfermos muy graves. En el pico de esta segunda oleada, había también otros 516 enfermos en planta.

Una gráfica que difiere considerablemente de la que dibujó la primera ola. Entonces, en apenas tres semanas, entre marzo y abril, las UCI vivieron una guerra que puso contra las cuerdas a un sistema sanitario que dedicó todos sus esfuerzos a luchar contra la pandemia y tuvo que suspender toda operación no urgente para contener a duras penas la arremetida inicial. La segunda ola, por el contrario, se ha parecido más a un goteo que desde mediados de agosto ha ido colmando gota a gota un sistema sanitario extenuado tras los esfuerzos de más de nueve meses.

Ayer mismo, el lehendakari, Iñigo Urkullu, constataba esta realidad, reconociendo que la curva de contagios se encuentra en un "paulatino descenso", pero expresando su preocupación por los fallecimientos, la presión hospitalaria y el índice de reproducción. Por ello, instó a los ciudadanos vascos a que no se dejen arrastrar por el "exceso de confianza" y cumplan con rigor las medidas. "Estamos mejorando muy lentamente esta semana pero no podemos, ni debemos, bajar la guardia. El esfuerzo social merece que sigamos aplicando todo el rigor y manteniendo la corresponsabilidad, cumpliendo las medidas que pueden ser progresivas y nadie deseamos que sean regresivas", insistió el lehendakari a través de las redes sociales.

La urgencia por aliviar los hospitales es evidente ante el temor de que la situación pudiera agravarse en próximas semanas por los efectos secundarios de las celebraciones de Navidad. Los epidemiólogos advierten de que aunque se llegue a la Navidad con una transmisión baja, las fiestas podrían "actuar con un efecto multiplicador, incluso más que el verano". "Es un corto periodo de tiempo, con una movilidad altísima y contactos con personas que posiblemente no hemos visto en los últimos meses". No hay que olvidar que, según el último dato hecho público, el del jueves, la incidencia del virus se situaba en 382,3 casos por 100.000 habitantes en el conjunto de Euskadi.

Asimismo, la situación sanitaria podría empeorar con la llegada del frío y las complicaciones que presentan los pacientes respiratorios, así como la confluencia con los virus de transmisión respiratoria en colegios y guarderías o las neumonías bacterianas que se puedan complicar, aunque todo parece indicar que la gripe se presenta este año de forma menos virulenta por el uso de mascarillas y las distancias.

Con los 452 nuevos contagios notificados ayer en Euskadi, son 3.608 los positivos que se han acumulado en esta semana. Bastantes menos que los registrados la pasada semana, 4.221 y una caída muy pronunciada con respecto al pico de la segunda ola. Sin embargo, la tasa de positividad sigue por segundo día consecutivo en el 6,5%, por encima del 5,2% que se registró el jueves, y por encima de la barrera fijada por la OMS.