o hemos mencionado en anteriores ocasiones. En la actual crisis del COVID-19, falla estrepitosamente la comunicación. Los políticos, incapaces. También a la hora de alcanzar un pacto de Estado ante un problema de salud pública estricta. Los medios de comunicación tratando de adelantar los acontecimientos para que la realidad no estropee un buen titular. Como consecuencia, ansiedad, desapego, sospechas de oscurantismo y desorientación en una sociedad confinada y aburrida. Y, en el caso de Euskadi, perpleja por la presencia del cantamañanas de la lucha contra la autovía de Navarra, reconvertido en preboste del COVID-19. Hay gente pa tó, como decía El Gallo.

Suelo seguir con interés, hasta que las continuas interrupciones publicitarias pueden conmigo, los debates de la noche sabatina de una cadena televisiva, privada por supuesto, con la participación de reputados especialistas en epidemiología, virología, salud pública y sanidad asistencial, donde se aprende mucho y se matizan algunas de las majaderías que los políticos estatales han anunciado durante la semana a la ciudadanía, a la que siguen tratando como menores de edad, en el mejor de los casos. Me imagino que un programa similar, en la cadena pública vasca, sería imposible, porque se saldría de los presupuestos ideológicos. Una pena. Consecuencia de ese déficit comunicativo es que el 47% de la población, según el CIS, no se vacunará, o tiene serias dudas de hacerlo y desconfía de la gestión de las instituciones e incluso de los propios laboratorios. No es para menos. Para tranquilidad del respetable, les aclaro que la aprobación de la vacuna no depende de ningún tuercebotas, sino únicamente de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), cuyo Comité Técnico de Medicamentos de Uso Humano (CHMP) evaluará las vacunas que se le presenten y que, únicamente si la calidad, seguridad y eficacia del medicamento está suficientemente probada, emitirá una respuesta positiva. Un comité estrictamente técnico, insisto, ajeno a intereses políticos. En el caso de los Estados Unidos, esta función evaluadora corresponde a la prestigiosa FDA. Tanto la EMA como la FDA me ofrecen suficiente confianza como para vacunarme sin ningún temor, cuando llegue el turno de los sanitarios, entre los que me considero, ahora en la reserva activa.

Hasta ahora, los científicos, los que hacen ciencia, comunicaban sus hallazgos a través de las publicaciones científicas, por cierto, de pago, a las que accedía únicamente, el resto de la comunidad investigadora. A veces había algún profesional de la comunicación, altamente especializado, que evaluaba el alcance noticiable de algún descubrimiento. Nadie más. Lógico. También eso ha cambiado con la irrupción de los laboratorios en los medios, con sus ofertas en precio y la efectividad de sus vacunas en una práctica que se asemeja a la de los supermercados. Sólo les falta recurrir al buzoneo.

La ciencia sigue el método científico. El investigador duda metódicamente, se hace preguntas para buscar la verdad, consciente de que no existen dogmas ni fórmulas secretas. Y cuando llega a una conclusión, basándose en los trabajos de investigación de otros estudiosos, publica un artículo, citando los objetivos, método, fuentes, análisis y conclusiones, sometiéndolo a la opinión del resto de la comunidad investigadora. Por lo general, el científico es persona humilde. También es soso, aburrido y monotemático en sus conversaciones. Sus comunicaciones se hacen en revistas internacionales que, en el caso de las más prestigiosas, una vez abonada la tarifa previa a la publicación, someten el artículo a su revisión "por pares". Es decir, lo analizan dos científicos reconocidos, de la misma especialidad, de cualquier parte del mundo. Sólo en el supuesto de que ambos coincidan en su aprobación, la revista lo publicará. No entraremos a detallar los costes que todo esto conlleva para el investigador y el lucrativo negocio que supone para las editoriales. A veces, el sistema falla estrepitosamente. Le ocurrió al Dr. Kary Mullis, químico estadounidense recientemente fallecido, inventor de la técnica de la reacción en cadena de la polimerasa, la famosa PCR y Premio Nobel compartido de Química en 1993. Las dos revistas científicas más prestigiosas, Nature y Science, a las que envió el artículo en el que comunicaba su descubrimiento, lo rechazaron porque los pares que lo revisaron no lo consideraron apto. Previamente, tampoco había convencido a sus colegas de Cetus Corporation, la empresa de biotecnología en Berkeley (California), en la que trabajaba. Lamentablemente, no ha podido comprobar la popularidad que ha alcanzado su invento.

A pesar de esta y algunas otras anécdotas parecidas, publicar en una revista como las citadas u otras de alto índice de impacto, a pesar de las demoras que supongan estos controles, es indicativo de la calidad de un trabajo y garantía de que será leído y aprovechado por un gran número de investigadores que, posteriormente, citarán al autor en sus publicaciones. De eso se trata. Publicas o pereces. Si el artista se alimenta de los aplausos del público, el científico de las citas de sus colegas.

Pero la urgencia impuesta por el COVID-19 ha supuesto que algunas revistas hayan obviado la fase de revisión, no la del abono por adelantado, publicándose muchos trabajos que, posteriormente, han tenido que ser matizados, cuando no desechados. Algunos han caído en manos de profanos, obteniendo gran repercusión mediática, se han malinterpretado y han generado desinformación. Volvemos al inicio. Falta comunicación, que no consiste en leer con mejor o peor entonación un papelote ante los micrófonos. Es otra cosa. Hay profesionales para ello. Se trata de transmitir confianza y hacer corresponsable a la ciudadanía, pero sin acojonarle con espeluznantes anuncios televisivos, sanciones u otras medidas represivas, ley Mordaza incluida.

La asociación de Hostelería, explotando el éxito obtenido con las ayudas al sector y su presencia mediática, orienta ahora su ofensiva a quitar espacio de aparcamiento en las calzadas a los vehículos y en las aceras a los peatones, para ampliar o instalar terrazas o mesas altas. Realmente son buenos en su cometido. Hoy, en mi particular "hartu eta eraman" ,he encargado en el bar Nevada de Antiguo Berri, una tortilla de patatas y un bacalao al pil-pil. Espectaculares.

Doctor en Veterinaria