Este ha sido un año muy duro también para los niños. En primavera pasaron semanas sin poder ir a la escuela y estar con sus amigos, los parques estuvieron precintados, los mayores de seis años se han tenido que habituar a llevar mascarilla, tienen que respetar las distancias, no pueden tocar nada... Y, por si todo eso fuera poco, llega la Navidad y está el asunto de Olentzero: ¿estará bien?, ¿podrá saltarse el confinamiento perimetral y la limitación de la movilidad entre los municipios para dejar regalos en las casas de toda Euskal Herria?

La primera aparición pública de Olentzero suele ser en Legazpi y este año también estaba previsto que fuera así. La cita era este domingo a las 10.00 horas y ha despertado una gran expectación. Al acto, además de las familias inscritas, han acudido varios medios de comunicación. Todos deseaban confirmar que Olentzero está bien y podrá moverse libremente por todo el país.

Como todos los años, los niños y sus padres se han reunido en el Museo del Hierro Vasco del parque de Mirandaola. El aforo estaba limitado a 30 personas y cada familia ha formado una burbuja. Una trabajadora de la fundación Lenbur, organizadora del acto, les ha hablado sobre Olentzero: les ha contado que vive en el monte, que hace carbón, que para hacer ese carbón utiliza madera, que antaño el carbón era necesario para cocinar, calentar las casas y poner en marcha las máquinas de las fábricas...

En la ferrería de Mirandaola, situada junto al Museo del Hierro Vasco, se sigue utilizando carbón. Burdintxo, trabajadora de la ferrería, les ha explicado que utilizan el carbón que les proporciona Olentzero. “Olentzero es amigo nuestro, pero ayer había quedado con él y no apareció. Quizá fue debido al mal tiempo”.

¿El mal tiempo? Ay, ay, ay... Olentzero está acostumbrado a trabajar en condiciones más duras. Lo de estos días no es nada para él. A ver si va a ser que ha pillado el dichoso coronavirus y no va a poder repartir los regalos...

Los niños, preocupados por la suerte de su amigo, han cogido los paraguas y han salido al parque en busca de Olentzero. Hacía un tiempo de perros (en ese momento estaba cayendo aguanieve y el parque estaba lleno de charcos), pero les ha dado igual. Tenían que encontrar al carbonero y mandar un mensaje tranquilizador al resto de los niños de Euskal Herria. Han recorrido todo el parque gritando “¡Olentzero! ¡Olentzero!”. Ya estaban perdiendo la esperanza, cuando ha aparecido en el pórtico de la ermita. Con mascarilla, por supuesto.

Tras saludarles, les ha preguntado de dónde habían venido. Todos eran de Legazpi y de localidades limítrofes, claro. A los de Oñati les ha dicho que anduvieran con cuidado a la vuelta, que Udana estaría nevado.

Después, como todos los años, ha recogido las cartas de los niños en el interior de la ferrería. Las familias han pasado de una en una y han entrado por una puerta y salido por la otra, para no cruzarse. Los niños no han podido sentarse en el regazo de Olentzero, que les ha atendido al otro lado de una cuerda para mantener la distancia de seguridad. No hay que correr riesgos: ni Olentzero quiere contagiar a los niños y sus padres, ni los niños y sus padres quieren contagiar a Olentzero y quedarse sin regalos.

Olentzero les ha dicho que está bien y que seguirá utilizando la mascarilla y manteniendo la distancia de seguridad para evitar ponerse enfermo. Además, cuenta con el permiso del Gobierno Vasco, el Gobierno de Navarra y el Gobierno francés para moverse libremente por toda Euskal Herria. “Este año os habéis portado todos muy bien, cumpliendo las medidas anti-covid, y habrá regalos para todos”, ha prometido.