- Aunque parezca que vivimos un rebrote que algunos quieren llamar tercera ola, en realidad seguimos en una segunda ola pandémica cuya curva ascendente no habíamos logrado aplanar y mucho menos llevar a regresión. "En algunos lugares, como Madrid y Navarra, esto es evidentísimo, no han logrado descabalgarse de esa segunda ola encabritada. En Euskadi de lo que sucedía hace quince días a la situación actual, también hay un cambio evidente. Decir que en Euskadi hemos superado esta segunda ola en expectativa de que pueda venir una tercera, es algo que tal vez podamos confirmar dentro de siete a diez días", recalca a este periódico Begoña Díez, investigadora del Departamento de Inmunología, Microbiología y Parasitología de la Universidad del País Vasco (UPV).

¿Caminamos hacia una nueva ola?

—El concepto de ola no es algo que esté científicamente descrito como tal; es la idea de que hay un repunte del número de casos; porque pasamos de una situación de disminución de la famosa curva de ese gran pico durante marzo-abril a lo que ha ocurrido en verano, cuando en contra de lo que esperaban algunos, se produjo una nueva elevación de casos. Hemos llegado hasta el punto de situarnos en una línea muy peligrosa, porque nos movemos en valores que, de ir hacia arriba, provocarían un nuevo pico. Hemos pasado de una situación estabilizada antes del verano a una nueva ola de situación preocupante, consecuencia de las costumbres sociales, las reuniones de jóvenes, vuelta al trabajo, inicio de clases en escuelas, universidades.

¿En qué escenario nos encontramos ahora?

—Caminamos sobre valores límites. Según los analistas en Euskadi estamos en los límites de lo que puede ser el control de la epidemia. Sin embargo, en estos últimos días los dientes de sierra van más para arriba que hacia abajo. Si lo vemos en el contexto de lo que pasa en toda Europa podríamos pensar que hay una tendencia en la primera dirección. Es decir que hay algún otro factor epidemiológico que puede estar contribuyendo a ese incremento.

¿Vamos hacia otro repunte?

—No lo sabemos a ciencia cierta; si miramos lo que ocurre en Europa podemos decir que sí. Y si buscamos un factor epidemiológico podemos pensar que la llegada del mal tiempo podría justificar de nuevo con la entrada en los lugares cerrados y llevarnos a mirar hacia las relaciones sociales en entornos menos abiertos, como ha ocurrido en verano.

Entraríamos en una tercera ola.

—Diría que entraríamos en una tercera situación de alerta, de riesgo elevado. En Madrid cogieron la segunda ola pandémica y no se han descabalgado todavía de la cresta, porque no han llegado a controlar la segunda ola que sigue creciendo. En cambio, en el País Vasco se ha dado primero una situación de elevación de casos y luego una estabilización en meseta. La realidad epidemiológica no está siendo igual en todos los lugares. De hecho, en Madrid en ningún momento han controlado las cifras, aquí sí. Esa es la diferencia. Aquí ha habido una situación de mayor control, y si ahora hay unos picos al alza hemos de observar si se mantienen o no. Si vamos hacia un tercer repunte con elevación importante de casos lo veremos enseguida, en el plazo de una semana

¿La gripe incidirá más este año?

—Creo que menos, porque las medidas epidemiológicas de contención del coronavirus que tenemos no las habíamos puesto nunca en práctica: mascarillas, ventilación de espacios cerrados, higiene de manos... Las estrategias de control de la transmisión del Covid servirán también para contener la gripe. Si sumamos que se vacunarán más personas, la incidencia de la gripe será mucho menor.

Nos contagiamos más, pero morimos menos. ¿Es buena noticia epidemiológica?

—Indudablemente. Creo que nos contagiamos igual, lo que ocurre ahora es que conocemos quiénes estamos contagiados y detectamos más asintomáticos. La percepción es que enfermamos menos, pero no es cierto. El virus tiene la misma agresividad, sigue produciendo dolencias graves en las personas y la misma mortalidad que ha venido teniendo siempre. Sin embargo, detectamos más asintomáticos. También es verdad que se producen más infecciones en gente joven, que tiene cuadros más leves. A los mayores y personas vulnerables los cuidamos más, y ese reducto tan vigilado hace que nos dé la sensación de que hay menos mortalidad.

Suben los contagios, pero hay más inmunizados. ¿Es buena noticia?

—Es una percepción no muy exacta, porque aunque la seroprevalencia se haya elevado del 5% al 10% actual, resulta insuficiente como para hablar de una inmunidad de rebaño. Son pocas personas para considerarse barrera protectora frente a la transmisión poblacional de la enfermedad.

¿Las altas expectativas de una pronta vacuna nos pueden producir frustración?

—Se han producido avances en el tratamiento de la enfermedad, tenemos recursos terapéuticos, que sin ser antivirales sí ayudan a paliar los cuadros más graves; y, aún más importante, es que hemos aprendido cuáles son los momentos críticos para su utilización. El gran avance ha sido establecer cuándo, cómo y en quién ha de utilizarse el tratamiento. Ahora esto salva vidas. En cuanto a tratamientos quimioterápicos contra el virus todavía no tenemos ninguno eficaz, excepto Remdesivir que reduce en 3/4 días la expectativa de la enfermedad grave. Sobre las vacunas se nos han creado expectativas demasiado optimistas. Excesivo optimismo, transmitido y a veces manejado por gobiernos necesitados de motivar a la población con una esperanza no siempre basada en la ciencia, sino en otros parámetros, sociales o económicos.

"Según algunos analistas nos hallamos al límite de lo que puede ser el control de la epidemia en Euskadi"