- La pandemia causada por el COVID-19 ha puesto en jaque la vida tal y como la conocíamos y ha generado una crisis socioeconómica sin precedentes. Sin embargo, en un contexto de incertidumbre y angustia, este virus ha vuelto a aflorar la parte más solidaria de la sociedad guipuzcoana. Buena fe de ello dan las cifras de voluntarios que ha movilizado la Cruz Roja durante los últimos meses, y es que, según explica Jose Andrés Illanas, responsable de voluntariado de esta organización, en apenas dos meses se han incorporado en Gipuzkoa tantos voluntarios como en “tres buenos años”. O lo que es lo mismo, la organización ha sumado en Gipuzkoa 700 voluntarios, 3.000 en toda Euskadi.

Se trata de un incremento “espectacular” que, a juicio de Illanas, responde a dos factores: la responsabilidad y un mayor tiempo libre. “Como no podíamos hacer otras cosas, se han unido ese quiero ayudar porque hay mucha gente en mi entorno que lo necesita con el puedo hacerlo porque o no estoy trabajando, o estoy teletrabajando y tengo más horas libres”, explica.

Tal ha sido la avalancha de voluntarios que no ha sido sencillo encontrar tareas para todos ellos. “Nosotros queríamos prestar un servicio con unos parámetros de seguridad, porque lo que no queríamos era convertirnos en un nuevo foco de contagio y problemas. Establecimos que la gente ayudara a los que tenía más cerca y que los voluntarios no estuviesen en los grupos de riesgo, como que fueran mayores de 65 o que tuvieran patologías”, explica el responsable de voluntariado de Cruz Roja, que explica que, por cuestiones organizativas, ha habido personas que no han podido colaborar tanto como deseaban. “Por los motivos que sean, porque no ha habido casos cerca de sus domicilios o porque esas necesidades ya estaban cubiertas, hubo una parte importante de las personas que se acercaron que apenas han podido hacer actividad”, señala, al tiempo que añade: “Con las cifras que estamos hablando, el poder dar actividad a más del 50% de las personas que se han acercado, en un periodo tan breve, no nos podemos quejar”.

Illanas es consciente de que esta situación puede generar cierta frustración entre los voluntarios, porque “evidentemente, cuando te apuntas quieres empezar ese mismo día y sentirte útil”, pero hace un balance positivo de la experiencia. “El balance tiene que ser necesariamente positivo porque hemos podido ayudar a los ciudadanos que viven a nuestro alrededor y que, en estas circunstancias, lo necesitaban”, dice.

El periodo más complejo de gestionar fueron las últimas semanas de marzo y las primeras de abril. “Nos llegó un aluvión de personas que querían colaborar”, explica. “Hubo algunos días en marzo que, por ejemplo, en Gipuzkoa estuvimos no muy lejos de las cien personas diarias que nos solicitaban colaborar. Prácticamente no daba tiempo a contactar con toda la gente que se ponía en contacto con nosotros. Literalmente, no dábamos abasto”, recuerda. Sin embargo, cuando más trabajo hubo fue a finales de abril. “Al principio las intervenciones eran menos porque la gente no conocía cómo podía pedir o no tenía necesidad y fueron aumentando hasta llegar a finales de abril”, cuando se produjo el pico del trabajo.

Tras el inicio de la desescalada, el trabajo ha descendido, aunque no así las necesidades, que han variado de naturaleza. “Ya no es tanto que no puedo bajar a hacer la compra sino que no tengo con qué hacerla”, expone Illanas. Y es que desde Cruz Roja son conscientes de que aunque la situación de emergencia ha sido ya superada, ahora se avienen meses de duro trabajo de “reconstrucción”, con muchas personas que han perdido sus trabajos y han quedado en una situación muy vulnerable.

“El problema sigue ahí y el efecto a largo plazo va a ser mayor al que hemos vivido a corto plazo. Hemos sufrido la emergencia y ahora hay que recuperarse. Hay muchas personas que van a reincorporarse a sus trabajos pero va a haber otras muchas personas que no, igual es menos llamativo y tenemos menos manos. Porque la gente que se acercó a echarnos una mano muchos nos están diciendo ya que van a acabar porque se les ha terminado el ERTE o cosas similares y ya no tienen tanta disponibilidad. Y eso no quiere decir que no haya menos necesidades o menos acuciantes, son diferentes. Una cosa es la emergencia y otra la posemergencia. Ahora estamos en fase de reconstrucción y va a ser más largo y seguramente con menos urgencia, pero igual de grave que lo que hemos vivido hasta ahora”, asegura.

Con todo, pese a los duros meses que todavía quedan por vivir, a Illanas le queda un buen sabor de boca por la respuesta que ha dado la sociedad, una vez más, cuando ha sido necesario arrimar el hombro. “La gente se ha volcado y es con lo que nos tenemos que quedar, porque, además, ha servido para ayudar al vecino que tienes más cerca”, celebra, y añade: “Esperemos que a largo plazo siga así y no ocurra como con otras situaciones en las que pasadas unas semanas, se nos olvida. Que igual en este caso, como no tenemos la seguridad de que el virus haya desaparecido y esté realmente vencido, igual tardamos un poquito más en volver a la normalidad. Pero no nos debemos olvidar de que hay personas que se han quedado en el camino”.