- La libre circulación de personas entre Irun y Hendaia quedará restablecida a partir del domingo que viene. Sobre el papel, desaparecen así los férreos controles impuestos para frenar la expansión del coronavirus, una medida que ha traído de cabeza durante este tiempo a miles de guipuzcoanos en sus desplazamientos a uno y otro lado de la muga.

Tan cambiante ha sido la normativa durante estos tres meses de pandemia que, a decir verdad, a la sensación de alivio se sumaba ayer cierto escepticismo. "Esto ha sido un cúmulo de sorpresas y cada día nos hemos enfrentado a una nueva situación. Esperemos que finalmente así sea y podamos volver a la normalidad, aunque no hay que olvidar que cada país es soberano y nunca se sabe", confesaba, ciertamente hastiada, Maite Varela, de la empresa Mylmugan, con amplia experiencia profesional en el asesoramiento de gestiones en Francia.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció ayer a los presidentes autonómicos que se adelanta al 21 de junio la apertura de fronteras con los países del espacio Schengen. El país galo adoptará hoy esa medida, pero en el caso del Estado español demora su puesta en práctica hasta el domingo, en virtud del principio de reciprocidad.

De esta manera, en la misma fecha en la que concluirá el estado de alarma, miles de guipuzcoanos con residencia en Hendaia, o que se ven obligados a desplazarse a Iparralde por razones laborales, dejarán de dar explicaciones sobre el motivo de su viaje.

Para pasar a este lado de la muga hoy por hoy no hay mayor problema, más allá de presentar el documento nacional de identidad. El quebradero de cabeza durante estos tres largos meses ha sido cruzar el puente de Santiago hacia Francia. Las fuerzas policiales galas han actuado con mucho celo. Para regresar al domicilio de Hendaia, por ejemplo, era necesario presentar el certificado de circulación derogatorio y una justificación del desplazamiento. "En las últimas semanas se han flexibilizado un poco las medidas, pero continúan los controles exhaustivos, uno a uno, con atascos constantes en la frontera durante las horas punta. Es una situación que sigue siendo el pan nuestro de cada día", admite Varela, que reside en Hendaia y trabaja en Ficoba.

Desde su oficina ha visto a diario los atascos que se forman al otro lado de la muga. El paso de Behobia ha estado cerrado durante el estado de alarma a cal y canto, por lo que todo el tráfico ha sido dirigido al puente de Santiago, lo que a diario ha puesto a prueba la paciencia de más de 5.000 ciudadanos de Hegoalde que residen en la localidad fronteriza.

Los afectados no solo han sido los vecinos que regresan a sus casas. También un sinfín de empresas vascas y camiones de transporte han sufrido contratiempos y retrasos. "Es impresionante la cantidad de tiempo que se pierde estos días al pasar la frontera. Desde luego que a partir de ahora va a suponer una libertad tremenda no tener que estar dando cuenta a todas horas del motivo por el que vas a cada sitio".

El espacio Schengen garantiza la posibilidad de viajar sin restricciones por el territorio de 26 países europeos en los que residen más de 400 millones de ciudadanos. Un espacio sin controles fronterizos internos con el que ha acabado temporalmente la crisis sanitaria, lo que ha alterado la vida a un lado y otro del Bidasoa.

Los vecinos de la muga no entienden de limitaciones geográficas, lo que ha supuesto un tormento para familias cuya vida se sitúa a medio camino entre dos realidades administrativas diferentes. "Hay miles de vecinos que viven en Hendaia pero tienen a su familia en Irun o Donostia". Todos han tenido que dejar de hacer las compras al otro lado del puente. "Hemos conocido estos días muchos casos, como el de dos hermanas que se turnan entre ellas para cuidar de su madre, de 96 años. La mujer vive en Bilbao, y ahora le tocaba venir aquí. ¿Cómo lo hago, si no me ponen más que pegas y mi hermana está ya destrozada tres meses después de cuidar de ella? Así me lo contaba hace unos días una clienta", cuenta Varela. "Es verdad que nadie nos ha traído del cuello a vivir aquí, pero el problema que hemos visto durante estos meses de pandemia es que los estados no nos han protegido desde el derecho que nos asiste".

El impacto económico por la implantación de fronteras es también incalculable. "Hay un flujo importante de empresas vascas que van a trabajar a Iparralde y que se han tenido que quedar en casa. Hay pequeñas firmas de construcción que acuden a casas de particulares pero se han encontrado con no poder acceder a las viviendas. No poder circular libremente ha tenido una enorme repercusión", admiten desde la empresa Mylmugan.

La incertidumbre sobre lo que cada día podían encontrarse al otro lado de la muga ha sido constante. "En muchas ocasiones, Inspección de trabajo impedía de un día para otro operar a nuestras empresas en territorio francés. Es algo que hemos tenido que batallar mucho. Hemos tenido que pedir muchas explicaciones hasta que la subprefectura ha reculado. Nos hemos encontrado con policías que, arbitrariamente, mandaban a mucha gente atrás". Recuerdan desde esta empresa un autobús de temporeros, con 20 pasajeros a bordo y procedentes de Andalucía. "Los mandaron de vuelta, cuando la ley no lo impedía. Ese es el mayor problema que nos hemos encontrado al asesorar a las empresas: decirles que, sobre el papel, podían ir a Francia, pero sin ninguna certeza del desenlace".

Redirigir a diario el tráfico por el puente de Santiago ha puesto a prueba la paciencia de 5.000 ciudadanos de Hegoalde que viven en Hendaia