n Cáritas contamos con un observatorio excepcional para ver diferentes situaciones. Presenciamos el dolor y los problemas de mucha gente: enfermos mentales, ancianos en soledad, mujeres vulnerables... Personas que no se encontraban bien antes de la crisis sanitaria, y que ahora siguen igual, con el agravante de las consecuencias del virus en su futuro más inmediato.

Observamos los esfuerzos que se realizan para ayudar a los colectivos en peor situación: en los hospitales, en centros de acogida€ En Caritas Gipuzkoa, en concreto, el esfuerzo se centra en el centro Hotzaldi, para que personas sin hogar puedan dormir; Aterpe, para que puedan comer y convivir; Miriam para ayudar a las mujeres más vulnerables; Gizaide, atendiendo a enfermos mentales; Proyecto Hombre, con programas terapéuticos para jóvenes; y Hurkoa, cuidando a personas mayores. No me olvido de los centros residenciales de Trintxer y Sorabilla. Nuestra labor social intenta dar soporte asistencial, pero también promoción y autonomía.

En este contexto, quiero poner en valor el trabajo de proximidad de la pastoral de la salud y la pastoral penitenciaria. Las personas enfermas y las encarceladas son vulnerables. Se encuentran en una situación de debilidad personal, familiar y social. Estamos ahí también, en esa situación tan dolorosa, agravada ahora por el coronavirus.

En Cáritas Gipuzkoa contamos con personal profesional y un amplio voluntariado, los grandes desconocidos. Siempre están ahí. Incluso por encima de sus obligaciones laborales. Son un gesto de vida y nos ayudan a cuidar a los más débiles.

Cáritas está en primera línea de la atención en la emergencia social. Está allí donde le corresponde. En las parroquias de nuestros pueblos y barrios, en sus diferentes servicios sociales, trabajando en red con otras organizaciones, realizando denuncia social -visibilizando situaciones no atendidas- y también, colaborando con la Administración pública. Cáritas está presente en el dolor, en el sufrimiento, en la persona pobre y necesitada, para acoger, acompañar, cuidar y aliviar en la defensa de los Derechos Humanos.

En estos días de pandemia estamos viendo hasta dónde podemos llegar las personas y las instituciones. Podemos mucho y a veces podemos poco. Las situaciones de crisis son cambiantes y nos tensionan a todos. Creemos que lo tenemos controlado, pero no es así. Ahí se aprecia nuestra fragilidad y nuestra cultura individualista. Eso sí, somos personas pegadas a la realidad y sujetos a responder a las circunstancias. Cada noche aplaudimos y agradecemos a tantas personas que hace unas semanas pasaban desapercibidas.

Pero, sobre todo, lo que queremos es ser ciudadanos que hagamos las cosas de una manera humana. Eso es lo que nos dignifica y nos identifica. La entidad es importante, pero las personas son decisivas. El centro de nuestro trabajo son las personas y la relación, donde prevalece la justicia social.

Lo humano es esa dimensión profunda que nos hace actuar como personas con sentimientos, con corazón, con entrañas, con empatía. Un corazón que siente, sufre, goza, llora y canta con lo que vemos y padecemos. Se trata de vincularnos a la realidad, no de huir ni esconderse. Desde dentro de cada uno de nosotros; allí donde reside nuestra humanidad. Siendo partícipes de pequeños gestos cotidianos que nos dan coherencia y equilibrio: acogiendo a personas, acompañando a los enfermos, atendiendo a los mayores, llamando a los que están solos€).

Las personas que participan de estos esfuerzos son gente sencilla, como tú y como yo. Somos parte de esa Iglesia criticada tantas veces, no sin razón seguramente, pero que vive para y con el pueblo. Intentamos ayudar, desde nuestra propia fragilidad, a todos los que lo necesitan. Es nuestro sello, el amor al prójimo.

Quiero felicitar y agradecer como ciudadano a todas las personas que se han implicado en este momento confuso y están ofreciendo lo mejor de sí mismos, incluso arriesgando su propia salud. ¡Muchas gracias! Cada gesto cuenta y son muchos los gestos cotidianos que se hacen para que la ciudadanía acceda al pan y a la alimentación básica, a la medicación necesaria, a la limpieza y protección en nuestras calles, al cuidado, a la educación, a la salud.

¡Cada gesto cuenta y no podemos olvidarnos de aquellas familias y personas, con quien la crisis está siendo más cruel en las necesidades básicas: hogar, empleo, alimentación...

Tendremos que seguir haciendo un esfuerzo social importante para que no aumenten las víctimas sociales en esta crisis. Cáritas hará también un gran esfuerzo en esta emergencia, y para ello, necesitamos la solidaridad e implicación de la ciudadanía.

Quiero enviar un especial recuerdo a las personas fallecidas y sus familias que no han podido despedirse de ellas. El duelo, el adiós, la memoria€ son realidades, no sólo religiosas, sino humanas, que debemos atender con seriedad y confianza. Existen muchos modos de hacerlo. Hagámoslo cada uno a nuestra manera.

Nosotros, los cristianos, lo hacemos y lo haremos en la oración diaria de esta Iglesia, que quiere acertar a vivir cerca de las personas que sufren, cerca del pueblo y unidos por la solidaridad humana.Consiliario de Cáritas Gipuzkoa