- Pocas veces, por no decir ninguna, se ha podido obtener una fotografía más real del sinhogarismo en Donostialdea, donde se concentra la mayor parte de personas sin techo de Gipuzkoa. La amenaza invisible y silenciosa del coronavirus hace aflorar la vida de calle, porque estos días nadie puede morar en ella, y ya son más de 200 personas atendidas en los diversos recursos asistenciales, sin tener en cuenta las que ocupan plaza en Irun, donde se concentra un número nada desdeñable.

El estado de alarma y emergencia sanitaria decretado ha acabado temporalmente con el deambular errante de estas personas, lo que permite conocer en mayor profundidad su realidad.

Basta comparar las cifras actuales con las del último recuento realizado en octubre de 2018 a pie de calle, dentro de la iniciativa Kale Gorrian. El cómputo realizado entonces, durante la madrugada del 18 al 19 de octubre, reveló que había un total de 145 personas durmiendo en las calles de once municipios del territorio (106 localizadas en la capital guipuzcoana), cuando ahora se tienen constancia de más de 200 personas solo en Donostialdea.

Es cierto que siempre se ha dicho que el recuento nocturno que se realiza cada dos años no es una foto fija, que responde a un momento puntual, y por eso mismo adquiere más relevancia el registro actual de personas realizado en una situación excepcional que de otro modo no habría sido posible.

El obligado confinamiento ha provocado que el frontón Atano III de Anoeta haya completado su aforo. Abrió sus puertas el jueves y ya hay en él un total de 87 personas. Incluso algunos sin techo que se disponían a ocupar plaza se han dado media vuelta al ver la actual sobreocupación, según comentan a este periódico testigos presenciales.

El Ayuntamiento de Donostia se ha visto obligado a ofrecer este recurso de urgencia, en una ciudad donde se venían repitiendo los controles policiales a personas que no tenían dónde pasar la noche. El grueso principal de este sector de población lo hace actualmente en este frontón. Profesionales y voluntarios se enfrentan a partir de ahora y por un periodo de tiempo incierto al reto diario de intervenir y dar respuesta a sus complejas realidades.

La atención en tales circunstancias va a requerir de buenas dosis de paciencia y extraordinarias habilidades porque no es fácil contener a un colectivo tan vulnerable como diverso que no está acostumbrado a vivir encerrado. Menos aún, teniendo en cuenta las distancias de seguridad que exigen las autoridades sanitarias para evitar la cadena del transmisión del virus. Las camillas de campaña dispuestas sobre la cancha está separadas por precintos en los que puede leerse “no pasar”. Entidades sociales demandan una profesionalizada para que la responsabilidad no recaiga excesivamente en manos de los voluntarios.

Las instituciones se están moviendo. No es el único dispositivo de emergencia habilitado. El número de usuarios también ha aumentado en La Sirena, el albergue municipal de Ondarreta que ha tenido que ser transformado para alojar a personas sin hogar. Estos días lo ocupan 45 personas, y otras 29 han dormido esta pasada noche en Abegi Etxea, el centro municipal de acogida social que también ha visto alterado su habitual funcionamiento.

Se impone más que nunca conocer de cerca las necesidades actuales. En este centro solo se permite pernoctar tres noches cada tres meses, si bien las circunstancias han cambiado el modelo de funcionamiento. Las 29 personas alojadas a día de hoy tienen derecho a larga estancia, a la espera del desenlace de una pandemia que todavía parece lejos de resolverse. En principio, en este centro que cuenta con 40 plazas no se están acogiendo a más personas, aunque en todo caso es el personal del Servicios Municipal de Urgencias Sociales (SMUS) el responsable de realizar las valoraciones pertinentes si fuera necesario.

El Ayuntamiento de Donostia, a través de la entidad municipal de vivienda Donostiako Etxegintza y el departamento de Acción Social, ha ofrecido otras quince viviendas para atender necesidades urgentes de carácter social con motivo de la alarma sanitaria.

A todas estas plazas se suman las de otras entidades referentes, como Cáritas, que ofrece otros dos recursos: Ho-tzaldi, donde antes solo dormían y ahora hay confinadas 42 personas, y el Aterpe del barrio de Amara, que acoge a otras 22.

Las instituciones siguen trabajando sin descanso para atender a la población vulnerable, sabiendo que todavía no se ha alcanzado el pico de la pandemia. Errenteria también ha abierto este fin de semana el albergue municipal con medido centenar de plazas, y hay otras 25 en el de Hondarribia que gestiona la Diputación.

En suma, un amplio dispositivo que responde a una situación excepcional y que, como tal, ofrece la fotografía más fidedigna de las que hasta ahora se habían obtenido del sinhogarismo. Más 200 personas, sin tener en cuenta las atendidas en Irun, y aquellas a las que se está tratando de dar una respuesta habitacional.

Una oportunidad única

El hecho de que buena parte de las personas que no tienen hogar estén haciendo uso de recursos públicos es a todas luces excepcional, y también una oportunidad “única” para trabajar con perfiles de que otro modo no serían tan accesibles. Así lo entiende la Red de Acogida Ciudadana, que propone valerse de la actual coyuntura para conocer de cerca la realidad de estas personas.

“Puede ser una ocasión para conocer sus dificultades, sus aspiraciones, sus habilidades, sus puntos de apoyo, sus mochilas, sus carencias, todo ese conjunto de cuestiones claves para poder trabajar con ellas. Y hacerlo de modo que puedan tener una atención personalizada”, proponen las entidades que integran la red .

El último recuento oficial reveló que en Gipuzkoa había 145 sintecho, cuando solo en Donostialdea estos días se contabilizan más de 200