Donostia. El pino insignis, símbolo de la masa forestal de Gipuzkoa, está herido, pero se investiga a marchas forzadas para que no sea de muerte. La propagación de varios hongos patógenos que atacan a las hojas de los pinares está siendo tan virulenta durante este año que ya afecta a 18.000 hectáreas, el 40% de una especie imprescindible en el territorio tanto desde el punto de vista económico como ambiental.

Esos hongos que están poniendo contra las cuerdas a la masa forestal no atacan a la madera. La enfermedad, denominada banda marrón, se propaga a través de las acículas, las hojas de los árboles, esos aguijones finos que poco a poco se van secando y que, conforme lo hacen, adquieren un tono rojizo que aboca a los pinos a una muerte lenta si el ataque se perpetúa en el tiempo.

Cualquier senderista puede fijarse. Al caminar entre los bosques se puede advertir el contraste que existe entre el rojo enfermizo de los árboles que agonizan y el verde saludable de los que han salido indemnes. "Las hojas no pueden realizar la labor fotosintética, y el árbol no puede alimentarse. Se debilita, pero no muere. No se está informando bien al respecto porque el simple contacto con el hongo no provoca la muerte. Hace falta que el ataque persista en el tiempo", precisa el ingeniero de montes Fernando Otazua (Bergara, 1957), director técnico de la Asociación de Forestalistas de Gipuzkoa desde hace tres décadas.

El pino insignis, diana de esta enfermedad, es parte indispensable del paisaje guipuzcoano. Ocupa 43.000 de las 124.000 hectáreas inventariadas en el territorio. En torno al 35% de la masa forestal está ocupada por esta especie arbórea seriamente herida, cuya amenaza es tanto ambiental como económica.

El 90% de las cortas de madera que se realizan en el territorio provienen del pino insignis, un porcentaje que demuestra la importancia de una especie cuya venta de madera procura 15 millones de euros anuales. Pero no solo está en juego la economía. Los beneficios ambientales de esta superficie arbórea en Gipuzkoa ascienden a 90 millones de euros al año, según la reciente publicación de los datos del Libro Blanco de la Madera elaborado por Baskegur, la Asociación de la Madera de Euskadi, en colaboración con el Gobierno Vasco y la UPV/EHU.

Es decir, por cada euro que gana un forestalista la sociedad percibe seis, estimación en la que se han tenido en cuenta parámetros como la absorción del C02 o, como paraguas que son, la regulación del régimen hidrológico que realizan los árboles.

La rápida propagación de la enfermedad que afecta a los pinares guipuzcoanos durante los últimos meses preocupa a la Diputación, que desde que comenzó la lesgislatura hace tres años apostó claramente por la profesionalización de la actividad forestal, en colaboración con representantes del sector. Según un documento interno dirigido al sector afectado, y al que ha tenido acceso este periódico, uno de los "retos" a los que se enfrenta el territorio es apostar por la viabilidad de otras especies, más allá del pino insignis, el motor del sector forestal en Gipuzkoa durante décadas.

La Diputación admite en dicho documento que la rápida propagación de la enfermedad, así como su comportamiento "desconocido hasta ahora y su virulencia están siendo una novedad para todos". Asegura que se ha difundido "mucha información que no es correcta, pero por desgracia hay que decir que, aunque se están estudiando y probando medidas, en este momento no se conoce ninguna efectiva que se pueda adoptar". El Ejecutivo foral asegura que seguirá haciendo todo lo que está en su mano para que Gipuzkoa pueda contar con un potente sector forestal, que "además de ser un sector económico fundamental, es el guardián necesario de los valores naturales del entorno rural y forestal de Gipuzkoa".

En aquellos casos en los que los pinos se han secado y la única opción es la replantación, el Ejecutivo foral ofrecerá ayudas para la tala y la plantación de nuevas especies. "En los casos en los que todavía estemos a tiempo, se adoptarán medidas que se demuestren efectivas para hacer frente a la enfermedad". Entre ellas, tratamientos legales que se realizan en otras regiones, según recoge el documento.

Preguntado al respecto, el director técnico de la Asociación de Forestalistas explica que el sugi, árbol sagrado de los japoneses, es la especie que más se está utilizando en la replantanción. Otras alternativas son el abeto douglas, el eucalipto o el pino marítimo, muy expandido en Galicia.