donostia. Familias que apenas comparten una vida en común, en las que brilla el respeto por su ausencia. Es el caldo de cultivo de lo que puede desembocar en agresiones de hijos a padres, una realidad latente que conoce el psicólogo Alberto Ruíz de Alegría, director de la Fundación Norbera, que cada año atiende 200 casos en Gipuzkoa. "Los padres tienen que saber frustrarles, ponerles límites desde la infancia y cuidar las relaciones afectivas", recomienda.

Ni siquiera en los años 80, con aquel consumo desbocado de heroína, se registraban las agresiones de hijos a padres que se suceden hoy en día. ¿Qué está sucediendo?

Los adolescentes viven en un contexto social muy diferente al de los 80. La familia ha sufrido muchísimas modificaciones, con una presencia menor de la madre en casa, una reducción del número de hermanos, y menos presencia de adultos en el hogar. Las familias ya casi no se sientan juntas a comer, y en las cenas ni se ven. Antes la sociedad se regía por la obediencia; ahora la gente se rige en el consumo.

¿De su descripción puede deducirse que hay muchos hijos únicos en total ausencia de referencias?

El problema es que ha cambiado la mentalidad social en aspectos como la falta de respeto de los hijos hacia los padres. Antes eran poco que anatemas, y ahora son vividas socialmente. El hecho de fumarse un canuto era una actividad totalmente extraña mientras que hoy se ha extendido de un modo imparable. Hay que hacer una lectura de los conflictos aquí y ahora. Para marcar bien los límites a nuestros hijos, hay que tener en cuenta el presente y el ahora, ya no sirve la referencia lo que hacíamos antes.

Yendo al aquí y ahora, ¿no cree que muchos hijos se han convertido en perfectos desconocidos para sus padres?

No lo sé, lo que sí es verdad es que la familia comparte menos espacios comunes al haberse reducido el número de miembros. Del mismo modo que padres y madres lo tienen ahora más difícil para ejercer la autoridad. Para la sociedad ser obedientes era un valor, ahora no. Además, antes contribuía a la educación toda la tribu, desde el portero a la señora de la tienda. Ahora ya no es así.

¿Aquello de obedecer porque me lo ha dicho el aita o la ama ya no sirve?

No. Ahora es más complicado poner límites y normas.

¿Pero entonces cómo dirigirse a los hijos? ¿El exceso de explicaciones no resulta contraproducente?

Exactamente. Los propios chavales lo dicen bien claro: es que me rayan. A veces hay que saber decir un no y dejar que los hijos se enfaden. No pasa nada, ya se desenfadará. Algunos padres tienen dificultades para gestionar que sus hijos se enfaden con ellos cuando les ponen límites.

¿Hasta dónde deben llegar esos límites?

La primera norma es limitar los límites, es decir, elegir los que son importantes y ser firmes con ellos. Los padres tienen que saber frustrar a sus hijos, pero no en todo y por capricho.

¿En qué medida causa problemas añadidos el consumo de cannabis u otras sustancias?

El consumo de cannabis tiene peso. Es una sustancia que no sé si ha venido para quedarse, pero va a estar con nosotros mucho tiempo. Es una dificultad a tener en cuenta. Podemos decir que de la gente que atendemos, en torno al 60% lo habrán probado. Hay grandes diferencias entre consumos ocasionales y otros más frecuentes. Hay que tener en cuenta el cuánto, el cuándo y el cómo.

¿Pero en qué medida condiciona el consumo abusivo?

Esos consumos provocan un desinterés por todo lo que está afuera del entorno del consumo y una disminución de los rendimientos académicos. Pero no solamente eso. Me encuentro con chavales de 16 y 17 años que se pasan el verano fumando en un local a oscuras. Es como si estuvieran castigados, ni salen a la playa, ni tienen siquiera interés por ligar o jugar un partido de fútbol. El consumo abusivo genera un descuido de sí mismo, desmotiva.

¿Por qué un hijo acaba pegando a su padre?

Hace 50 años era impensable, es una cuestión que pasa por gestionar los límites desde la infancia.

¿Pero cómo reconducir a ese 'bala' que no ha conocido ningún límite en el ciclo vital en el que ha quedada asentada su personalidad?

Es un trabajo difícil. Lo primero es cuidar muy bien las relaciones afectivas. Es una necesidad básica, porque el afecto bien expresado provoca bienestar psicológico. En segundo lugar, hay que poner límites desde que son pequeñitos, sabiendo ser flexibles. También es muy importante la promoción de la autonomía, las normas deben cambiar conforme crecen nuestros hijos.

¿Qué marca más a un hijo, una educación basada en la sobreprotección o un excesivo autoritarismo?

Las dos tienen sus riesgos. Cuidado con la sobreprotección de nuestros hijos porque endiosa; les hace creer que tienen derecho a todo por el hecho de ser quienes son. Cuidado, porque con el tiempo se encuentran con una sociedad que no es así. El excesivo autoritarismo, por otra parte, invalida, algo que se resume en la frase: "Si no fuera por mí tú no sabrías hacer nada porque tú no eres válido".

¿Cuántos adolescentes atiende el programa que dirige?

En Norbera atendemos unos 200 chavales al año.

¿Son casos que acaban judicializados?

De hecho, muchas veces es el punto de partida. Muchas veces vienen desde el entorno escolar, familiar o incluso de instancias judiciales o de reforma. Es decir, es el punto de partida, el detonante, y el que impulsa la atención.

¿Hay un perfil recurrente de familias donde anida la violencia?

Vive con más angustia quien tiene dificultades para llegar a finales de mes, pero eso no es determinante.