Esto ya no es lo que era. La irrupción de Internet y las redes sociales ha ido cambiando raudamente nuestra manera de consumir –permítaseme el verbo– la política; también las campañas electorales. Mientras los medios tradicionales tratan de mantener el tipo con dignidad, adaptándose, claro está, al nuevo panorama, somos destinatarios de un nuevo e inmenso caudal de información, lo cual no asegura un mejor conocimiento. Menos aún, si observamos la calidad de gran parte de la munición con la que se nos bombardea. Como acostumbra a decir Daniel Innerarity, es todo un reto tratar de evitar que la saturación de los datos obstruya nuestro pensamiento.

Algo similar ocurre con los sondeos. Acostumbrados como habíamos estado durante décadas a una especie de ritual preelectoral de reconocidas instituciones y empresas encuestadoras que aportan sus estudios con un rigor aceptable, nos encontramos ahora con un machaqueo de supuestas prospecciones, ofrecidas en gran medida por medios digitales de dudosa reputación y misteriosa financiación. Resulta injusto que se equipare a estas con aquellas otras, que es la tendencia que se está imponiendo. Para rizar el rizo, hay quien da por buenas incluso consultas frívolas de la antigua Twitter. Por ejemplo, el martes pasado algunos militantes de Podemos se mostraban eufóricos porque un sondeo del periódico digital Público dio como ganador del debate de RTVE a su representante, con enorme diferencia respecto al resto. Una cuadrilla bien organizada era suficiente para la hazaña. Todo el mundo tiene una encuesta con la que consolarse.

Lo que sí parece evidente es que pocos dan en ese mundo puntada sin hilo y dejan encuesta sin vilo. Ciertamente, resulta a veces indisimulable el objetivo que encierran frecuentemente de condicionar el resultado, bien sea tratando de movilizar o desmovilizar a sectores del electorado, intentado desviar la papeleta al mal llamado voto útil o activando en algunas circunstancias el voto del miedo. Otra cosa es que lo consigan. No es precisamente la candidez la característica principal de algunas de estas factorías de números, por muy preparada que esté su gente. Conocer quién ha encargado la prospección puede ser la pista definitiva para descifrar ciertas intenciones.

Lo del vilo hace referencia a la indecisión, inquietud y zozobra que causa la publicación de estos estudios durante las vísperas electorales. Incluso las bocas de urna de la propia jornada, que ya no son tales, pero las seguimos denominando así. De cara al domingo los principales motivos de congoja son el primer puesto en escaños y votos, si los actuales gobernantes sumarán 38 escaños y el resultado de la guerra autodestructiva entre Podemos y Sumar. A diferencia de otras ocasiones, no hay excesivas diferencias en los pronósticos, por lo que, tanto si aciertan como si no, las sonrisas o las lágrimas serán compartidas entre los encuestadores.

Nos divertíamos más cuando las proyecciones eran más dispares.