“Si Esquerra baja de los 25 escaños habrá muchos nervios dentro”, me adelantaba un periodista catalán la mañana del sábado. Al final ERC se quedó en 20, y ha comenzado la semana en shock. La dimisión de Aragonès, la única salida honorable, es el primer intento de torniquete ante una herida de las que corren el riesgo de infectarse. Ver por ejemplo a Rufián entrando en X en un penoso barrizal con el exfutbolista Luis Figo es un indicio de que Esquerra puede verse afectada por la sobretensión.

En este contexto hay que entender la temprana maniobra de Carles Puigdemont, en la OPA lanzada a Esquerra, sobre la que Junts edificará su relato venidero. Haga lo que haga Esquerra, sus réditos serán magros. Si los republicanos optan por apoyar al PSC, les lloverán críticas de Junts, si bien despejarán a Puigdemont de la ecuación. Si otorgasen una vida extra al expresident, abonarían una repetición electoral en Catalunya, y podrían abocar a Sánchez a convocar de nuevo elecciones. En suma, más inestabilidad política, y más posibilidades para una derecha al alza, con ERC en situación de desplome.

Difícil salida

Ninguna opción es esperanzadora para los republicanos. Facilitar un Govern del PSC con los Comuns, que influyeron en el adelanto electoral, o asociarse con Junts, que salió del Govern dejando una estampa de debilidad. La penitencia que afronta Esquerra será de las de cilicio, pero aliados como EH Bildu o el BNG le ayudarán estas semanas a recuperar algo de confianza ante la cita de las Europeas.

En Catalunya se ha asentado la idea de que los independentistas, con sus principales actores mal avenidos, carecían de un proyecto nacional sólido y con liderazgo, en un contexto de cambios acelerados, donde el Partido Socialista se ha proyectado como un dique frente a la ola reaccionaria. Las inercias del procés han terminado averiando entre el independentismo a una retórica entre hueca y reiterativa.

La conquista de una amnistía negociada sobre todo ha resultado electoralmente valiosa para quien asumía más riesgos y parecía querer pasar página. “Los indultos y la ley de amnistía han destensado a la sociedad catalana”, explica el analista Enric Juliana, y ahí está gran parte de la clave del 12-M. Illa representa ese nuevo tiempo. La mano del asesor Iván Redondo, de nuevo en primera línea socialista, parece haber sido determinante.

Cambio de coyuntura

Ya no es solo que Catalunya sea un país plural. Es dispar; plurinacional como siempre, pero con las tornas cambiadas. Representado desde el domingo por ocho fuerzas con proyectos diametralmente distintos. Sin mayoría soberanista ni para un referéndum pactado. Esta es la foto: Esquerra y la CUP se han dejado 18 escaños con respecto a 2021. La política y su dramaturgia han cambiado de eje narrativo, y los socialistas, expertos en teatralidad, pueden presumir de haber desactivado la pujanza de un independentismo que sorprendió a propios y extraños en tiempos del PP en la Moncloa, y que ahora se enfrenta a sus propios límites, y de que su vigor haya sido largo pero pasajero.

Un matiz y una paradoja

Con ese soberanismo se tendrán que entender el PSC y el PSOE. Veremos si Junts no vuelve a perder pie con el principio de realidad. De alguna forma, aquella tríada de la Transición, llibertat, amnistía i Estatut d´Autonomia, reverdece ahora reconvertida en libertad frente a la extrema derecha, amnistía frente al escarmiento, y la posibilidad de transitar por un camino de corte federal, que pese a sus ambigüedades, contradicciones e incertezas, podría suscitar una intersección. Porque recordemos, el catalanismo político, en su sentido más amplio, sigue teniendo la hegemonía. Ha sido la fuerza motriz de la Catalunya contemporánea, y puede volver a ser un auténtico vector.