No resulta fácil analizar el proceso electoral que culminó el 28 de mayo. Llama la atención, en primer lugar, que el único partido que ha hecho autocrítica en Euskadi haya sido el que ha obtenido más votos en las elecciones, mientras los demás no analizan sus resultados sino algo mucho más etéreo, las tendencias.

Las tendencias no son cristalizables por su propia naturaleza, pueden cambiar por múltiples circunstancias, pero si las analizamos, nos encontramos que han beneficiado inequívocamente a EH Bildu y, en cuanto a los demás partidos, prácticamente han mantenido sus posiciones o las han incrementado modestamente (hay que exceptuar a Ciudadanos, que ha desaparecido, y a Vox que ha crecido un 100%, ha pasado de una representación de cero en Juntas a uno).

Las tendencias a las que nos referimos que terminaron en una polarización brutal de la campaña en la que se olvidó que el municipalismo, el foralismo, el autonomismo, no surgieron espontáneamente. El CIS-Flash de mitad de campaña ya advertía que la introducción de ETA, de la Ley de Partidos, de la ilegalización de Bildu provocó cambios tendenciales que beneficiaron al Partido Popular, a EH Bildu y perjudicaron al PSOE y otros partidos como el EAJ-PNV, que intentaba algo tan coherente como explicar las propuestas destinadas a los ciudadanos en los distintos ámbitos institucionales concernidos.

La campaña se trumpalizó desde el momento en el que el Partido Popular la convirtió en unas primarias de las próximas elecciones generales, se olvidó de presentar propuestas concretas de carácter municipal o autonómico y se centró en erosionar a Pedro Sánchez a través de pactos con EH Bildu que, por cierto, nunca afectaron a cuestiones territoriales.

La noche del domingo en Génova, sede del PP, sólo había banderas españolas, no había una sola bandera de la comunidad autónoma en unas elecciones que paradójicamente eran autonómicas también para ellos (ahí se ve la identidad política de una ciudad y comunidad como Madrid que sólo piensa en claves españolas).

El otro sujeto beneficiado en estas elecciones también contribuyó a provocar esa catarsis polarizante.

La pregunta es: ¿por qué introdujeron a miembros que fueron de ETA en las listas electorales? Se puede dudar legítimamente de que Bildu no tuviera capacidad prospectiva suficiente para conocer el efecto político que esa circunstancia iba a provocar en la derecha y extrema derecha españolas.

Lo cierto es que provocó el efecto esperado: ETA, Ley de Partidos, ilegalización y junto a ello, una reacción instintiva en Euskadi de deslizarse hacia el amenazado, de deslizarse hacia el que denunciaba los déficits democráticos del Estado español. ¿Este juego combinado es casual? En todo caso, se impone la autocrítica, no sólo la del PNV, sino la de todos.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha anunciado el adelanto de las elecciones al 23 de julio. Si quiere comprometer el voto joven, las políticas de empleo deben ser eficientes y las de vivienda deberían ayudar a la emancipación de los jóvenes, asuntos que son, en parte, las causas de la abstención.