Esto de ir a votar tiene un ejercicio de nostalgia para quienes tenemos la suerte de depositar la papeleta en el mismo cole en el que estudiamos, como es mi caso. Durante años voté incluso en la misma clase en la que cursé segundo de Primaria, y vi cómo iba cambiando el aula, los dibujos de las paredes y el mobiliario; en otras elecciones alguien decidió que era suficiente con votar en el pasillo, ese lugar destinado al castigo, donde he de confesar que solo acabé una vez, y en los tiempos más recientes voto en la biblioteca de ese mismo cole, en la que aprendí a jugar a ajedrez, no sé si por falta de aulas o porque el silencio ayudaba y el horario de préstamo de libros era más bien corto, así que los profes aprovechaban para montarnos una liga alternativa a los partidos de fútbol en el patio del cole. Hoy toca votar y no sé si tendrá forma de biblioteca, clase o pasillo. De la misma forma, no sé tampoco en qué escenario se traducirá el voto guipuzcoano y municipal que hoy depositaremos en las urnas. En cualquier caso, igual que aquella vez protesté mi expulsión a aquel pasillo, es clave participar hoy por si mañana tuviéramos que protestar si los elegidos se olvidan de lo que prometieron antes siquiera de intentar cumplirlo. Postdata: hoy se vota.