El alcalde de Valladolid, la nueva capital de Castilla y León por orden y gracia de Feijóo, que lo mismo te fusiona Extremadura con Andalucía que te monta una capitalidad en un mitin ante la perplejidad de sus vecinos, ha tenido mala pata. Óscar Puente, candidato a la reelección por el PSOE, tuvo que ser operado de la rotura de cuádriceps en la pierna derecha, lesión que se produjo tras una caída provocada por un resbalón tras visitar las obras de un elevador en un barrio pucelano en el tiempo de descuento del inicio de campaña. Ahora, su imagen se ha convertido en la de la resignación y el cojín en su mejor apoyo para poner la pierna en alto en mítines y entrevistas con los medios de comunicación. Es la prueba de que las campañas electorales no entienden de festivos (no se para ni en domingo) ni de bajas laborales, y de no estar en estas fechas tan señaladas, que diría aquel, seguramente habría recurrido a una baja laboral, o esa es la sensación que da al ver la foto del postoperatorio –no apta para aprensivos– que subió a sus redes sociales, con la pierna convertida en una cremallera de grapas.

El cantante Iván Ferreiro decía hace escasos días que ver a Rafa Nadal compitiendo lesionado y “hecho polvo”, al contrario de que se ensalce como una virtud, le parece “un ejemplo de mierda” para la sociedad, porque “hemos tardado muchos años en conseguir que cuando nos encontremos mal no tengamos que ir a trabajar, para que este millonario, para tener una medalla, nos diga que fue con el pie roto. Pero, desgraciadamente, todo el deporte da un ejemplo de mierda”.

Un candidato político que fuerza la maquinaria para no perderse la campaña, porque significa también el trabajo de muchos años, es otro ejemplo para el debate.

¿Si el deportista y el político han podido seguir con su día a día con lesiones tan graves sin recurrir a la baja médica, ¿cuánto tardaremos en ser nosotros los próximos a quienes nuestro jefe –o nuestro médico– nos lo exija?