o. La manida frase de algunos casposos nostálgicos no es cierta: "Con Franco se vivía mejor". Debe quedar claro: Con Franco no se vivía mejor. En todo caso, con Franco se moría más. Con Franco se moría asesinado más, pero en ninguno de los casos, se vivía mejor. Salvo, tal vez, sus familias.

Este general español que acabaría siendo un dictador sanguinario durante cuatro décadas, fue uno de los impulsores del golpe de Estado militar del 18 de julio de 1936. Se sublevaron con las armas contra la Segunda República elegida en urnas y quienes defendían la democracia les plantaron cara derivando lo que los fascistas llamaban "levantamiento" en guerra. Por cierto, tampoco fue civil; fue militar. Según la Plataforma de Víctimas de Desapariciones Forzadas por el franquismo, las personas desaparecidas de este gobierno totalitarista fueron 140.000, entre víctimas de la guerra y de la posterior dictadura. El Estado español es el segundo del mundo con más personas desaparecidas y fosas comunes de un acontecimiento histórico. Únicamente Camboya le supera.

Durante aquel nunca querido 18 de julio de 1936, nació Virginia Carracedo, mujer que reside en Abadiño desde hace más de medio siglo. La fecha ha viajado a diario con ella impresa en su DNI y en su ADN, en su genética. Hoy, tanto esta alegre vecina de Traña-Matiena como la triste efeméride cumplen 85 años. Virginia, hija del miliciano antifascista Marcos Carracedo, toma la palabra: "Toda mi vida he dicho a los míos que nací con la guerra y tengo el presentimiento de que el día que muera habrá otra guerra o pasará algo de guerra. Siempre lo he creído así y lo sigo pensando", asiente la abadiñarra de origen leonés y sustratos ideológicos democráticos. Lo deja claro en un mensaje que envía a la juventud que va olvidando la figura de Franco y todo lo trágico que supuso y aún supone: "Que se lleven lo mejor posible. Que no haya más guerras. Que lo que vivimos nosotros no se repita, que la guerra es lo último de lo último. Haya paz".

Como decíamos, Virginia Carrecedo Prieto nació el día más convulso del siglo XX en Castrocontrigo, municipio con partido judicial en La Bañeza de menos de mil habitantes en la actualidad. "También suelo decir, de broma, que nací el día de la paga extra que antes era el 18 julio", aporta regalando una sonrisa. Hija de Emilia y de Marcos, es la mayor de siete hermanos. "Te diré una curiosidad más. Nací el 18 de julio a punto de dar las doce de la noche, todavía el día del golpe de Estado", levanta el dedo índice derecho. "Mi padres me dijeron que mi parto fue muy normal. Vino una comadrona a casa. No debió haber mucho jaleo en el pueblo, pero sí recordaban que pasaban camiones con militares. Muchos iban hacia Zamora y otros hacia La Cabrera", recuerda la vizcaina.

La familia con padre albañil vivían en la casa anexa a la cural. El abuelo de Virginia tenía "mucho capital" -califica- y su abuela era también de familia pudiente. "Ellos construyeron a sus siete hijos otras tantas casas, una para cada uno de los seis chicos y otra para la única chica, todos seguidos en la calle llamada de El Caño", evoca esta cercana mujer. Con su llegada y la de la guerra, el padre fue al frente como miliciano del bando democrático, del republicano. Marcos Carracedo fue un hombre tranquilo y callado. "No le gustaba hablar de la guerra a pesar de que volvió con un boquete en un antebrazo y con una pierna destrozada por un disparo", explica Virginia. Su hija Idoia, a su lado, asiente: "Le podías meter la mano en el agujero del antebrazo". La familia desconoce qué siglas representó su padre en el frente. "Creemos que todos los hermanos eran socialistas, salvo uno, el más chulo, que era falangista. Años más tarde mi padre y el falangista no tenían roce. Mi abuelo siempre vivió disgustado por ello", agrega Idoia.

Uno de los primeros recuerdos, quizás el más emotivo que recuerda Virginia de su padre, es de cuando tenía tan solo tres años. "Sí, sí. Lo recuerdo perfectamente. Tenía tres años, había acabado la guerra, y me llevaron a visitar a mi padre. Iba vestida con un abriguito blanco de piel", subraya una mujer que en su familia suma casualidades históricas, algunas que prefiere obviar en este reportaje. Una de ellas, sencilla, es que el hospital se llamaba San Marcos, "como mi padre. Recuerdo perfectamente, como si lo estuviera viendo ahora, que entré en su habitación y al verle todo vendado y con escayolas me asusté. Mi madre me dijo, ven con papá, pero yo no quería y me retiraba. Cogí confianza y fui y lo besé, no dejaba de tocarle las escayolas y vendajes. Luego me iba con las enfermeras que me daban caramelos", amplifica quien al evocar a su padre se emociona.

En aquellos días, su familia salvó la vida de al menos una persona. "Los franquistas vinieron un día a por el sobrino del cura, que vivía pegado a nosotros, y escondimos al joven en el desván. Iban dispuestos a fusilarle. Es que aunque la guerra había acabado, ellos seguían fusilando. Recuerdos nombres y apellidos que prefiero no nombrar. Solíamos ir a la plaza a comentarlo. ¡Era muy fuerte! ¡Cuánto llorábamos cuando venían con sus camiones con el brazo en alto porque sabíamos que iba a haber muerte! ¡Qué miedo pasábamos!", detalla afligida y rememora que los franquistas solían acampar y en el fuego cocinaban "los gatos que nos quitaban en el pueblo. Por cierto, no con ellos, ni lo quisiera, pero yo también he probado la carne de gato y es más parecida en sabor a la de la liebre que a la del conejo".

Con 17 años siguió el camino de su padre y Virginia fue a vivir a Eibar, ciudad armera en la que trabajó haciendo muelles en Hijos de Valenciaga SA, firma ya extinguida. Conoció a Feliciano Luis Ayllón, natural del pueblo cántabro de Cabárceno, y contrajeron nupcias en San Andrés en 1958. "Mi marido, fallecido en 2017, era amigo íntimo de Alberto Ormaetxea, jugador de la Real Sociedad. Guardó la entrada del último partido que jugó siempre en su cartera. Y mira lo que son las cosas, luego tuvo demencia senil y decía que le gustaba el Athletic, cuando siempre lo había detestado. Por cierto, hizo un taller con el Athletic, y cuando falleció el club nos invitó a nosotras a San Mamés, todo un detalle", agradecen madre e hija anhelando que "ninguna guerra vuelva a frustrar el bienestar de ninguna familia. Su progreso y felicidad".

La fecha del 18 de julio ha viajado a diario con Virginia Carracerdo, impresa en su DNI, en su ADN y en su genética