- “Pere Aragonès se cansó de que no le cogieran el teléfono”, revelan desde el entorno de Esquerra. Harto de que “Junts sobreponga lo que ellos entienden su derecho natural a liderarlo todo frente al derecho de ERC ganado en las urnas por decisión de la ciudadanía”, describe una voz filosófica del partido, ejecutó el ultimátum. Y a Junts no le temblaron las piernas, aunque en los posconvergentes anida más de un alma. En medio, quien perdía el partido era el independentismo. En esta trágica tesitura para el soberanismo, mientras desde Moncloa se frotaban las manos y Salvador Illa se postulaba por enésima vez para que el PSC recogiera el testigo, irrumpió la CUP para recolocar las piezas del tablero. Una reunión de urgencia se saldó con un acuerdo de mínimos que, de entrada, confirma el nuevo papel de los anticapitalistas. Nada que vez con aquella formación que se vanaglorió de enviar a Artur Mas a la “papelera de la historia”. Ya en estos meses los cuperos, más próximos a los republicanos, firmaron con estos un pacto con preeminencia social y donde se comprometían a no entrar en el Ejecutivo al menos hasta el ecuador de la legislatura. Prefieren guardar la distancia respecto a Junts, aunque desde el sector de la antigua Convergència se ha reprochado a los de Carles Puigdemont plegarse a tesis más izquierdistas de lo tradicional.

El documento consensuado entre las tres fuerzas separa la investidura de la estrategia independentista. Se refiere a “dar una respuesta a la crisis socioeconómica; construir un muro de defensa de los derechos fundamentales y básicos que tienen un amplio apoyo por parte de la sociedad catalana y que no caben en el marco del Estado; y tomar la iniciativa y convocar una primera reunión de trabajo para un gran Acuerdo Nacional por la Autodeterminación que vaya más allá de partidos y que agrupe la amplia mayoría social favorable a la solución democrática que vive el país”. Ello, con el compromiso inequívoco que desde el diálogo y el embate democrático se pueda lograr el ejercicio de la autodeterminación y la amnistía durante la próxima legislatura y lograr “un espacio para el debate de la estrategia independentista más allá del marco de la gobernabilidad”.

En cuanto a la hoja de ruta se modificó el planteamiento inicial de la CUP -avalado por ERC- que hablaba abiertamente de aparcar la discusión sobre el Consell hasta después de la investidura de Aragonés, y se optó por un redactado más ambiguo pero donde en todo caso lo que prima es desatascar la gobernabilidad. A petición de los de Oriol Junqueras, se añadió la mención al “compromiso inequívoco con el diálogo”. En paralelo se abre la puerta a la posibilidad “de ejercer el derecho de autodeterminación durante esta legislatura”. Es decir, se plantea la voluntad de explorar todas las vías para poder celebrar un nuevo referéndum en los próximos cuatro años . Eso sí, sin concretar si unilateral o pactado.