a alargada sombra del emérito cerca a la monarquía española. Juan Carlos de Borbón ha ido casi a capítulo diario este año en cuanto a sus presuntas conductas corruptas antes y después de su abdicación en 2014, y le salpican mientras permanece huido en Abu Dabi desde agosto. Todo estalló aprovechando la declaración del primer estado de alarma, cuando Felipe VI trató de esquivar la que se le venía encima renunciando a la herencia de su padre y retirándole la paga que percibía de los presupuestos.

Nueve meses después, el emérito ha tratado de volver a casa por Navidad asumiendo su culpa y regularizando 678.393 euros en el caso de las tarjetas opacas, los fondos recibidos en los últimos años por parte del empresario mexicano Allen Sanginés-Krause y que gastó usando como testaferro a un coronel del Ejército del Aire. Su intención resultó baldía. No ha regresado, amparándose en la pandemia, aunque más bien influye el desgaste que su figura podría provocar en su hijo.

Lo último que ha salido a la luz es que Suiza cifra en 82 millones de euros los negocios en común de Juan Carlos I y Corinna Larsen, su antigua amante, con la que habría compartido, según el fiscal suizo Yves Bertossa, ingresos procedentes de Arabia Saudí, Kuwait, Bahrein y México, así como unos terrenos en Marruecos. Un episodio más dentro del hilo de escándalos encabezados por las presuntas comisiones por interceder en la adjudicación del AVE a La Meca; las citadas tarjetas black con las que parte de la familia del emérito, incluida Sofía de Grecia, costeó viajes y compras; a lo que se une el trust en la isla de Jersey que movía unos 10 millones de euros.

El epicentro de tanto escándalo tiene como cara visible a Corinna, quien en una conversación con el excomisario José Manuel Villarejo señaló que Juan Carlos I se había llevado una comisión por mediar en la construcción del citado AVE. En 2008, cuando era rey y mantenía su condición de inviolable, recibió una transferencia desde el régimen saudí de 100 millones de dólares. 65 de ellos habrían sido transferidos a una cuenta de Corinna en 2012 a modo de regalo.

Y mientras, antiguos militares, próximos a la ultraderecha, instaron a Felipe VI a llamar al orden al Gobierno de coalición porque “amenaza la unidad nacional”.