- La estrategia rupturista que había anunciado la izquierda abertzale en el Congreso de los Diputados ha quedado muy matizada por los hechos. La agenda que prometía que iba a ser radicalmente distinta a la del PNV ha desembocado al final en varias enmiendas a los presupuestos generales del Estado que tienen una clara semejanza con las que ha presentado el partido jeltzale en esta legislatura o en anteriores (sobre el soterramiento de los pasos a nivel en Zorrotza, la máquina herramienta o la jubilación de la Policía foral). En segundo lugar, a pesar de su apuesta por “tumbar el régimen”, ha optado por presentar una batería de enmiendas más mundanas y digeribles para el debate estatal, centradas en los derechos sociales y no en las demandas soberanistas, territoriales, sobre los presos o, como ha hecho ERC, sobre la monarquía española. La mayor polémica que ha suscitado EH Bildu, y de manera indirecta, ha venido de la mano de la enmienda conjunta con Unidas Podemos y ERC para suspender todos los desahucios hasta el 31 de diciembre de 2022 e impedir los cortes de suministro durante el estado de alarma, algo que ha provocado fricciones entre las filas de Pablo Iglesias y Pedro Sánchez en el Gobierno de coalición.

El escenario ha dado un giro de 180 grados con respecto a lo que había prometido Arkaitz Rodriguez, el líder de Sortu, una de las formaciones que integran la coalición y que representa a la izquierda abertzale tradicional. Ese sector ha descubierto los beneficios de hacer política en el Estado español y quiere normalizar las relaciones con el PSOE, pero necesita un argumentario que le permita proyectar públicamente que no hay una rectificación de su posición histórica y no se está acercando a lo que ha hecho durante cuatro décadas el PNV, al que acusaba de venderse por el ya manido “plato de lentejas”. En ese sentido, ha tratado de justificar el nuevo escenario en que no va a defender la misma agenda que los jeltzales, y hace tan solo unos días prometía que su actividad política se iba a encaminar a “tumbar el régimen”.

“Vosotros habéis ido y vais a Madrid a mendigar TAV y vacaciones fiscales. Nosotros vamos a Madrid a arrancar derechos sociales y laborales. Vosotros habéis ido a Madrid durante décadas a sostener el régimen en beneficio de unos poquitos de los vuestros. Nosotros vamos a Madrid a tumbar definitivamente ese régimen en beneficio de las mayorías y los pueblos”, había prometido Rodriguez.

La forma que ha buscado EH Bildu para marcar distancias ha sido bastante más pragmática de lo que prometían las declaraciones de Rodriguez. Ha optado por centrarse en los trenes de cercanías y no el TAV, y por plantear 12 millones de euros para comprar los locales de La Naval, además de sugerir cuestiones relacionadas con la vivienda, el alquiler y los desahucios. Se centra en cuestiones sociales. EH Bildu hace el ejercicio en cierta medida por necesidad, porque es la única manera de evitar que se desaten las presiones de la derecha sobre Pedro Sánchez y el presidente español evite el acercamiento.

El PNV ha acusado a la coalición abertzale de copiar sus enmiendas sobre la máquina herramienta, una apuesta muy característica de los jeltzales y entroncada con su discurso a favor de la industria; el soterramiento en Zorrotza, un plan para evitar las inundaciones en Bilbao, y la edad de jubilación de la Policía foral navarra, donde los jeltzales ven el espíritu y el esquema de la enmienda que acordaron ellos mismos hace diez años sobre la Ertzain-tza. Los jeltzales, además de estas enmiendas sobre el comer, tienen otras más territoriales o competenciales, como la reclamación de las competencias sobre la gestión y explotación de los Paradores de Turismo o la participación de la comunidad autónoma en órganos de gestión y dirección de la sociedad estatal industrial SEPI.

Los jeltzales han reprochado también a la izquierda abertzale que “no tiene problema” en respaldar unos presupuestos que aportan dinero para la Casa Real, la Guardia Civil y la financiación de la delegación del Gobierno español en suelo vasco, algo que no casa con su apuesta por tumbar el régimen.