- Los de la pandemia no son tiempos ni para chantajes ni para vetos cruzados. Y mucho menos para la negociación presupuestaria que el Gobierno arrancó, ya de manera pública y definitiva, en el día de ayer. El camino hacia los presupuestos de Navarra para 2021 arrancó con la noticia de que Navarra Suma ofrece su abstención a cambio de que se vete de cualquier acuerdo a EH Bildu, una postura intransigente y superada por la propia realidad -el Gobierno acordó con los soberanistas las cuentas del año pasado, y ayer negoció otra vez con ellos- que fue rápidamente rebatida por el primer partido de Gobierno, el PSN, que rechazó de forma tajante la actitud de “veto y chantaje” que ofreció Esparza.

El Ejecutivo de Chivite mantuvo por la tarde los dos primeros encuentros con las fuerzas de oposición, Navarra Suma y EH Bildu, de los que en última instancia depende la aprobación de las cuentas, en un contexto bien diferente al del año pasado. Mientras que después de la reunión que tuvo lugar el 27 de noviembre de 2019 ya quedó claro que la derecha se autoexcluía de cualquier posible acuerdo y que EH Bildu tenía una voluntad mucho más sólida de llegar a un acuerdo por la izquierda, el encuentro de ayer dio pie a pensar que en esta ocasión los contactos continuarán con ambas fuerzas, que ayer hicieron aportaciones al Ejecutivo y que fueron más cautelosas a la hora de cerrar opciones. Y eso que Navarra Suma ha empezado poniendo un ultimátum encima de la mesa: se abstienen prácticamente gratis a cambio de que el presupuesto no dependa de EH Bildu. Una actitud bien distinta a la de los soberanistas -que tras la reunión de ayer ratificaron la voluntad de acuerdo entre ellos y el Gobierno en materias concretas, como la fiscalidad-, y que censuraron los socios del Ejecutivo, con el PSN -que ayer hizo de portavoz del Gobierno a falta de pronunciamiento oficial- adelantando que no cederán “ni a los vetos ni a los chantajes” de Navarra Suma en tiempos en los que la pandemia obliga al mayor consenso posible.

Son las principales ideas que dejó la apertura de las negociaciones presupuestarias entre el Gobierno y la oposición. Un baile de posiciones que empezó mucho antes, a primera hora de la mañana, cuando se conoció el último movimiento in extremis de Navarra Suma: el ofrecimiento al Gobierno de posibilitar la aprobación de las cuentas con tal de que EH Bildu no participe en su confección. Un giro de los acontecimientos que denota un cambio en la estrategia de la derecha, que pasa de la infructuosa autoexclusión a mover ficha política: disfrazar como una oferta irrechazable lo que no es sino un intento de erosionar a los socios de gobierno.

Porque en el fondo no se trata de otra cosa. No se está ante ningún gesto de buena voluntad ni nada parecido, ni un cheque en blanco. Abstenerse a cambio solo de que EH Bildu no participe es apetitoso para cualquier Ejecutivo en minoría, pero a la larga generaría un problema de mayorías dentro de los socios, y también con un aliado consolidado de futuro -sirva el ejemplo de los pasados presupuestos- como EH Bildu. Dio la sensación de que los socios calaron pronto los intereses de Esparza.

Ya en la Mesa y Junta, el portavoz socialista, Ramón Alzórriz, relativizó esa posibilidad refiriéndose directamente a la oferta de Navarra Suma. “No son tiempos ni para chantajes ni para vetos”, adelantaba Alzórriz, en un mensaje que dijo estar seguro de que también compartía el Gobierno. Mismo espíritu que Barkos, quien consideró que la derecha “se equivoca” al empezar la negociación con un veto cruzado. Esas fueron las declaraciones públicas, pero que Gobierno y socios han entendido el mensaje de Navarra Suma de la misma manera quedó patente poco después. El Ejecutivo organizó un almuerzo con representantes de los socios, en el que se analizó la oferta de la derecha como lo que es: un globo sonda para tratar de partir la mayoría minoritaria del Gobierno. En el encuentro del mediodía la presidenta y los grupos en los que se sustenta coincidieron en la necesidad de devolver la pelota a Navarra Suma, a quien se plantea que si quieren abstenerse, que lo dejen por escrito. Eso obligaría a cada uno a retratarse y ver si, en realidad, no vuelve a ser una nueva envolvente por parte de Esparza, a quien poco le importó el concurso de EH Bildu durante la pandemia.

De hecho, pueden recordarse dos episodios en los que Navarra Suma y EH Bildu, de forma pública, llegaron a acuerdos. Entonces a la derecha le importó menos que los acuerdos salieran de la mano de la izquierda abertzale. El pasado 3 de abril, Navarra Suma y EH Bildu sacaron adelante dos enmiendas por valor de 55 millones de euros que no tenían el visto bueno del Gobierno: 20 para ayudas a autónomos y 25 para un fondo para las entidades locales. Hubo más: el 27 de agosto, ambas fuerzas volvieron a hacer valer su mayoría para aprobar el cribado masivo en Educación, tanto a docentes como a alumnos. Dos ejemplos que evidencian que los acuerdos con EH Bildu no son la línea roja de la derecha, y que revelan que el ofrecimiento de Esparza, a priori desinteresado e irrenunciable, esconde un único afán de erosionar a los socios de Gobierno.

El ofrecimiento de Esparza, a priori desinteresado e irrenunciable, esconde un único afán deerosionar a los socios de Gobierno