- Fue un congreso, "total y absolutamente atípico", en acertada descripción de Javier Esparza, marcado en todos sus aspectos por la pandemia del COVID. Las medidas de distancia y precaución condicionaron todo el diseño del cónclave, restaron mucho ambiente presencial, y convirtieron la proclamación de los resultados en un momento algo desangelado. Las propias limitaciones de la sala, acondicionada para atender únicamente a los periodistas acreditados, restó brío al colofón, y contuvo la emotividad de los discursos, que no tuvieron posibilidad de preguntas.

Ese 58,29% de los votos, porcentaje obtenido por Javier Esparza, asienta en la presidencia a este político a punto de cumplir los 50 años, que llegó al liderazgo de UPN en una asamblea extraordinaria en 2015, y reeditó la presidencia por primera vez en 2016. La victoria de Esparza es relativamente holgada, pero no abrumadora. Bien es verdad que nunca lo ha tenido demasiado fácil, como si le faltara suficiente recorrido histórico dentro del partido por haber sido un tanto tardano en su vocación política partidista. En 2015 alcanzó el 57% de los votos, frente a Salanueva y Kutz. Casi cinco años después, esta vez ante un solo rival, el porcentaje obtenido es prácticamente el mismo. Como una vuelta a los orígenes, porque en 2016, entonces sin oponentes, pudo hacerse con el 83% de los votos. Incluso en aquel momento ese 17% de militantes que no le otorgaron su confianza transmitían un fondo de reserva, para un partido que por aquel entonces acababa de entrar en la oposición, un limbo del que no ha salido. Con todo, ayer fue un día dichoso para Esparza, que en un Congreso con un fuerte componente personalista vio revalidada su figura por la mayoría de los suyos. Y lo hizo, hay que destacarlo, con una alta participación de la militancia. Esos 1.762 votos totales válidos, el 67,42% del censo global, es un dato que puede dejarle particularmente satisfecho a él y a su contrincante, teniendo en cuenta además que no se dilucidaban dos proyectos ideológicos distintos, y que la calurosa tarde de junio podía tentar a la abstención, por más que la posibilidad de votar en las diferentes merindades pudiese favorecer la movilización de la militancia.

Tras conocer los resultados, el presidente de UPN se mostró "muy contento en lo personal porque para mí era una reválida. Lo contrario hubiera sido un trago muy amargo. En ese sentido, tenía mucho más que perder que Sayas. Por la mañana, antes de votar, Esparza se había mostrado confiado en sus posibilidades. "¿Le sorprendió que hubiera una segunda candidatura?", le preguntó una periodista. "Ya no nos sorprende nada", comenzó respondiendo Esparza con una sonrisa que transmitió sorna y un grado de escozor, porque por más que reconociera la legitimidad de la candidatura de Sayas, obvia, por otra parte, reiteró que creía que "no era el momento" de una candidatura alternativa.

Por la tarde, Javier Esparza pudo respirar hondo y reivindicarse ante los suyos. Va a poder completar el ciclo que deseaba, como mínimo hasta 2023. Y pese a los reveses recibidos en su trayectoria política dispondrá de una nueva oportunidad, tal vez la última. Le acompañarán en la dirección el alcalde de Pamplona, Enrique Maya, como vicepresidente, y Yolanda Ibáñez, parlamentaria foral, como secretaria general, ambos miembros de su candidatura.

No hubo campanada, y el candidato outsider no dio la sorpresa. Su última semana precongresual pudo restarle atractivo entre los indecisos. La posibilidad de cambiar de liderazgo en el partido, por más que puedan restar tres años para los próximos comicios forales ha sonado aventurada para el grueso del partido. En este contexto, con la incertidumbre añadida que genera el coronavirus en todos los frentes, la militancia de UPN abrazó mayoritariamente esa máxima supuestamente ignacianaque aconeja que en tiempos de tribulación es mejor no hacer mudanza.

Al mismo tiempo, el 41,71% es un porcentaje más que honroso para Sergio Sayas, que justifica por sí solo su candidatura, y emite la señal de que si bien ideológicamente no había batalla (la ponencia política y estratégica tuvo el 98,8% de los votos) gerencialmente hay un importante sector del partido que quiere cambios, y este fue el mensaje que dejó Sayas. No hay derrota dulce, pero esta no debería ser especialmente amarga para un hombre que tiene en el Congreso de los Diputados el escenario ideal para seguir haciendo carrera política ante sus partidarios.