donostia - A finales de 2003, tras la invasión de Irak, un espía del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) fue acribillado y otros siete murieron poco después en una emboscada en una carretera. El servicio de inteligencia avisó a José María Aznar de que Sadam Hussein no poseía armas de destrucción masiva pero al entonces presidente le interesaba amparar la decisión de George Bush. El periodista y escritor Fernando Rueda, experto en el CNI, presenta su novela Destrucción masiva, en la que narra la trama que rodeó el asesinato de los agentes de la forma que él cree que merecen. Mezclando realidad y ficción, el escritor homenajea a las "ocho sombras" que perdieron la vida a manos de los rebeldes iraquíes.

¿De dónde le viene el interés por los servicios de inteligencia?

-Siempre me habían gustado los temas de espías y cuando empecé a ejercer el periodismo en el año 82 en España no había nada sobre el CNI porque veníamos de una dictadura y los servicios secretos pertenecían a una zona oscura de la sociedad. A mí eso me animó a hacerlo. Algunos compañeros periodistas y yo empezamos a investigar sobre estas historias y yo seguí. En 1993 publiqué La Casa que era el primer libro de España, que hablaba sobre el CNI.

¿No le dio miedo ser el primero que escribía sobre el CNI?

-La editorial tuvo mucha precaución en mantener en secreto que salía ese libro. Decían que el Gobierno podía proceder al secuestro porque en un informe los abogados dijeron que contenía 1.261 posibles delitos contra la ley de secretos oficiales. Era un reto porque seguimos para adelante, luego no ocurrió nada.

¿Cómo es su relación con el CNI?

-El periodismo de investigación es ejercer el control social del poder. Actuamos porque la opinión pública tiene el derecho a conocer. Cuando llevas 30 años haciéndolo, las relaciones con la cúpula no son las mejores. El CNI es un servicio que lo que querría es que nadie hablara de él, que no se supiera nada. Todo aquel que informa genera resquemor.

En el libro narra lo que les sucedió a los ocho espías del CNI asesinados. ¿Es un homenaje?

-En octubre de 2003 asesinaron a José Antonio Bernal y en noviembre a otros siete. Yo era en aquel momento el subdirector de la revista Tiempo. Llevaba muchos años escribiendo de espías, entonces a mí me afectó de una forma especial. Como periodista te haces mil preguntas y no obtenía respuestas. Yo sentía que había ocho sombras que me perseguían. Seguí escribiendo sobre otros temas pero siempre volvía. He publicado muchos libros pero ninguno recogía su personalidad. Estuve muchos meses investigando y no supe cómo reflejarlo hasta que mi editora me dijo que hiciera un true crime, que es una historia basada en hechos reales. Era lo que estaba esperando. La historia me perseguía. Así que en el fondo es un homenaje porque en el mundo de los espías no hay reconocimiento a la gente que cumple con su función. Una historia humana.

¿Por qué combinar la realidad con parte de ficción?

-Yo no había publicado la historia porque veía que tenía muchos huecos. He hecho ensayos, puro periodismo de investigación, novelas... pero lo que no había hecho era este género. Es contar la historia basada en hechos reales y rellenar los agujeros de ficción. Todo lo que hay en el libro es realidad y hay algunas cosas que yo sé que eran así pero no tengo la certeza. Yo narro conversaciones entre personas que están muertas. A partir del epílogo, la novela deja de estar basada en hechos reales porque el final real a mí no me gustaba. Yo conté lo que creo que debería haber sido el final. Mi editora dice que es mi venganza literaria. Me hubiera gustado que dijese justicia literaria. Ese final es lo que merecían esos ocho hombres.

¿Qué actitud tuvo el Gobierno antes y después de los asesinatos?

-En el año 2000 Alberto Martínez y José Antonio Bernal llegan a Irak. A partir de ahí ocurren episodios transcendentales en la historia. Ellos contaban todo lo que sabían a su servicio y ellos al Gobierno. Todo cambia cuando en el 11-S Al Qaeda acaba con las Torres Gemelas. Bush primero invade Afganistán y luego Irak. Ahí se genera la tensión. El presidente Aznar decide apoyar a Bush porque él quiere apoyarle, pero tiene informes del CNI que dicen que no hay armas de destrucción masiva. Él hace declaraciones diciendo que sí las hay. Prefiere creer a los americanos porque a él le interesaba hacer política seguidista de Bush. Si decía que no había armas no podía ser amigo de Bush.

¿Los espías no estaban lo suficientemente protegidos?

-Ellos sabían que no estaban protegidos. Hay muchos aspectos en la historia que lo corroboran. El problema es que el servicio secreto necesitaba disponer de la mejor información posible sobre eso y, para ello, agentes que llevaran dos o tres años ahí destinados. Sabían que corrían un riesgo pero eran los que les podían llevar información.

José Manuel Sánchez Riera fue el único superviviente del atentado, ¿qué fue de él?

-Quedó muy tocado. Vio cómo mataban uno a uno a siete de sus compañeros. Estuvo y sigue en una situación de estrés postraumático. Dejó el CNI y está en otras cosas.

¿Cambio algo en el CNI tras los asesinatos?

-Cambiaron los protocolos. Como si en un accidente de avión mueren 300 personas y, tras eso, cambian los protocolos. Cambiaron los reglamentos de actuación que no habían servido, que ya no eran útiles.

Ahora, ¿qué preocupa al CNI?

-El gobierno lo que hace es decir al CNI las prioridades que tiene. En los últimos años las prioridades han sido la lucha contra el terrorismo yihadista, la ciberdelicuencia y los ciberataques.

¿Qué ha descubierto sobre la guerra de Irak escribiendo el libro?

-La guerra de Irak cambió el panorama internacional. Es un libro de ocho hombres buenos y un montón de gente mala. Bush, Blair y Aznar no quisieron ver la realidad y por lo tanto actuaron por intereses económicos. Pero los que se opusieron a la guerra, como Francia, China o Rusia, en realidad solo tenían intereses en el petróleo. La guerra no tenía ningún sentido. Yo he podido contar lo que a mí más me interesaba, que era la vida de unos agentes del CNI en unas situaciones extremas. Se puede constatar el abandono al cual les someten y del que ellos fueron conscientes.

¿Qué consecuencias tuvo la guerra?

-Un oriente medio enfrentado. Que los terroristas adquiriesen más importancia. Ahora estamos arrastrando todo aquello.