pamplona - Sorprende escuchar a alguien que proviene del aparato judicial francés, un discurso tan activo sobre la tortura. No debería resultar tan llamativo, pero esa misma paradoja ya induce a la reflexión. Serge Portelli recuerda que el trabajo de un juez es escuchar y atender a cualquier tipo de víctima, y que activada esa preocupación "uno cambia". Nacido en 1950 en una Argelia aún colonizada, el sábado visitó Pamplona, y además de tener un encuentro con el presidente del Parlamento foral, Unai Hualde, participó en una mesa redonda en la Escuela Navarra de Teatro, organizada por Euskal Memoria Fundazioa, en la que también intervino la psicóloga clínica Jeannette Ruiz Goikotxeta, coordinadora de Navarra en la investigación del Gobierno Vasco sobre torturas, que estableció un censo global de 4.113 casos desde 1960 hasta 2014.

Serge Portelli habló con este periódico al término de la mesa redonda, gracias a la colaboración de la intérprete Lourdes Pérez Munilla, Antes, ante un nutrido público, el ex juez acusó a la justicia española de ser "cómplice" de la realidad de la tortura, y la psicóloga Ruiz Goikotxeta repasó las secuelas psicológicas detectadas en las personas que ha atendido. Como complemento de la citada mesa redonda, Portelli ha publicado un informe en el que denuncia que el "Estado español ha violado sistemáticamente las obligaciones de las convenciones internacionales", y donde critica la inacción estatal repasando una docena de casos, desde 1992 a 2008, en los que el Comité contra la Tortura o el Tribunal Europeo de Derechos Humanos emitieron una sentencia. Portelli recuerda que la Convención contra la Tortura de 1984 prevé "una investigación parcial cada vez que haya motivos razonables" y que el "Estado español es uno de los pocos países que prevé la prohibición de la tortura en su Constitución". El artículo 15, efectivamente, establece que "todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes".

Afirma que la tortura ha existido y existe.

-Por mi experiencia y por lo que conozco del Estado español en el conflicto vasco, la tortura ha sido una realidad. Y ha habido personas que han muerto, otras han resultado heridas y otras siguen sufriendo todavía sus secuelas. Tenemos un país que en gran parte aún sigue sufriendo por las secuelas colectivas de la tortura. No es una invención, ni de ETA ni de otros. Es una verdadera realidad. Cuando alguien la niega hasta ese punto, me enfada. No logro comprender ni cómo, ni por qué se puede llegar a borrar una cuestión tan enorme y clara como es esta.

Hay gente que puede pensar que desaparecida ETA, ha desaparecido la tortura.

-Bueno, en cierto sentido sí. Cuando ETA paró y dejó su lucha, las policías españolas tenían menos que investigar, y ya no estaban en un estado de guerra, por así decirlo. Una vez que el conflicto armado terminó, cuando ETA entregó las armas, se disolvió y renunció a todo, pues sí, alguien podía pensar que la tortura terminó. A mí me gustaría que el futuro en España fuese sin tortura. La tortura ha sido un arma, un método tan sistemático que me pregunto qué pasaría si mañana surge cualquier conflicto o resurge el mismo. ¿No volvería la tortura, como una de esas malas costumbres, como cuando alguien tiene un tic o una enfermedad recurrente?

Acusa a la justicia española de ser cómplice de esta lacra, pero también apunta a la responsabilidad de una opinión pública que no asume esta realidad.

-Sería fácil acusar solo a las policías o a la justicia o a los gobiernos que se han ido sucediendo. Creo que si únicamente hubiésemos tenido esa parte administrativa y judicial, pues quizá la tortura no hubiese seguido. Una práctica tan extendida, sistemática y conocida por todo el mundo, solo ha podido seguir teniendo el acuerdo o la complicidad de buena parte del pueblo. Es triste, pero eso refleja el estado actual de España, en donde tenemos a gran parte de la opinión pública que no quiere oír hablar de tortura. Esto ha existido siempre, y quizá es lo que requiere más trabajo. Que gran parte del pueblo español comprenda que no hay nada que justifica la tortura; que la tortura es un crimen absoluto. Que no puede haber ninguna justificación para ella. Es lo que dice la ley internacional además, y también lo que dice la Constitución española, incluso la ley penal española. Diría que la tortura es el mal absoluto. Nada puede permitir justificar un acto de tortura. lo dice la ley. Podemos tener un atentado, podemos tener ante nosotros a terroristas, podemos estar en un estado de guerra... Nada justifica la tortura, nada. ¿Y por qué? Pues porque la tortura es la negación de la humanidad. Casi incluso peor que la muerte.

Señala que la tortura expande su mal al conjunto de la sociedad. Los efectos de ETA fueron similares en este sentido. ¿Cree que costará muchos años deshacer el daño sociológico que generó la violencia?

-Yo por supuesto no estoy aquí en absoluto para justificar los actos cometidos por ETA. Es cierto que ha habido muchos muertos, y además en actos de violencia extrema. Evidentemente, esos actos violentos han tenido consecuencias en el conjunto de la colectividad y de la población. ETA ha dicho que lo lamenta y está muy bien que lo diga y reconozca, pero no por eso vamos a excusar los actos, tampoco. Ha habido todo un proceso mortífero, que hubiese podido seguir mucho tiempo más, pero yo creo que ETA y una parte del pueblo vasco, navarro y español ha tenido la inteligencia de comprender que había que avanzar hacia un proceso de paz, y que ese proceso de paz necesitaba una negociación, que se instauró hace ya mucho tiempo. No voy aquí a hacer toda una historia de las distintas tentativas de negociación que hubo entre ETA y el Estado español.

Y en tantos años, las consecuencias se multiplican.

-Los actos de tortura tienen consecuencias trágicas, evidentemente con respecto al torturado, pero también para quienes rodean a estas personas. Es un acto tan grave que impacta en todo el país, y esto es algo que a veces olvidamos. Muchas veces, por el contrario, decimos que la tortura es un acto individual entre un verdugo y un individuo. No es así. La tortura tiene lugar en un lugar cerrado, en una comisaría, una cárcel o un lugar secreto, pero el torturador sabe perfectamente que su acto va a ser conocido. Sabe que cuando una persona muere después de una tortura o cuando desaparece, todo el mundo lo va a saber. Un acto de tortura no solo es dirigido a una única persona, sino dirigido hacia un pueblo, hacia un grupo. Y eso hay que repetirlo y no hay suficientes personas que lo digan. Por eso, lucho contra la tortura, y no solamente en España o en Argelia. La combato porque es uno de los actos más tóxicos para una sociedad y para una democracia. La tortura ataca al ser humano en su identidad más profunda, y a la sociedad en su conjunto.

Dice que es necesario escucharse para avanzar en una convivencia democrática. ¿Tiene esperanza de que el Estado asuma el daño producido?

-Estoy seguro de que en España se logrará llegar a una paz real. La paz tiene muchas consecuencias y significados. Por ejemplo, a través del surgimiento de palabras que expresen la voz de todos, con un relato que no tiene que ser unánime ni común. No se trata de que todo el mundo diga exactamente lo mismo, pero sí de que existan al menos todas las versiones posibles. España es un gran país, de una cultura gigantesca y suficiente inteligencia como para, creo yo, poder lograr algo bello, humano, hermoso. España ha vivido muchas guerras, habéis vivido periodos de democracia, dictaduras... Yo tengo confianza, no solo en España, sino en la diversidad de España, que al igual que Francia está integrada por diferentes pueblos. El interés de una democracia es que coexistan personas que ni hablan de la misma forma, ni tienen las mismas convicciones religiosas, etcétera, etcétera. Estoy seguro de que España logrará comprenderlo. Hace falta tiempo. Pero llegará ese momento que nos permita escucharnos. También hace falta que los actores y los agentes actuales que están organizando eventos y manifestaciones sigan con su trabajo.

Usted viene de la judicatura. ¿Qué fue lo que le generó ese grado de empatía que transmite?

-Cuando uno es juez, se ve enfrentado casi constantemente a víctimas. Así que uno puede no escuchar, no mirar y no interesarse, y vivir muy bien así. Pero creo que desde hace medio siglo ya no podemos seguir como antes, sin escuchar a las víctimas. Ha habido en el mundo evoluciones muy importantes. Como por ejemplo la igualdad de la mujer. Durante mucho tiempo fue un ser de segundo orden, de quien no queríamos ver ni su sufrimiento ni su vida real. Y poco a poco el movimiento feminista hizo que nos viéramos obligados a escuchar sus sufrimientos y a reconocer que eran víctimas de violaciones, de agresiones o de acoso. Casi al mismo tiempo, nos dimos cuenta de que también los niños eran seres con derechos, y de que también podían ser víctimas. Empezamos a interesarnos por los abusos o la violencia que sufrían, y poco a poco fueron apareciendo hechos que no teníamos ganas de ver ni de considerar hace 20 o 30 años. Cosas que ya existían antes, pero que hoy día, como por fin escuchamos a los niños, nos hemos dado cuenta de que esas víctimas estaban ahí. También vimos a pueblos oprimidos, colonizados o que considerábamos inferiores, que poco a poco empezaron a expresarse y a decir que existían. Como los amerindios o los pueblos africanos u otros que contaron su sufrimiento y su condición de víctimas. Fue en esa época cuando empecé a trabajar en la Justicia. Y simplemente comencé a escuchar a todas esas nuevas víctimas, y a trabajar con psicólogos, psiquiatras o asistentes sociales. A partir del momento en el que se es consciente de todo eso, uno cambia. La justicia española va muy avanzada respecto a otras justicias en Europa y en el mundo, por ejemplo en materia de violencia sexual. Ha hecho un esfuerzo muy importante para adaptarse. Aún es criticable en cuanto a la tortura, pero evoluciona. Cuando los jueces españoles muestren la misma humanidad con todos los distintos tipos de delincuencia, podremos avanzar. Hay que ser optimistas. Al menos yo lo soy.