- Hace diez años, un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter y un tsunami con olas de catorce metros desactivaron el sistema de electricidad y enfriamiento de los tres reactores de la planta nuclear de Fukushima Daiichi, provocando uno de los accidentes nucleares más graves de la historia. Más de diez millones de personas podrían haber quedado expuestas a la nube de radiación (Tokio está a más de 200 kilómetros de la central), pero, gran parte de la radiactividad fue a parar al mar.

Según Elisabeth Cardis, jefa del programa de radiación del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), la cantidad de radiación liberada en el aire fue menos del 15% que la del accidente nuclear de Chernóbil.

Una de las principales consecuencias de Chernóbil en materia de salud fue el aumento del cáncer de tiroides en menores de edad. En Fukushima se vio un aumento menor de los casos, aunque Cardis sostiene que “ha sido como consecuencia de la puesta en marcha de un programa de cribado de niños expuestos, que ha sacado a la luz casos que probablemente nunca hubiesen dado lugar a síntomas o efectos sobre la salud”.

“Si haces autopsias a todas las personas al morir vas a encontrar unos pequeños nódulos en la tiroides que no tienen ningún efecto clínico ni en el bienestar. Al hacer estas ecografías se encontraron niños con quistes, pero esto es más un efecto del cribado que de la radiación”, detalla la experta en radiación.

“Ahora recomendamos no hacer un screening sistemático de cáncer de tiroides después de un accidente. Cuando se hace un screening es para identificar cánceres que se pueden tratar, mejorar la salud de la gente y minimizar las defunciones. Y aquí lo que estás identificando son quistes muy pequeños que se van a operar aunque nunca hubieran tenido un efecto en la vida. Es más, los efectos de la operación y los tratamientos posteriores pueden ser más perjudiciales. Además de que causa miedo en padres y niños”, continúa Cardis.

La experta del ISGlobal asegura que el accidente nuclear no ha provocado fallecimientos directos por radiación, sin embargo, sostiene que “la evacuación causó más de 1.000 muertes prematuras, sobre todo, durante los tres primeros meses y particularmente entre personas mayores que sufrieron el trauma y el estrés de abandonar sus hogares y entre pacientes hospitalizados en estado crítico que tuvieron que ser evacuados en condiciones poco adecuadas”.

Es por ello que considera que los efectos más importantes del accidente nuclear de Fukushima han sido sociológicos, económicos y psicológicos. “Ha habido mucho miedo e incertidumbre a la radiación, porque la gente no creía lo que decían las autoridades de salud pública y no sabía si estaba expuesta o no. También ha habido efectos sociológicos y económicos muy importantes, porque se evacuó a mucha gente. Hay gente que, a día de hoy, vive en pueblos construidos para los evacuados. Era gente que trabajaba la tierra y que se han encontrado viviendo en campos de refugiados mejorados sin poder trabajar. Ha sido especialmente duro para las personas mayores que han perdido su entorno social y económico”, sostiene la jefa del programa de radiación del ISGlobal.

Diez años después, mucha gente no ha podido regresar a sus hogares porque vivía en zonas todavía restringidas o no ha querido por miedo a la radiación o por falta de oportunidades laborales a pesar de que en sus municipios se han levantado las órdenes de evacuación. “Los jóvenes que se fueron han rehecho sus vidas en las grandes ciudades y hay gente mayor que ha vuelto a sus pueblos aunque con mucho miedo”, cuenta Cardis. La zona más cercana a la central seguirá cerrada mucho tiempo.

Una década después del accidente nuclear de Fukushima, Greenpeace ha hecho público un informe en el que destaca que el 85% del Área Especial de Descontaminación continúa afectada por residuos radiactivos.

El primer equipo de expertos en radiación de la organización llegó a la prefectura de Fukushima el 26 de marzo de 2011 y, desde entonces, Greenpeace ha realizado 32 investigaciones sobre las consecuencias radiológicas del desastre durante la última década, la más reciente en noviembre de 2020. “La mayor parte de los 840 kilómetros cuadrados del Área Especial de Descontaminación, el 85%, donde el Gobierno es responsable de la descontaminación, permanece contaminada con cesio radiactivo”, asegura la organización ecologista.

“En las áreas donde se levantaron las órdenes de evacuación en 2017, específicamente en Namie e Iitate, los niveles de radiación permanecen por encima de los límites seguros, lo que potencialmente expone a la población a un mayor riesgo de cáncer. La población, mientras, continúa con miedo diez años después.

“La dosis acumulativa promedio por persona fue 10 veces menor que la registrada en Chernóbil”

Experta en radiación