- El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, abandonó este domingo durante un rato las instalaciones militares en las que está siendo atendido tras haber dado positivo por coronavirus, para saludar, desde dentro de un vehículo, a los seguidores que se congregaron en las inmediaciones del centro. La caravana del presidente estaba formada por varios vehículos, en uno de los cuales, Trump, ataviado con mascarilla, no dejó de saludar a quienes él mismo ha calificado como "grandes patriotas". Con este paseo, Trump dejó constancia de la mejoría que ya habían anunciado los médicos, mientras se suceden las noticias de contagios de su entorno. Sin ir más lejos, la portavoz de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, dio ayer positivo por coronavirus, lo que eleva a al menos trece las personas del entorno del presidente estadounidense, Donald Trump, que han contraído el virus.

Dos de los asistentes de la portavoz en la oficina de prensa de la Casa Blanca, Chad Gilmartin y Karoline Leavitt, también dieron positivo por el virus y recibieron sus respectivos resultados antes que ella, según informaron después varios medios estadounidenses.

De entre las trece personas del entorno de Trump que están contagiadas, seis trabajan en la Casa Blanca. Estas son la primera dama, Melania Trump; la asesora presidencial, Hope Hicks; el asistente personal del mandatario, Nick Luna; y ahora McEnany, Gilmartin y Leavitt.

Además, los otros siete positivos son el jefe de su campaña de reelección, Bill Stepien; su exasesora, Kellyanne Conway; la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel; los senadores republicanos Mike Lee, Thom Tillis y Ron Johnson; y el exgobernador de Nueva Jersey, Chris Christie.

Al menos seis de ellos, incluida McEnany, estuvieron en un acto en la Casa Blanca el pasado 26 de septiembre en el que Trump anunció a su nominada para el Tribunal Supremo, la jueza Amy Coney Barrett, quien ha dado negativo hasta ahora. Otro de los invitados a ese acto, el presidente de la Universidad de Notre Dame, John I. Jenkins, también ha dado positivo por el virus, aunque no forma estrictamente parte del círculo cercano a Trump.

El contagio de McEnany podría repercutir en nuevos positivos entre los periodistas que han estado en contacto con ella: hasta ahora, al menos tres reporteros que cubrieron recientemente actos del presidente han dado positivo por el virus, según la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca.

Esta organización emitió ayer un comunicado en el que deseó una "rápida recuperación" a McEnany y aseguró que, por ahora, no está al tanto de "más casos entre periodistas que cubren la Casa Blanca, aunque algunos están esperando el resultado de sus tests".

Al hacer el anuncio, la portavoz de Trump defendió que siguió trabajando los últimos días pese al diagnóstico del presidente porque es una "trabajadora esencial", y que cuando el pasado jueves dio una rueda de prensa en la Casa Blanca, no sabía que Hicks había dado ya positivo por COVID-19 ese día.

"Dado mi test positivo, comenzaré el proceso de cuarentena y seguiré trabajando por el pueblo estadounidense de forma remota", concluyó McEnany. Si se cuentan los tres periodistas que han dado positivo y los once contagios de organizadores del debate presidencial del pasado martes en Cleveland (Ohio), ya son casi 30 las personas infectadas que han estado en contacto directo o indirecto con Trump.

En la recta final de una de las campañas presidenciales más tensas que se recuerdan en Estados Unidos, el contagio de Donald Trump abre un sinfín de interrogantes de tipo médico, político, económico, institucional, internacional y hasta psicológico... y no todos tienen una respuesta clara.

Persona de riesgo por su edad, peso y sexo. Su edad (74 años), peso (110 kg por su 1,90 metros de altura, supone un índice de masa corporal superior a 30, y, por lo tanto, obesidad. Estas características físicas, sumadas a su sexo masculino son tres factores que colocan a Donald Trump, dentro del colectivo de riesgo. La proporción de pacientes que necesitan hospitalización se dispara con la edad, tal y como mostró un estudio realizado en China en febrero con centenares de pacientes: el 0,04% de las personas entre 10 y 19 años requieren ingresos; el 4,4% entre 40 y 49, el 16,6% entre 70 y 79, y el 18,4% para los mayores de 80 años. Otros estudios han demostrado que la obesidad aumenta las posibilidades de ir a la UCI e incluso de muerte, mientras que un 60% de los fallecidos en el Reino Unido eran hombres. Los factores de riesgo son una evidencia científica, pero eso no significa que ningún médico pueda predecir si el presidente acabará desarrollando una infección grave. De lo que no cabe duda, en todo caso, es de que tendrá la mejor asistencia sanitaria.

Pence, el primer sustituto, y Pelosi, la segunda. Por el momento Trump solo presenta "síntomas leves", según los informes médicos. Si su estado empeorase hasta el punto de que no pudiese gobernar, el vicepresidente, Mike Pence, tomaría las riendas. A diferencia del Reino Unido, donde la hospitalización de Boris Johnson en marzo abrió un vacío de poder y planteó dudas jurídicas sobre quién debía sustituirle, la Constitución de Estados Unidos es muy clara sobre la línea de sucesión. Si Pence, que ayer dio negativo, también cayese enfermo, el poder pasaría a la demócrata Nancy Pelosi, la tercera autoridad del país como presidenta de la Cámara de Representantes.

La campaña y las propias elecciones, en juego. A menos de un mes de las elecciones del 3 de noviembre, la infección de Trump pone la campaña patas arriba. Aunque se encuentre bien, deberá permanecer aislado en la Casa Blanca por un periodo indefinido, por lo que solo podrá participar de forma virtual en los actos de campaña. Está en el aire la celebración de los dos debates que tenía pendientes con Joe Biden, el 15 y el 22 de octubre. Si Trump cayese enfermo, podría plantearse incluso si deberían cancelarse las elecciones, y hay dudas jurídicas sobre qué ocurriría si muriese antes. En todo caso, el candidato republicano ve tambalearse un argumento central de su campaña: que Joe Biden, de 77 años, no está en buenas condiciones físicas y mentales para ser presidente. Ahora es su salud la que tiene al país en vilo.

No hay precedentes de un presidente de EEUU enfermo en campaña. Ningún presidente en la historia moderna de Estados Unidos ha caído enfermo en plena campaña por su reelección. En 1981, dos meses después de haber sido investido, Reagan sufrió un intento de asesinato y un tiro le perforó el pulmón, por lo que tuvo que ser operado de urgencia. Dwight D. Eisenhower sufrió un ataque de corazón en 1955, pero fue más de un año antes de las elecciones para el segundo mandato.

Su contagio plantea la incógnita de si cambiará su opinión sobre el coronavirus. Ya sea por motivos electorales o por convicción, Trump ha minimizado repetidamente la amenaza de la pandemia, ha disputado las afirmaciones de sus propios científicos y puesto en duda la eficacia de las mascarillas. Vivir la enfermedad en primera persona podría cambiar su actitud. Ocurrió con Boris Johnson, cuyo discurso sobre el coronavirus dio un vuelco tras su paso por la UCI. Pero también podría repetirse el caso del brasileño Bolsonaro, que vio validadas sus teorías de que el COVID-19 es una "gripecita" cuando se infectó y lo pasó de forma leve. Por ahora, el contagio de Trump no ha hecho sino justificar su conspiración sobre "el virus creado por China" para atacar a Estados Unidos y, particularmente, a su presidente.

Leves descensos en los mercados financieros, que podrían acentuarse si su salud empeora. Los mercados financieros recibieron la noticia con suaves descensos de un 1% al inicio de la mañana, que fueron mitigándose después, y el repliegue de las inversiones de mayor riesgo, aunque ni la inestabilidad bursátil ni mucho menos el pánico han hecho acto de presencia en las principales bolsas mundiales. Dentro del clima de desconcierto que ha creado la pandemia y la extraña campaña, la energía agresiva y la aparente seguridad de Trump era una de las escasas referencias para muchos inversores. La noticia del contagio llegó justo el día en que se difundieron los siguientes datos sobre creación de empleo: 661.000 puestos en septiembre y 1,6 millones en agosto, en una lenta recuperación de la economía que es el principal activo del candidato republicano.