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Esta organización, nacida de la revolución islámica del ayatolá Jomeini (1979), no solo se ha convertido en un Estado dentro del Estado sino que es hoy en día también el mayor consorcio económico del país. Pero las ansias de poder no tienen límites y en el caso de Irán, los Guardianes y los ayatolás ven su poderío amenazado por amplios sectores de la población que soportan cada vez peor el declive del nivel de vida causado por la sanciones occidentales al armamentismo nuclear iraní.

Para atajar el peligro de una contrarrevolución, los Guardianes han recurrido ahora a una maniobra socio-política que le ha dado magnífico resultado a Teherán en Palestina: prestar una especie de ayuda social a las capas más pobres. Los éxitos de Hizbolá en la confrontación con Israel se deben ante todo a que esta organización invierte gran parte de la ayuda iraní en socorrer a las familias de los guerrilleros muertos en combate y a los estratos sociales más depauperados de la Palestina musulmana.

Ahora, que Irán exporta (casi exclusivamente a China) tan solo 300.000 barriles de petróleo en vez de los dos millones y medio que vendía diariamente en el 2018, los Guardianes -y en menor medida, también los ayatolás- destinan grandes partidas a socorrer a los más necesitados. Estas capas de la sociedad iraní ven en la gestión caritativa de los Guardianes un auténtico maná ya que el Estado ofrece unas prestaciones sanitarias y asistenciales altamente insuficientes. Se puede decir que hoy en día son más de once millones los iraníes que subsisten gracias a las ayudas que reciben de la red asistencial de los Guardianes. A estos 11 millones de beneficiarios extra estatales hay que sumar los 4.300.00 que reciben subsidios directamente de la Fundación Khomeini. Los casi 15.000.000 de beneficiarios representan un capital político decisivo de cara a una eventual confrontación con la oposición burguesa.

Irán se puede permitir por ahora estos dispendios extraordinarios porque, a diferencia de la mayor parte de las naciones petrolíferas del Oriente Medio y África, dispone de una economía muy diversificada y un tejido industrial apreciable. La pregunta que se plantea es si esta economía y las reservas son los suficientemente fuertes para aguantar mucho tiempo la doble embestida del