Con evidente sensación de alivio y alegría, el Aita Mari ha llegado esta mañana al puerto siciliano de Augusta, donde este jueves a mediodía ha concluído el desembarco de las 112 personas migrantes rescatadas en el mar Mediterráneo. Todas se encuentran a salvo y en buen estado de salud.

Se esperaba que fuera un proceso largo, pero todo ha discurrido con celeridad. Las altas temperaturas en la isla de Sicilia, que vive una jornada sofocante con el mercurio disparado hasta los 38 grados, han acelerado el proceso para no exponer a un mayor sufrimiento a los náufragos.

Los menores y las familias han sido los primeros en poner pie en tierra. Un sanitario a bordo les ha sometido a un chequeo médico general. Se les ha tomado la temperatura y quince tenían alguna décima, por lo que se les ha sometido a los test covid. Todos han arrojado tras la prueba un resultado negativo.

Ha sido una jornada con sentimientos a flor de piel. El buque recibía a las 8.30 horas la orden de atracar en el puerto de Augusta, y a mediodía solo permanecían en cubierta los integrantes de la tripulación. “Ha sido una mañana muy emotiva”, según ha reconocido la responsable de la misión, Izaskun Arriaran. “Desde primera hora estaban muy nerviosos, preparados con sus mochilas y ropas limpias que tenían reservadas para este momento”, ha desvelado.

Ha habido abrazos, lloros y mucha emoción”. Incluso algún náufrago ha pedido perdón por la actitud que ha mostrado durante este larga semana de espera. No han sido días fáciles. La insistente demanda de puerto seguro del buque de la ONG Salvamento Marítimo Humanitario encontró por fin respuesta el miércoles, después de una tensa semana en la que la tripulación ha tenido que realizar una importante labor de contención. Unos días de incertidumbre durante los que no han faltado motines a bordo, peleas e incluso una huelga de hambre de un grupo de náufragos, como medida de protesta por no asignarles un puerto.

"SE ENTIENDE LA TENSIÓN QUE HAN VIVIDO"

“Se entiende la tensión que han vivido, porque veíamos Sicilia pero no llegábamos a puerto", ha confesado, ya en tierra, la responsable de la misión. Para la enfermera ha sido “la misión más dura” de las que han realizado hasta ahora, con cuatro rescates que se han producido de manera escalonada entre naúfragos de diferentes edades y nacionalidades (Egipto, Somalia, Libia y Eritrea), lo cual ha dado pie a problemas de convivencia.

“Desde aquí queremos agradecer el apoyo recibido en estos días", ha señalado Arriaran, que entiende que la espera ha sido innecesaria y ha traído consigo un sufrimiento añadido. Algunas de las 112 personas rescatadas a bordo del Aita Mari llevaban más de una semana en el barco. Las operaciones de salvamento se han sucedido, la última de ellas el viernes pasado, cuando el barco salvó a 45 náufragos a la deriva en un pequeño bote.

“La tripulación ha hecho un gran trabajo de contención, tratando de calmar el ambiente. No ha sido nada fácil, tampoco los rescates han sido sencillos. Cada operativo ha tenido su dificultad, sobre todo el rescate en el que 17 personas se echaron al agua, algo que impactó mucho a la tripulación”, ha reconocido Arriaran.

Arriaran ha aclarado que los menores serán trasladados a un centro mientras que a los adultos les sigue aguardando por delante "otro largo viaje de tres años de solicitudes" hasta conseguir los papeles. "El viaje no ha terminado y para ellos seguirá siendo duro", ha subrayado.

Desde que el buque humanitario zarpó el 6 de junio desde Palma de Mallorca, ha rescatado a 113 personas. Una de ellas, el joven Hamsa, desembarcó en Lampedusa (Italia) ya que precisaba atención hospitalaria.

El buque busca ahora un marinero de máquinas que sustituya al titular, que tuvo que ser evacuado el sábado debido a un accidente laboral en el que sufrió un traumatismo. Con la tripulación al completo, el Aita Mari tiene previsto solicitar de nuevo el despacho a las autoridades italianas para regresar a casa.