Se llamaba Randall Cory Young, tenía 44 años y muchísimas ganas de disfrutar de los encantos de la ciudad. Llegó el lunes a Donostia. Se hospedó con su familia en un piso de la Avenida de la Zurriola, donde tenía previsto pasar las vacaciones junto a su mujer, sus dos hijos adolescentes y su suegra. Randall, de Miami, alquiló la tabla de paddle surf a las 14.00 horas. Debía entregarla dos horas más tarde. Falleció el martes, poco después de las 15.00 horas, en la Playa de La Zurriola.

El paddle surf que se practica en Donostia es de paseo. Es muy habitual ver a deportistas atravesar la bahía de La Concha, e incluso adentrarse en el río Urumea siempre que el mar está en calma. Hacerlo en la Zurriola un día de oleaje como el martes "es una temeridad", coinciden en señalar experimentados surfistas.

Para cuando Randall quiso darse cuenta, pedía auxilio con su remo, sorprendido por las olas de la Zurriola y sus distintas corrientes. Como acostumbran a decir quienes llevan años mirando al mar, por donde entra el agua tiene que salir, "y hay días que llegas y dices: No está para mí. Hay que saber dar media vuelta. Es una decisión personal". Vivir para contarlo.

En la zona de Monpás a las 15.00 horas, cuando ocurrieron los hechos, no había nadie surfeando, lo cual es muy revelador para cualquier deportista habitual. "Hace falta ser muy experimentado. Probablemente le cayeron varias olas, se puso nervioso e intentó salir por las rocas. Ese fue su error".

"LAS OLAS ERAN IMPRESIONANTES"

Se activaron todo tipo de recursos: bomberos, Ertzaintza, Cruz Roja, ambulancias. Un amplio dispositivo trató de recuperar el cuerpo de Randall, que se quedó a flote en la zona de las rocas. "Las olas eran impresionantes", señala un integrante del dispositivo, que vio cómo el mar empujaba el cuerpo de Randall hacia la escollera, a los pies del muro de Sagüés.

Un agente de la Ertzaintza y dos bomberos trataron de bajar desde el muro, caminando entre los bloques de roca. Las olas, que golpeaban sin clemencia, les dejaron empapados sin tener opcción de acercarse siquiera al cuerpo.

Poco después llegaron dos motos de agua de la Cruz Roja que habían salido desde la base del puerto de Donostia. Continuaban llegando series largas de siete u ocho olas, con otros tantos metros de altura. El cuerpo de Randall flotaba boca arriba. La corriente en esos momentos había alejado de la escollera al turista de Florida, que se quedó a unos 20 metros del muro.

Desde el paseo, donde muchos testigos pudieron seguir lo ocurrido, se podía seguir perfectamente la secuencia de olas. A ras de agua, resultaba imposible advertir su cadencia. "No se veía dónde estaba cuerpo. Entre la espuma y las olas no lo podían localizar. Volvió a llegar otra serie de olas, lo que obligó a las motos a salir de nuevo de la zona de riesgo", indican testigos presenciales.

Las series de olas obligaron a extremar la precaución a las motos acuáticas. En la orilla aguardaban los sanitarios, con dos ambulancias, una de ellas medicalizada. Randall estaba semiinconsciente. El turista había llegado en parada cardiorrespiratoria. Le aplicaron masaje cardíaco, trataron de reanimarle durante media hora interminable.

Los sanitarios salieron a la carrera hacia la orilla con todo el material necesario. Se le aplicaron dos bolsas de suero fisiológico para calentar su cuerpo ante los signos de hipotermia que presentaba. Randall no daba señales de vida. Su familia permanecía a unos metros del cordón policial. Su mujer, que no dejaba de llorar, explicaba que habían alquilado un piso en la Zurriola para pasar las vacaciones. Solo les quedaban tres días para regresar a Miami.