Tania Sirosh, de 27 años, atiende a NOTICIAS DE GIPUZKOA tras una noche en vela. El ataque de Rusia contra Ucrania ha entrado de lleno en su segundo día, con incursiones desde todos los flancos que comienzan a dejar secuelas familiares. "A las tres de la mañana las tropas han entrado en mi pueblo. Hemos creado canales por Telegram para comunicarnos. Hemos seguido el avance de los militares. Es desesperante", relata con la voz apagada.

"De mi padre no sé nada desde las cinco de la mañana". Hace dos días que firmó el contrato para sumarse al frente de guerra. "Está al mando de un grupo de militares y no se puede hablar con él. Su último mensaje ha sido de madrugada: todo bien, es lo único que ha escrito".

No hace ni un mes que Sirosh estuvo en ese mismo escenario de guerra. Su localidad natal es Ivankiv, 52 kilómetros al sur de Chernóbil. Se siente "extraña" siguiendo el desenlace de la contienda desde Arrasate, localidad con la que mantiene un estrecho vínculo desde que llegó por vez primera siendo una niña, acogida por la Asociación Chernobil elkartea, tan preocupada estos días.

Pasaron los años, finalizó para ella el programa de acogida, pero continuó viniendo a Gipuzkoa. "La gente aquí me conoce y me anima. Mi pueblo natal justo está en la mitad entre la central nuclear y Kiev, la capital. Los rusos, entrando por Bielorrusia, han ocupado la zona de exclusión y ya están en Kiev", detalla.

"HAN REVENTADO EL PUENTE"

En Ivankiv sabían que la guerra estaba a punto de estallar y su población, de algo más de 10.000 habitantes, se ha preparado para la contienda. "Han reventado el puente a la salida de mi pueblo. Ha habido detenciones, otros han tratado de huir. Todo es muy confuso y caótico. Hay vecinos que han ido al otro extremo del pueblo. Dicen que hay por los alrededores unos 50 tanques rusos. Han escuchado explosiones, y los vecinos han estado muy atentos a la frecuencia con la que se producían porque por lo visto es una información muy útil para saber en qué situación se encuentra el avance de las tropas", cuenta esta joven de 27 años, que estudia Gestión de Ventas en Mondragon Unibertsitatea.

La información que llega de la zona es confusa. "Algunos vecinos dicen que las banderas rusas ya se ven en el pueblo y que están disparando a la población civil, aunque al final no ha resultado ser verdad. La población ha entrado en pánico después de pasar horas encerrados, con las luces apagadas. Les han dicho que era importante evitar la iluminación para eludir bombardeos aéreos. Hay vecinos prorrusos que están marcando las carreteras con señales fluorescentes, dando pistas a los aviones", explica Sirosh.

Desde Arrasate sigue cada segundo todo cuanto ocurre en esta localidad ucraniana al norte del óblast de Kiev, a orillas del río Teteriv. La población se ha organizado en grupos de protección civil, que no ha dudado en tomar las armas para defender su tierra. "En las últimas horas se ha sumado muchísima gente al frente. Hay chicos y chicas haciendo cola, dispuestos a luchar tras la entrada de las tropas rusas en la capital".

Relata que se han sucedido los tiroteos en los barrios de la capital. Soldados rusos han entrado en el distrito de Obolón, en Kiev. "Ha habido tanques aplastando coches. La cosa está fea, pero también nos está llegando información de que hay mucha resistencia. En algunas regiones de Ucrania se están entregando los rusos porque no se esperaban esa respuesta", asegura.

La última vez que Sirosh habló con su padre fue hace dos días, cuando firmó el contrato para sumarse a las fuerzas militares. "Estaba muy dispuesto, porque estamos muy cansados de esta situación, después de ocho años. Mi padre tiene un hermano viviendo en Moscú. Se llevan mal, ni se hablan", reconoce la vecina de Arrasate.

DEFENSA CON UÑAS Y DIENTES

El otro día le insistía a su padre sobre la decisión tomada. Le advertía una y otra vez del peligro, tratando de que reconsiderase su decisión. "Él dice que no, que no hay otra opción que defenderse cuando las tropas llegan hasta la puerta de tu casa".

Su madre, enfermera, también ha pasado la noche en vela. Este viernes a primera hora de la mañana se ha dirigido al hospital de Ivankiv a echar una mano. "La situación es muy extraña. Sus mensajes me llegan, pero se limita a contestar con dos palabras, como si fueran esos mensajes encriptados de la Segunda Guerra Mundial, para no dar pistas al enemigo: Todo bien; , no". Es lo único que recibe.

Confiesa que "seguir toda esta situación a distancia es lo peor. Me siento mal por estar aquí, me duele no estar con ellos. Yo solo sufro pegada al móvil, pero ellos están en alguna parte escondidos, escuchando bombas y disparos, viendo a rusos por las calles. Nunca pensé que nos iba a tocar vivir una situación así", confiesa con un hilo de voz.

Tania está recibiendo el cariño de mucha gente en Gipuzkoa. "Estuve en la manifestación de ayer jueves en el Boulevard de Donostia, y luego vinieron mis amigas a buscarme. Mi pareja también ha estado conmigo hasta las tres de la madrugada. Mi familia de acogida también me ha mostrado su preocupación", confiesa.

Sobre Putin no sabe muy bien ni qué decir. "He leído tantas cosas sobre él. Lo único que sé es que este hombre no tiene que invadir mi país. Ya tiene el suyo bien grande. No es justo". La joven también se siente enfadada con Europa.

"Hemos asistido a una ola de información increíble. Todos hablando sobre la guerra, y cuando estalla y comienza a haber muertos, el único apoyo que recibimos es por la tele. Mi país lo veo como una pista a la que salen a pelear dos fuerzas desiguales mientras los militares que se suponen que te van a ayudar se quedan en las fronteras".