- En esos largos pasillos donde se cruzan a diario médicos, enfermeras, celadores y un sinfín de profesiones, ellas, sin estridencias, desempeñan una labor tan callada como indispensable. Las altas hospitalarias de quienes se han asomado estos días al abismo no sería posibles sin su esfuerzo. La limpieza de manos es un consejo que se repite como un mantra, y que alcanza su máxima expresión en un centro sanitario, donde la higiene no se logra por arte de magia: baños, habitaciones, pomos de puertas, barandillas, manillas, mostradores€ "Hemos estado un tanto olvidadas, pero la epidemia ha hecho que, de alguna manera, estemos un poco más reconocidas", coinciden veteranas del sector consultadas. Desde que el COVID-19 vino a poner el mundo de vuelta, el aseo es crucial, y la labor de desinfección que realizan ellas en los hospitales cobra una dimensión determinante.
"Somos un eslabón más de la cadena contra la pandemia. Si algo se pone de manifiesto estos días es la importancia de estar coordinadas con el personal sanitario". María José Navarrete es la responsable del equipo de limpieza en el Hospital de Mendaro, integrado por 24 mujeres y un peón que trabajan para la empresa concesionaria de este servicio, ISS Facility Services.
La comunicación y la buena sintonía "es básica" debido a la situación tan cambiante. Las profesionales necesitan conocer el escenario para redoblar esfuerzos. Durante estos días atrás que han resultado tan complejos, Navarrete se siente orgullosa de su "equipazo", así como del respaldo recibido por parte de la empresa. "Es reconfortante, porque hay momentos que son imprevisibles con tantos picos. Hubo un lunes que se dieron muchas altas, pero a su vez ese mismo día ingresaron otros tantos positivos. Cuando hay un repunte en urgencias, es importante contar con información del personal sanitario parar centrar el esfuerzo donde es necesario".
Desde que se han impuesto medidas tan restrictivas para acceder al hospital, se ha reducido el número de particulares que acuden a las consultas. El tránsito habitual no es el que era, pero siguen atendiendo a pacientes que requieren de atención inmediata, y muchos de ellos acaban haciendo algo tan cotidiano como tomarse un café de máquina. "Quizá la gente en general no repara en ello, pero es fundamental que lo limpiemos absolutamente todo. Cada uno de los botones de esa máquina, las barandillas de acceso. Se han restringido los movimientos de personas y eso nos permite entregarnos más a fondo en la limpieza, lo que ocurre es que ahora esa limpieza es mucho más exigente", detalla.
Han tenido que adaptarse casi de un día para otro a la nueva situación. "Suelo decir que el comienzo de la crisis sanitaria fue un simulacro real, porque pasamos de la teoría a la práctica casi sin tiempo. Poco a poco comenzaron a llegar pacientes COVID-19 y el goteo ha sido incesante".
El Hospital Universitario Donostia, por volumen de pacientes atendidos y personal de limpieza contratado, es en Gipuzkoa el máximo exponente de esa necesaria coordinación. Estela López Otero, de 54 años, trabaja desde 2008 en la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Donostia. Lo hace para la empresa subcontratada Garbialdi, y percibe mucho respeto del equipo sanitario. "No puede ser de otro modo porque, al fin y al cabo, si no hacemos bien nuestro trabajo, si no desinfectamos adecuadamente, existe un riesgo evidente de seguir transmitiendo el virus".
Cuando la pandemia se coló de lleno poniendo a prueba los recursos del sistema de salud, había compañeras que mostraban su temor por la especial incidencia que pudiera tener el virus en una unidad tan sensible como en la que trabaja. "Con el tiempo hemos podido ver que el COVID-19 está presente en todos los lugares, y que hace falta higiene allá donde estés".
Así lo corrobora Mari Ángeles Nuñez, de 63 años, encargada de la limpieza del personal contratado directamente por Osakidetza en el Hospital Universitario Donostia. "Nuestra labor se ha centrado principalmente en materno y en el Hospital Amara, aunque también nos encargamos de los laboratorios y de gerencia. Durante este tiempo hemos tenido que aprender a utilizar los Equipos de Protección Individual (EPI), limpiando paritorios donde mujeres contagiadas por COVID-19 daban a luz. Hay que ser muy cautelosa y muy profesional", dice esta experimentada mujer, que acumula más de tres décadas de oficio en el centro sanitario. "Al menos se va notando que va bajando la carga de trabajo y ya comenzamos a ver algunas habitaciones vacías. Los ingresos en planta han bajado mucho. Aunque los primeros días nos faltó algo de material para realizar nuestra labor sin problemas de contagios, una vez solventado, todo ha funcionado correctamente".
López Otero también comienza a respirar algo más tranquila. Ha sido testigo de excepción de todo el devenir de la pandemia. Especialmente, desde que la llamaron el 3 de marzo para decirle que le trasladaban a la Unidad de Enfermedades Infecciosas. "Había recibido formación sobre limpieza y desinfección por virus ébola, y pensaron en mí. Ese día llamé a mi casa. Les dije que pasaba a Infecciosos y que había ya algún positivo en la unidad. Le pedí a mi marido que tuviera preparada una caja con todo dispuesto para desinfectar todo antes de entrar en casa. Aunque al principio se extrañaron un poco, nos hemos ido acostumbrado, durmiendo cada uno en habitaciones separadas... Todo va bien de momento", sonríe.
Disponen de Equipos de Protección Individual (EPI) y saben lo que tienen que hacer, pero a nadie le gusta exponerse al riesgo de contagio, menos aun sabiendo que luego en casa espera la familia. Hay compañeras que expresan cierto temor. López Otero siente sobre todo respeto, más aún teniendo en cuenta que vive con su madre, de 91 años. "Cuando llego a casa sigo extremando las precauciones, sin acercarme a ella, y en caso de hacerlo, lo justo y con mascarilla. Sigo el mismo ritual que en el hospital. Dejo a la entrada los zapatos, desinfecto las llaves, el móvil... Afortunadamente, no nos hemos contagiado".
Aunque está en primera línea, ella siempre he estado tranquila "porque sé que voy a realizar bien mi trabajo". A veces ve más peligro afuera. Durante los primeros días de confinamiento, recuerda que fue a hacer las compras con su marido a un supermercado.
Al ver tanta gente, pensó que durante esos días se sentía "más protegida es el hospital, porque sé que tengo todas las medidas de seguridad necesarias a mi alcance. De hecho, aquel día me di la vuelta sin hacer las compras". Su marido le decía que no pasaba nada, "pero sí pasaba, y nos dimos la vuelta".
Ambas profesionales se han habituado al empleo de gafas herméticas, mascarillas, guantes cortos y largos... Tienen que invertir mucho tiempo. "Lo primero es ponerse el EPI, ir despacio, trabajar con calma. No puedes hacer este trabajo como cualquier otro. No puedes levantar mucho aerosol, frotar y frotar levantando partículas. Hay que limpiar despacio, frotar las paredes tranquilamente, sin acercarte mucho al paciente... Usar la mascarilla, la pantalla, la bata...", enumera López Otero.
Vestirse de arriba de tal manera les hace sudar más, e incluso durante estas semanas atrás se les empañaban los equipos de protección, aunque ahora han comenzado a utilizar unas escafandras que funcionan mejor.
Pero el trabajo no acaba con la limpieza de la habitación. Hay que ser tanto o más meticulosa para desprenderse del traje. "Hay que hacerlo de tal manera que el virus no afecte a la ropa que llevas debajo. Hay que ir muy despacio, desechar el material y evitar la propagación a toda costa". Desinfectarlo todo de arriba a abajo: la máscara, la pantalla, las gasas...
El lavado de manos es constante. Cuando esta profesional se formó para combatir al ébola, comenzó a tomar conciencia de la extraordinaria facilidad con la que viaja el virus. Aquello le hizo cambiar el chip. "Al caer en la cuenta de que las manos son un medio de propagación impresionante, en casa comencé también a tomar precauciones. No hay que obsesionarse, pero debemos caer en la cuenta de que venimos de la calle con las llaves que hemos manoseado; tocando manillas, barandillas, y yendo además a hacer la compra. Todo lo hacemos con las manos. En mi vida me he lavado tanto las manos como ahora, algo que en la Unidad de Infecciosos llevamos a rajatabla". Dice que entre las compañeras no hay ninguna infectada. "Algo estaremos haciendo bien", sonríen ambas.
"El comienzo de la crisis fue un simulacro real; pasamos de la teoría a la práctica al mismo tiempo"
Responsable de limpieza e n Mendaro
"Hay que limpiar despacio, sin acercarte mucho al paciente. Usar la mascarilla, la pantalla..."
Limpieza en Unidad de Infecciosos
"Hemos aprendido a limpiar paritorios con mujeres contagiadas por COVID-19 que daban a luz"
Encargada de limpieza de Osakidetza