dONOSTIA - Llega el verano, con él las fiestas en todos los municipios guipuzcoanos y con ellas la ecuación que indefectiblemente continúa unida: jóvenes, muchas veces menores, y alcohol. El botellón sigue siendo una forma de diversión, que puede traer consecuencias peligrosas, como las intoxicaciones etílicas o, peor aún, el coma etílico en los casos más graves, que afortunadamente son “excepcionales”.

En Euskadi, las autoridades advierten de que ha cambiado el patrón de consumo y que ahora los jóvenes buscan una borrachera muy rápida y desde el inicio beben alcohol de muy alta graduación. En Osakidetza aseguran que han aumentado los consumos “de tipo intensivo”, el “atracón” en fin de semana. Un uso “recreativo” del alcohol, asociado al tiempo libre, en el que jóvenes y menores no perciben el riesgo existente.

“El consumo es muy rápido, la borrachera es más rápida y con menos capacidad de control. Antes, era menos compulsivo”, asegura Félix Zubia, voluntario de Cruz Roja desde hace 23 años y médico en la Unidad de Cuidados Intensivos en el Hospital Donostia. Además, ya no se inician probando kalimotxo o cerveza, sino que lo hacen con bebidas que tienen una graduación de un 40%, aproximadamente, como el vodka blanco, el ron o el whisky.

La edad de inicio en el alcohol se sitúa en la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) en los 14,8 años, según la encuesta Euskadi y Drogas. Según Zubia, que lleva dos décadas cubriendo las fiestas de distintos municipios guipuzcoanos, hay dos tipos de perfil: “El no bebedor habitual, gente muy muy joven que no está acostumbrada a beber y que sufre una intoxicación etílica muy rápida, y el que es bebedor más habitual y esos días (durante las fiestas del pueblo, por ejemplo) aumenta el consumo”.

En 2017, Cruz Roja atendió a unas 400 personas de entre 16 y 25 años de edad en Gipuzkoa por intoxicaciones etílicas . “Alguno menor de 16 años también solemos tener”, apunta Zubia, aunque incide en que en su experiencia “los casos de 13 y 14 años no son habituales” en el territorio.

el consumo en chicas Lo que sí empieza a ser más usual es el consumo excesivo de alcohol por parte de las chicas. Aunque de momento se atiende más a chicos que a chicas, estas “están entrando en el consumo”, según Zubia. Por su parte, Maialen Carrión, secretaria provincial de la DYA, asegura que suelen ser “más precavidas” y en cuanto se sienten “un poco mal”, llaman a emergencias, aunque su estado no sea muy perjudicial. “Suelen estar menos graves que los chicos”, afirma.

Ante una llamada de emergencia de este tipo, los equipos intentan primero localizar al joven con intoxicación etílica, comprobar qué ha tomado y cuánto para poder realizar la valoración sanitaria. “El mayor problema de la intoxicación etílica es que la persona se quede inconsciente boca arriba, vomite y aspire, vaya a los pulmones y se ahogue. Si la persona está consciente, se intenta mantenerle con esa consciencia y se mantiene la observación. Si está inconsciente, se le coloca primeramente en posición lateral de seguridad, sobre un costado, por si vomita, se le toman las constantes, se le protege del frío y se hace el traslado”, afirma el médico y voluntario de Cruz Roja.

En general, tanto desde esta organización como desde la DYA consideran que se les facilita el trabajo por parte de la población, excepto algún caso aislado, aunque “más difícil suele ser conseguir el contacto de los padres”, puesto que a veces los amigos lo desconocen. Y de la reacción de los padres ante un aviso de este tipo se puede esperar “de todo”. “Las principales reacciones suelen ser de incredulidad y de enfado”, apunta Félix Zubia, que recuerda que tienen la obligación de avisar a los tutores en caso de atender a un menor en esta situación.

“imposible” “Hay padres que te dicen que es imposible, que no puede ser su hijo, y otros se enfadan. El susto siempre lo llevan encima”, insiste Maialen Carrión, que explica que “muchas veces se dice a los amigos que avisen ellos a los padres” para que la llamada no resulte tan chocante y también se ha visto en la situación de tener que tranquilizar a una madre y convencerle de que su hija estaba relativamente bien.

Los jóvenes también se suelen ayudar entre ellos y si el atendido requiere un traslado hospitalario, suele ir acompañado por un amigo en la ambulancia. “Algunos lloran, otros intentan ayudar. El espíritu de compañerismo se ve. Algunos se asustan un montón, piensan que les va a pasar algo muy grave. Esa angustia sí se ve”, indica Zubia. En este sentido, Carrión afirma que también se les intenta tranquilizar a los amigos, porque en muchas ocasiones se encuentran en estado de nerviosismo.

Carrión lleva desde 2014 siendo voluntaria en la DYA y ha cubierto desde entonces muchas fiestas en el territorio. Solo en el verano de 2017, la DYA realizó 370 intervenciones, de las cuales 48 fueron por intoxicaciones etílicas, especialmente en la Semana Grande donostiarra. La mayor parte de las actuaciones fueron a jóvenes menores de 18 años.

“Por la noche, las actuaciones suelen ir muy asociadas al consumo de alcohol, de drogas o a las peleas. Las noches suelen ser más complicadas”, afirma Carrión, que destaca que en Semana Grande, las llamadas por jóvenes que se han pasado con el alcohol suelen producirse sobre la una o las dos de la madrugada. “A partir de las tres o cuatro de la madrugada suelen ser más peleas de personas adultas”, señala.

Llamada a los padres Precisamente en Donostia, desde la Unidad de Control de las Ordenanzas Municipales (UCOM) de la Guardia Municipal vigilan que todos los bares, especialmente los de la Parte Vieja, tengan colgado el cartel de que no dispensan bebidas alcohólicas a menores de edad, y que las tiendas no vendan alcohol a partir de las 22.00 horas. Además, intentan prevenir que no se haga botellón en zonas que puedan molestar a los vecinos, como la Plaza Zuloaga o de la Constitución.

En Donostia, los jóvenes suelen esconderse para hacer botellón en el muelle del puerto o en los bajos de La Concha. Pero estos lugares tampoco se escapan de la mirada de la UCOM, que acude todos los fines de semana a controlar que no haya menores de 18 años.

En el caso de que les pillen portando bebidas alcohólicas, levantan un acta, que no suele conllevar sanción, pero sí una llamada de aviso e información a sus padres. En 2017, esta unidad levantó 92 actas por estos hechos y ya llevan catorce en 2018. Cuando ocurre esto, la Dirección Social valora la situación y se pone en contacto con las familias para ofrecerles la ayuda necesaria, que normalmente suele ser participar en un programa de prevención.

En este tipo de programas intervinieron el año pasado un total de 117 personas, de las cuales 51 eran menores, 63 familiares y tres responsables de otros recursos. Asimismo, se realizaron 170 sesiones con adolescentes, 51 con familiares, dos talleres de prevención de cannabis y tres charlas de prevención para padres y madres.

Con el verano ya iniciado y las fiestas de los pueblos de Gipuzkoa a pleno gas, las autoridades confían en que los jóvenes sean responsables y cuiden su salud. Y es que no hay que tomarse el problema del alcohol a la ligera ya que, según la propia Organización Mundial de la Salud, es una de las sustancias potencialmente más peligrosas para la salud física, psíquica y social de las personas. Según la OMS, el 9% de los fallecimientos en el mundo entre los 15 y los 29 años tiene relación directa con el alcohol.