Preocupación por la falta de familias para acoger niños saharauis en verano
Solo hay 55 de las 130 nuevas familias que se esperaban, por lo que el plazo para inscribirse se prorroga hasta el día 15
donostia - “Está costando más de lo normal. Muchas familias llaman para preguntar, pero no dan el último paso. Hasta algunas que nos han dicho que sí, a los pocos días cambian de opinión”. Las 55 nuevas familias vascas inscritas para acoger niños saharauis este verano -solamente quince de ellas guipuzcoanas-, se quedan lejos de las 130 que se había propuesto el programa Vacaciones en paz. “Antes siempre se buscaba igualar la cifra del año anterior, pero como la situación está cada vez peor, queríamos al menos llenar dos aviones enteros de niños”, cuenta la coordinadora del programa Eli Eizagirre. Ante esta “situación crítica”, el plazo de inscripción de familias se ha prolongado hasta el día 15 de abril.
Si hace una década 10.000 niños saharauis pasaban dos meses del verano en familias de acogida de todo el Estado, en 2017 solo se alcanzó la cifra de 4.000. Un descenso notable que se ha incrementado todavía más si cabe este año, sobre todo en Gipuzkoa. “Solo llevamos quince familias nuevas apuntadas en todo el territorio. En Donostia únicamente tenemos tres nuevas y doce que repiten, cuando antes se superaban las 30”, apunta Eizagirre.
El objetivo de Urola Kosta de conseguir cinco familias tampoco se ha alcanzado. “Estamos bajo mínimos. Solo tenemos dos en Zarautz y una en Orio”, indica Txus Manterola, miembro de Saharautz Elkartea, al tiempo que añade que es una sensación agridulce “porque estamos contentos por los niños que pueden venir, pero tristes por los que se van a quedar allí”.
En Oiartzun la realidad es todavía peor, ya que no se ha inscrito ninguna familia nueva. “Tenemos dos repetidoras, que volverán a acoger al mismo niño por segundo año consecutivo, y tres más que traerán a hermanos de chavales que habían tenido en casa y que por edad ya no pueden venir”, afirma Esti Juanes, de la asociación El Watan. “La campaña y aparecer en los medios de comunicación no funciona. Cada vez tiramos más de gente conocida, porque muchos nos dicen que podrían hacerse cargo de ellos dos semanas, pero dos meses no”, comenta.
Aunque el plazo para que las familias se apuntaran al programa finalizó el pasado 31 de marzo, la baja cifra ha hecho prorrogar el límite hasta el día 15 de este mes, tratando de aumentar de este modo el número de niños que puedan llegar al territorio. “Hace años, muchos niños saharauis de siete años ya habían venido, mientras que ahora tenemos chavales de once años que todavía están esperando poder participar”, asegura la coordinadora.
“No buscamos un perfil exacto de familia. Nos da igual si tienen hijos o no, si son solteros, jubilados o pensionistas, solo buscamos gente que cuide de ellos”, cuenta Eizagirre.
Para Manterola, las familias con un hijo de diez años tienen una mayor facilidad para poder acogerlos, puesto que “pueden llevar al menor a los mismos sitios que a los suyos”.
las dificultades de las familias Las causas de que cada año cueste más conseguir nuevas familias implicadas son múltiples: desde la inestabilidad económica de muchas de ellas a los problemas para compaginar horarios, pasando por el desconocimiento del proyecto.
“Muchas familias no saben si estarán dos meses trabajando, y los que tienen un contrato fijo, tienen dificultades para cuadrar horarios y poder cuidar al niño”, relata Eizagirre, para quien la sociedad está cambiando. “Se da más importancia a tener 15 días de vacaciones para viajar que a acoger un chaval durante dos meses”, exclama rotunda.
Para apoyar en esa carga económica que supone el cuidado de un nuevo niño, las asociaciones ofrecen una serie de ayudas. Además de cubrir el coste de los billetes de avión y la sanidad del pequeño durante toda su estancia, El Watan lleva a cabo recolectas de ropa y juguetes cada año, y ofrece la posibilidad de acudir a las colonias gratis. “Lo único que pedimos a las familias es que puedan poner un plato más en la mesa”, apunta Juanes.
En otros casos, el desconocimiento del proyecto es la razón que lleva a las personas a echarse para atrás. “Las familias no tienen que tener miedo del programa. No obligamos a nadie a asociarse, ni siquiera a que tome parte en otras actividades. Muchas veces hay una impresión equivocada de lo que se busca”, afirma la coordinadora.
proyecto bakeleku Ante la cada vez mayor dificultad para encontrar nuevas familias, la asociación zumaiarra Darahli organiza desde hace ocho años el proyecto Bakeleku Udalekua, un campamento para 30 niños saharauis en Orduña.
“El número de familias en Zumaia había bajado mucho, por lo que decidimos hacer el campamento. No podíamos dejar a estos niños en el Sahara en verano con temperaturas de 50 grados”, explica Samuel Ruiz, presidente de la asociación.
Los estudiantes de los institutos de la localidad ejercen como monitores de los chavales, quienes desde finales de junio hasta la última semana de agosto recorren la geografía vasca. “Los ayuntamientos de todos los pueblos se involucran mucho y aportan el transporte y las instalaciones para que puedan viajar”, explica Ruiz.
Asimismo, familias de trabajadores y profesores acogen durante fines de semanas concretos a los jóvenes.
“Es una experiencia muy bonita, en la que no solo los niños, también los monitores, salen encantados. Es una forma de traer a todos estos niños, que sino, se quedarían allí”, añade el director de Darahli.
Para la coordinadora de Vacaciones en paz, estos programas tienen fecha de caducidad. “El día que acaben será una buena noticia, ya que los niños saharauis habrán podido volver a su tierra”, concluye.
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