Ahora que desaparecen del cartel electoral Jesús Egiguren y Gemma Zabaleta me pregunto si realmente ha existido con fundamento ideológico eso que en los últimos años hemos denominado como socialismo vasquista. Si lo ha habido, no queda rastro. El pacto con el PP anticipó lo que ahora se ha consumado: una liquidación por cese.
Visto con algo de perspectiva temporal, el fenómeno no terminó de cuajar nunca a pesar de que sus máximos exponentes se iban empotrando en las diferentes ejecutivas según iban desfilando secretarios generales. Esa supervivencia, con una última etapa de Eguiguren como presidente florero y Zabaleta como consejera de cuota, ha terminado por ser letal para sus objetivos declarados: marcar carácter propio del socialismo vasco en paralelo al español. No frente al PSOE, sino en paralelo a él; una colaboración que nunca ha existido porque el centro de decisión siempre ha estado en Ferraz.
Pulso perdido. Nunca sabremos, porque sus protagonistas nos han ocultado los datos al despedirse, si realmente ha existido un pulso y si como han contado los medios que mejor conocen los intríngulis del PSE la cuestión se ha saldado con algo parecido a una purga.
Algunas historias se entienden mejor si se empiezan a contar por el final. El 19 de octubre del pasado año, la víspera de la declaración de cese definitivo de la violencia de ETA, Jesús Eguiguren lanzaba sus últimos dardos hacia la inútil (por ausente) contribución de Patxi López a la llegada de la paz en Euskadi. López acusó el golpe; tanto que le contestó airadamente a las puertas de la sede de la OEA en Washington: "Nos hemos achicharrado por la paz". Es probable que la suerte de Eguiguren se decidiera aquel día en el que López se desayunó con la desautorización del presidente de su partido y miraba entre incrédulo y enfadado la pantalla de su Ipad con la entrevista del de Aizarnazabal.
Ares ha terminado por pasarles la cuenta. Mi impresión es que lo ha hecho porque, alcanzada la paz, sus tesis avanzan exactamente en la dirección contraria a la que le gusta a Ferraz. A ver si va a ser verdad que la ciudadanía vasca puede decidir en libertad sobre su futuro, sin límites, o que la autodeterminación puede tener encaje. Eso se pregonaba con ETA activa y se montaba un follón que incluso al PSE le venía bien ("son cosas de Jesús", "hay que entenderle en sus esfuerzos por la paz", etc.). Se dice sin ETA en el escenario y puede convertirse en una opción. Y por ahí, la guarda pretoriana del socialismo español en Euskadi no pasa.
Entre este abrupto final y los primeros intentos de evitar la definitiva españolización del PSE, Eguiguren y Zabaleta (Odón Elorza es un caso aparte) han ido convirtiéndose en una suerte de hilo musical que mientras suena de fondo no molesta. Las diferentes Ejecutivas socialistas los habían aceptado como quien cuida del hijo díscolo pero que se sabe que no es peligroso. Por eso ocupaban puestos, porque ahí estaban relativamente amarrados.
A estas alturas el único superviviente en primera fila es Odón Elorza. Se ha ganado, creo que merecidamente, fama de díscolo y a veces hasta rebelde. Sin pelos en la lengua, ha sido uno de esos alcaldes que tienen todos los partidos y cuyo respaldo popular en las urnas suele ser directamente proporcional a los quebraderos de cabeza que causan en las ejecutivas por sus declaraciones. Euskadi está lleno de ejemplos. Pero Elorza ya no es alcalde y eso se paga. diputado en el Congreso ya no se puede saltar las órdenes del sargento Ares. Por eso anuló la entrevista concertada para el pasado viernes en Onda Vasca.
Yo le entiendo, aunque se haya sumado al boicot. Nunca es fácil nadar y guardar la ropa.
XABIER LAPITZ