CORRÍA el año 1962. María Dolores Goya Mendiola (Donostia, 1913-1986) caminaba por la calle Garibay de la capital guipuzcoana junto con su hija Miren cuando se cruzaron con dos señoras. Aquellas mujeres identificaron a su madre inmediatamente y, cariñosamente, la llamaron "andereño". Al mencionar sus nombres, María Dolores también las reconoció; había sido su maestra durante los meses que, 25 años antes, pasaron en los jardines de Weston Manor, en Inglaterra. Y se acordó de los toques de yodo que, con una aguja, aplicaba a una de ellas, que sufría de anginas muy a menudo.

Miren Egaña Goya (Donostia, 1945) rememora, ante la pantalla de su ordenador, esta y otras muchas vivencias. Su madre fue una de las 80 docentes que acompañaron a los 4.000 niños vascos que el 21 de mayo de 1937 embarcaron en el Habana para huir de la barbarie. Una mujer que se vio envuelta en los avatares de la Guerra Civil y de la represión franquista pero que, pese a las dificultades, se mantuvo fiel a sus ideales y a su vocación de profesora.

El próximo lunes se cumplirán 75 años de aquella evacuación que marcó la vida de centenares de personas. El viaje, para todos ellos, arrancó en Santurtzi y tuvo su primera parada en Southampton (Inglaterra). El final del trayecto, sin embargo, fue diferente en cada caso. No solo para los menores. También para quienes los acompañaron.

huida desde donostia

En el último barco

El estallido de la contienda civil "dispersó" a los allegados de su madre, según relata Miren Egaña. Se trataba de una familia abertzale; María Dolores, que tenía 23 años, estaba afiliada al PNV. "Mi aitona huyó a Bilbao y mi amona se quedó en Donostia junto con sus tres hijas. El cuarto, un hermano, se había alistado como gudari", relata. Hasta que, con Donostia a punto de caer en manos de las tropas fascistas, madre e hijas huyeron de la ciudad en el último barco pesquero. Llegaron a Bermeo y de allí a Bilbao.

Para entonces, María Dolores ya había terminado sus estudios de magisterio y había impartido clases en diferentes centros. Entre ellos, en la ikastola donostiarra de la calle Etxaide. Al llegar a Bilbao se presentó ante la Delegación de Educación y le adjudicaron la escuela de Plentzia (Bizkaia). "Cuando oían llegar a los aviones alemanes, salían de la escuela y se refugiaban en el monte", explica Miren. Hasta que el 26 de abril de 1937, los alemanes bombardearon Gernika. El Gobierno de la República mandó cerrar los centros educativos para no poner en riesgo la vida de los escolares.

Lo ocurrido en Gernika impresionó profundamente a las gentes que se encontraban en Bizkaia por aquellas fechas. "Dos días después, llegó a Bilbao el hermano de María Dolores, gudari en un batallón de Jagi-Jagi, que sobrevivió al bombardeo. Mi madre solía decir que durante dos días no se le disipó la palidez", añade Miren.

La andereño donostiarra, sin embargo, iba a separarse en breve de su familia. Se presentó como voluntaria ante su partido para acompañar a los niños que iban a ser evacuados del País Vasco. Se le asignó un grupo de niñas de Bizkaia, con quienes viajó a bordo del mítico Habana, una embarcación fletada por el Gobierno Vasco.

El viaje hasta Inglaterra no fue tan tranquilo como recuerdan algunos, según solía narrar María Dolores. "Zarparon con unas enormes banderas de la Cruz Roja, pero pronto sintieron la amenaza de embarcaciones franquistas que salieron al paso. A mi ama le tocó estar cerca del capitán. Le impresionó cómo blasfemaba aquel hombre contra los barcos enemigos", explica su hija. La llegada de dos fragatas inglesas a la altura del Habana calmó la tensión y, en dos días, aquellos 4.000 niños, 80 profesores, 120 asistentes, 15 sacerdotes y dos médicos arribaron a Southampton.

Según detalla Egaña, no fue el Gobierno inglés -que guardaba con celo su neutralidad respecto al conflicto español- quien se hizo cargo de la comitiva, sino familias y entidades particulares. Fruto de esta solidaridad, María Dolores fue enviada junto con un grupo de 28 niñas a la finca de Weston Manor, en la isla de Wight. "Los niños fueron divididos en diferentes grupos, en función de la afiliación política de sus padres", explica Egaña. Y cada uno tuvo un destino diferente.

en weston manor

Profesora y madre

La profesora Goya permaneció durante un año en Weston Manor, donde fueron alojados en tiendas de campaña. Miren Egaña observa con cariño las fotos que su madre guardó de la estancia, en la que se la puede ver acompañada de sus pupilas y de algunas amigas inglesas.

Además de andereño, las maestras ejercían de "madre" de aquellas niñas de entre cinco y siete años. "Tenían que organizar toda la programación del día y cuidar de las chicas", afirma. En una de las imágenes también se puede ver a profesoras y a niñas recibiendo clases de inglés, al poco tiempo de haber llegado.

Tras un año en aquella isla, María Dolores fue reclamada por su hermana mayor, que trabajaba como telefonista del Gobierno Vasco en su sede de la calle Marceau de París. En la urbe francesa vivieron juntas otro año antes de volver al País Vasco, a Donibane Lohizune, donde se encontraban sus padres. En 1940 la andereño cruzó la frontera, pero la detuvieron y la condenaron a 10 años de cárcel por haber acompañado a los niños del Habana. "Afortunadamente", según detalla su hija, le quitaron la condena. "Solo querían saber dónde se encontraba su otro hermano; pero ni su familia lo sabía", afirma.

La guerra y el ambiente de la posguerra, contrario a cualquier expresión de la cultura vasca y el euskera, tampoco pudieron con la determinación de María Dolores. En 1951 abrió una ikastola clandestina en su casa, en la calle Carquizano de Donostia. Con el tiempo se conoció con el nombre de Groseko Ikastola. Allí trabajó hasta 1970, durante algunos años acompañada por su hija Miren. María Dolores fue, junto con Elbira Zipitria, una de las impulsoras de las escuelas euskaldunes.

Los domingos por la tarde, a veces, la andereño donostiarra "encendía la calefacción" y sacaba "los cigarrillos" que guardaba en su dormitorio. Para sus hijos, era un momento mágico. Su madre hacía oes redondas con el humo. "Había aprendido a fumar en Inglaterra. Nos cantaba rimas y canciones aprendidas en Inglaterra, desde donde trajo un libro para aprender inglés: My first story book". Era el momento de los recuerdos de Weston Manor. "En algunas casas nunca se habló de la guerra. En la nuestra nos contaron muchas cosas y pudimos guardar la memoria", valora Miren.