Gobernar no es liderar
dirigir un gobierno debe traducirse en la práctica en tratar o intentar tomar decisiones adecuadamente. Liderar un País es otra cosa: supone hacer, materializar de verdad esas decisiones adecuadas. Saber qué está bien, qué corresponde realizar como acción de gobierno y no hacerlo implica falta de coraje. La autoridad moral, la credibilidad social, la auctoritas de un dirigente político deriva entre otras cosas de esas dosis de coraje que le ayuden a superar lo aparente, lo formal, el mero deseo de quedar bien, el pseudomovimiento (girar y girar sobre sí para llegar al mismo sitio de partida).
El resultado del último Euskobarómetro dibuja nuestro clima político como un escenario de claroscuros dominado por el escepticismo y el pesimismo. La sociedad vasca vuelve a suspender de forma global a su clase política, y subraya, respecto al Gobierno vasco, que no se le aprecia suficientemente activo ante la crisis económica y que sigue siendo visto con desconfianza para resolver los problemas de País. Y todo ello con el corolario de la consolidación social de un desacuerdo mayoritario en torno al pacto PSE-PP.
No se trata de un marcaje permanente al Gobierno por parte de los nacionalistas, ni de actitudes obstruccionistas frente a la acción de Gobierno. Ha pasado ya más de un año, y el poso de destilación que estos meses han dejado en la sociedad vasca es el de una oportunidad perdida para haber logrado un gobierno que de verdad vertebrase este País. Hay que mirar al futuro, hay que superar una cultura política y social casi siempre fijada en el presente y recuperar el porvenir, civilizar el futuro, despertar ilusiones desligadas de meras expectativas individuales para pasar a vincularlas a realizaciones colectivas. Y es difícil que un Gobierno con minoritario apoyo social, como el actual, lidere y marque el rumbo. Para tener buen juicio en política hay que empezar por reconocer los errores.
Se extiende socialmente la sensación de que la política ha fracasado. Y sin embargo es más necesaria que nunca para recuperar una gestión de la res pública, de los asuntos públicos, más exigente y más democrática. Tiene que ejercerse y ejercitarse con más apertura, más transparencia, más honestidad. La política sigue siendo el instrumento más idóneo para corregir los abusos de la propia política, al tenerse que rendir cuentas y hacerse responsable de los actos con dimensión pública desde la perspectiva de la ética de la gobernanza. Es cierto que asistimos, también en Euskadi, a un alejamiento de las ideologías políticas, un cierto desarraigo y desapego respecto a las estructuras colectivas, una transformación de la política en espectáculo, porque la propia lógica del mercado hace abandonar la reflexión en beneficio de la emoción. Además, el pensamiento colectivo se elabora, en realidad, en el terreno de la comunicación. Esta dimensión mediática de la política, es decir, que sólo existe lo que sale en los medios condiciona el verdadero debate.
Y ese protagonismo mediático lleva muchos meses centrado en lo ornamental, desde los fastos del 30º aniversario del Estatuto de Gernika a la festividad obligada, pasando por banderas, carteles, selecciones de fútbol o, por ejemplo, la asociación combinada de la marca Euskadi-España. Esa orientación de los focos informativos y de opinión, bajo la apariencia de normalidad, de supuesta civilización y normalización frente a la orientación nacionalista vasca oculta en realidad la verdadera cuestión pendiente de debate, de alcance estructural y no coyuntural: la apuesta política de futuro en Euskadi, su inserción en un contexto europeo y la estrategia política y social que debe marcarse para alcanzar los objetivos de autogobierno deseados.
Desde una orientación no nacionalista el discurso ideológico se construye en torno al falso debate sobre identidad frente a bienestar de los ciudadanos: los nacionalistas, se sostiene desde esta posmoderna concepción, se obcecan y obsesionan por el primero de ambos conceptos (el identitario), mientras que los constitucionalistas centran sus desvelos y su acción política y de gobierno en lo verdaderamente importante: el bienestar de los ciudadanos vascos. Está falsa idea cala y cala en los medios dominantes? ¡Que el lector juzgue con criterio lo que se esconde y persigue tras esa orientación!
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